Los lobos con piel de cordero

El jueves pasado se acabó la espera. 

Rabia y consternación se mezclaron en mí. 

Salía del despacho de un abogado cuando un amigo me dio la noticia: 9 años y 50.000€ de indemnización. Llegué a casa y traté de ver la TV, pero no pude detenerme mucho.

Movilizaciones por la tarde en todas las ciudades de España. Me tuve que quedar en casa, pero lo seguí a través de las redes sociales. 

Tremendo.



Quería haber leído todas las palabras que justificaban la decisión tomada antes de escribir este post, pero, de momento, me ha sido imposible. No sé si tendré estómago para hacerlo. Siempre me ha resultado difícil leer los fallos judiciales aunque soy «jurista», pero éste, dedicándome a lo que me dedico, me costará mucho más.

Leía en las redes sociales muchos comentarios, tanto de personas expertas en Derecho como periodistas. 

Algo leí en Facebook que no hacía más que repetirse en mi cabeza como un mantra: «¿Y ahora cómo le digo a una víctima que denuncie?». Tengo que reconocer que yo no he sido una defensora acérrima de la denuncia, pues pienso que primero hay que hacer un trabajo previo con la víctima, ya que este tipo de delitos afecta muchísimo psicológica y anímicamente; pero reconozco que si se comete un delito debe ser perseguido, juzgado y sentenciado. No debe quedar impune.

Pero, además, pensaba (y recordaba una situación): ¿Y con qué cara rebato yo ahora al joven (de 15 años) que hace unas semanas me justificaba el mantener relaciones sexuales con una chica borracha? ¿Qué argumento me queda? ¿Qué digo yo cuando me pregunten sobre esto en la jornada formativa para profesionales que tengo al día siguiente?

Mientras regresaba a casa, recordaba una conversación con mi abuelo cuando comenzaba a estudiar Derecho. Yo era muy idealista, comprometida y demasiado utópica. Escribí esto en Facebook:

A pesar de que quería, no he podido estar en la concentración de esta tarde. Estaba en mente y alma y corazón. Estaba pendiente de las redes sociales; viendo las movilizaciones en otras ciudades mientras jugaba con mi sobrina. Luego, ya sola, en el coche, camino a casa después de un día largo y cansado, he sentido unas inmensas ganas de llorar. He recordado una conversación con mi abuelo José Antonio cuando iniciaba mis estudios de Derecho. Más o menos me venía a decir que cuando llegase a jueza (no he llegado) me volvería como el resto y no impartiría justicia. Yo defendía la justicia y la judicatura, ingenua e ilusa de mí. Ahora mi abuelo debe estar sonriendo y pensando: te lo dije. Me da rabia todo esto. No sé si seré capaz de leer los 371 folios de la sentencia. Sé que mañana me preguntarán por ello y realmente no sabré qué decir. No tengo argumentos. De lo que estoy segura es que algo hay que cambiar y que ya no nos para nadie. 

He leído comentarios en twitter de abogados, magistradas, profesoras de Derecho que no comparten la sentencia leída el 26 de abril de 2018; dando argumentos y poniendo extractos de la misma donde ven las contradicciones existentes.

Esta mañana me he sorprendido cuando he leído el comentario en Facebook de un conocido que es abogado y que me da la sensación de que está «dolido» porque hay personas que se dedican a criticar la labor judicial en este caso en concreto, y ha decidido dedicarse a la medicina para «operar a corazón abierto».

Hay que respetar los dictados judiciales. No hay que olvidar que no dejan de ser personas interpretando las leyes creadas por personas. Pero también hay que respetar que el resto de personas expresen su disconformidad con el fallo y que lo manifiesten. 

Pero es cierto que esta sentencia, como dice el comunicado de AMJE (Asociación de Mujeres Juezas de España), demuestra la pervivencia de ciertos perjuicios y estereotipos ligados al género. El resto del comunicado se puede leer en el siguiente link:
Victoria Rosell, magistrada, escribía el mismo jueves, entre otros comentarios, lo siguiente:
Para finalizar, me «apropio» del texto que escribió ayer Roy Galán en su cuenta de Facebook: 

A todos los tíos que os duele la sentencia de la manada.
A los que os horrorizan los hechos probados sucedidos en ese portal.
A los que decís que pensáis en vuestras hermanas e hijas.
A los que no defendéis a vuestro gremio solo por ser de vuestro gremio.
A los que la creéis a ella.
A los que os parece indignante la palabra jolgorio.
A los que sabéis que el porno es mentira, una ficción.
Parad esta mierda.
Porque no se trata de que le puede pasar a alguien que vosotros queréis ya que la defensa de la integridad de las mujeres no ha de ser mayor porque les una un vínculo afectivo o familiar a un hombre.
Se trata de que en este país cada ocho horas se presenta una denuncia por agresión sexual y que solo el 20% de las mujeres agredidas se atreven a denunciar.
Se trata de un millón de mujeres al año.
Se trata de todas.
Y antes de separaros mentalmente de esos cinco tíos.
De decir que son unos locos o unos salvajes.
Pensad que estos tíos no vivían en Narnia.
Vivían aquí con nosotros y nosotras.
Y que están muy cuerdos.
Antes de poner distancia con la manada.
Pensad si no habéis escuchado comentarios vejatorios hacia las mujeres cuando estabais en el vestuario del gimnasio.
O en un chat de WhatsApp.
Pensad si no habéis escuchado a vuestros amigos hablar de las tías como guarras.
Si no han dicho nunca eso de follarse a la gorda porque está necesitada.
De que esa se deja, es fácil, porque nadie la quiere.
¿Cuántos de vosotros habéis violentado la intimidad de mujeres solo para que no se os considerara menos machotes en el grupo?
¿Cuántos os habéis quedado callados no fuera que se pusiera en tela de juicio vuestra masculinidad?
¿Cuántos habéis permitido eso para salvaros vosotros el culo?
A todos los tíos que omitís el deber de socorro.
Pensad qué tipo de tío queréis ser.
Si tenéis lo que de verdad hay que tener.
Sed valientes.
Escuchad atentamente a las mujeres que os rodean.
Sus anhelos y miedos.
Entended qué supone ser mujer.
Sea lo que sea eso.
Ejercitad la empatía que no es el nombre de una matemática romana.
Leed cómo se sienten realmente.
Cómo sufren día a día la violencia machista en sus múltiples variantes.
Y nombraros feministas o aliados o lo que sea de una vez por todas y boicotead el machismo desde dentro.
Porque el feminismo es lo único que lucha contra el machismo.
Y el machismo, mata.
Cercena.
Porque el feminismo desactiva a la manada.
Es lo que hace que cambien las leyes injustas.
Es lo que hace que se dicten sentencias más justas.
Es lo que da libertad a las mujeres.
En las calles, en las fiestas, en las noches y en sus cuerpos.
Es un lugar imbricado a la idea de la humanidad.
Un sitio desde el que que iniciar cualquier revolución.
Porque dará igual cualquier avance científico.
Cualquier planeta descubierto o territorio conquistado.
Cualquier medalla o partido ganado.
Si no dejamos de ser unos completos desgraciados.
Que dejan que todo.
Siga igual.

Lo que queda por hacer

Hace días que no escribo, lo sé. Pero eso no significa que no haya pensado en un tema o que no haya sentido la necesidad de sentarme delante del PC y hacerlo. Lo que pasa es que no quiero escribir «a lo loco», deprisa. Quiero hacerlo de forma pausada y meditada.

De antemano digo que voy a estar unos meses apartada de la blogosfera, concentrada en escribir y rematar esa #malditatesis que me tiene sorbido el coco y la energía. Durante el tiempo que esté «apartada», me dedicará (o al menos lo intentaré) a recordar post escritos al comienzo de esta andadura por la escritura en la red.

A pesar de que la tesis es mi trabajo actual, sigo impartiendo talleres en centros educativos con Adavas Salamanca. Es un trabajo, no remunerado, que me llena mucho y que hace que en cada sesión aprenda un poquito más de la población infantil y juvenil. Este año el reto era hablar de igualdad y violencia en todas las etapas de primaria en un colegio. Reto bastante complicado, pero creo que no está saliendo mal, la verdad.

La educación, la docencia es otro campo que he aprendido a querer y que me gusta, lo he descubierto en estos años de colaboración con Adavas. De hecho, a parte de pensar, muchísima gente, que soy psicóloga, alguien me dijo que pensaba que mi tesis versaba sobre la violencia de género y los/as adolescentes. No es así. Pero dadme tiempo y algún artículo escribiré sobre ello más adelante 🙂

Conjugar educación y violencia de género es difícil, a pesar de que, como hemos leído hace unos días, ciertos políticos (más bien políticas) hablen de la importancia de educar para erradicar el machismo que reina en la sociedad. Pero para educar, fuera de la familia, se necesitan personas cualificadas, sensibilizadas y formadas para impartir esa educación. Pero también se necesita tiempo para hacerlo y, perdonadme, un presupuesto; pues, como comentaron en Twitter, el trabajo no se paga con abrazos.

Hace unas semanas me llegó la información de que desde el Consejo General del Poder Judicial se impartía una jornada formativa, organizada por la asociación de mujeres juristas españolas, sobre el abordaje de la violencia de género desde la educación. Me pareció interesante el título de la jornada, pero la verdad es que era un poco escéptica, pues de las 5 ponencias que anunciaban, 3 eran impartidas por personas pertenecientes al ámbito judicial. Pero como uno de mis lemas es que el saber no ocupa lugar, hice triquiñuelas para encajar mi agenda y poder estar en Madrid para esta jornada. 
De ella salí reforzada en mi empeño de aportar mi granito de arena en la lucha por lograr la igualdad de hombres y mujeres y de erradicar la violencia de género. ¿Cómo? Pues a través de los talleres y charlas en los centros educativos. 
Lo cierto es que no me dieron estrategias nuevas, no me hablaron de vías o herramientas eficaces, pero la palabra que se repetía en cada intervención era la de educación
Miguel Lorente Acosta participaba en esta jornada. Su exposición me pareció estupenda, como siempre. Pero quien me cautivó fue un hombre de 80 años, abogado y periodista, que tiene una vitalidad que ya quisiera yo para mí y que sigue apostando, luchando y explicando que la igualdad es posible y que hay que trabajar con la población juvenil. José Antonio Burriel es el creador de http://nomasvg.com/tag/adolescentes-sin-violencia-de-genero/, teniendo también perfil en facebook. 
Hace pocas semanas presentaron la aplicación Ygualex, que es una aplicación pensada para la población adolescente, pero no sólo para ella, donde puedas encontrar información sobre la violencia de género, pero también puedes compartir tus inquietudes, dudas y mensajes.

Ya os digo que no fue una jornada, para mí, donde me descubrieran el mundo, pero sí resulto interesante simplemente por escuchar a este hombre.
También me sirvió para conocer la otra cara de la moneda. Me explico. Se «colaron» 3 ó 4 hombres que pretendían tirar por tierra todo lo que allí se estaba hablando aportando datos falsos, manipulados y vendiendo que «los hombres son unos pobres» y que el feminismo no es esto de lo que se hablaba. Mis compañeras y compañeros los llamaron «trolls»: seres que quieren boicotear y hacer pasar un mal rato a aquellas personas que, con respeto, tolerancia y educación, estábamos allí para intercambiar impresiones y aprender de las experiencias de otras personas.
Una jueza les dijo que si estuvieran en su sala, ya les habría mandado salir sin demora.

A pesar de todo este alboroto, salí contenta y satisfecha. Salí reafirmada en que la labor que hago es necesaria e importante y que no voy a bajar la guardia, ni voy a dejar de pelear por culpa de 4 personas que quieran seguir viviendo en su estado de bienestar egoísta.

Voy a seguir trabajando para que, poco a poco, los roles se vayan cambiando y no tenga que ver anuncios como éste:


Voy a seguir adelante, pues pienso que una nueva sociedad es posible. En algún instituto me han llegado a decir que para qué sirve esto si luego en casa tienen otro discurso totalmente distinto. Pues sí sirve. Porque la población joven tendrá las herramientas adecuadas y los argumentos para decir en casa, o donde sea, que no está de acuerdo y podrán empezar a cambiarlo. Quizás en su casa no, pero sí en su entorno de amistades.

Yo lo veo a mi alrededor. Tengo que reconocer que, hace unos años, yo no era consciente ni del machismo ni de la violencia de la que éramos objeto las mujeres únicamente, por ser mujer. Pero ahora, veo como yo he cambiado y, a mi alrededor, «mis hombres» son conscientes de las desigualdades y del machismo que es tan perjudicial para el hombre como para la mujer.
Tengo amigos que me «saturan» el móvil con imágenes, noticias que hablan de las discriminaciones, los roles de género, me recomiendan libros, novelas gráficas… tengo conversaciones con personas que se empiezan a plantear todas estas cosas a pesar de su edad madura. Conozco a profesores que se involucran tanto en los talleres que imparto que les parece poco y piden más.
Algo está cambiando. Pero aún queda mucho por recorrer. Queda mucho sendero porque, en mi opinión, desde lo más alto de la sociedad (gobierno, partidos políticos, administraciones públicas) creo que no se lo toman tan en serio. Aún se siguen identificando a las mujeres con las tareas domésticas, con las tareas del cuidado. Aquellos que gritan que son tan feministas, ¡cuidado!

Tenemos que tener claros los conceptos. El machismo es perjudicial para hombres y mujeres. El machismo está asesinando a muchas mujeres, está dejando huérfanos y huérfanas, está impidiendo que las empresas tengan a mujeres válidas en puestos de responsabilidad, está haciendo que las personas elijan entre tener familia o trabajar, pues, en muchas ocasiones, ambas cosas son incompatibles, está haciendo que los hombres tengan que demostrar su hombría (¿qué es eso?) a cada momento dejando de lado sus sentimientos porque un hombre no los tiene…

Debemos ponernos las gafas de color violeta e identificar todas esas situaciones que nos hacen retroceder.

Yo sigo con mi lucha. Pero no tan sola como antes, lo sé. No me oirán desde los altos estamentos, pero yo trato de concienciar a la base, para que sean conscientes de que lo importante son las personas, dando igual el sexo que tengan y que no hay cosas de chicas ni cosas de chicos, sino que en el mundo viven personas con capacidades diferentes y complementarias. Sigo luchando, como feminista, para erradicar todos los casos de acoso, violencia y abuso de las que somos protagonistas, involuntariamente, las mujeres. 

Yo soy una hormiguita.




¿De verdad o de mentira?

Tenía varios temas para escribir, pero creo que la actualidad manda. Y no, no me estoy refiriendo a la actualidad política, para eso ya existen otros medios.

Hace unos días aparecía la noticia de que una mujer, víctima de violencia de género, denunciaba que había sido secuestrada y sometida a vejaciones por parte de su ex pareja.

En esta semana se ha sabido que, presuntamente, esta mujer no contó la verdad y ha sido acusada de interponer una denuncia falsa. Como consecuencia de esto, su abogada ha renunciado a su defensa ante las pruebas “aplastantes” mostradas por el Juzgado, sintiéndose engañada.

Como he leído, no me acuerdo dónde, esta segunda noticia ha ocupado más tiempo en los informativos que el que se dedica a hablar de la violencia de género y a dar información cierta y contrastada sobre este tema.
Esto ha servido para que las personas que consideran que esto de la violencia de género es una falacia, usen este suceso para seguir atacando con más fuerza e intentar tirar por tierra los logros conseguidos hasta el momento.

Una denuncia falsa.

Si esto es cierto, si la mujer ha denunciado en falso, flaco favor le hace al resto de mujeres que viven situaciones tan extremas y que se están planteando acudir a una comisaría de policía o al juzgado a interponer una denuncia por los hechos violentos sufridos.

Denuncia que, desde el Estado, se publicita como la salida más segura y efectiva. Pero esto sería tema para otro post.

Poco ayuda a las campañas, políticas, actividades que se han diseñado e implementado, desde diferentes ámbitos, para eliminar de la sociedad esta clase de violencia que afecta a un porcentaje muy elevado de la población y que es un claro ejemplo de las relaciones de poder asimétricas y desiguales que aún existen en pleno siglo XXI.

¿Qué ha pasado por la cabeza de esta mujer para interponer una denuncia falsa? ¿Ha pensado en las consecuencias para ella y para la sociedad? ¿Ha sido consciente de la repercusión social, mediática que podría ocasionar?

Como comenta Miguel Lorente Acosta, este argumento ya está siendo usado por el posmachismo para atacar y seguir incentivando y propagando las trampas sociales y culturales que, escudadas en el logro de la igualdad conseguido por las feministas, persisten para criticar a las personas que siguen luchando por lograr la igualdad y visibilizar las situaciones de desigualdad, de micromachismos y de violencia que aún existen contra las mujeres en diferentes esferas de la vida diaria. Dan la vuelta a la tortilla y usan este hecho tan lamentable, la noticia de esta mujer que supuestamente ha denunciado en falso, para seguir machacando y criticando todo el trabajo realizado, tanto por hombres como por mujeres, por lograr una igualdad, la cual, aunque no quieran verlo, es beneficiosa para ambos sexos.

En el link posterior, la sexta se hace eco del número de denuncias falsas que se han descubierto en el año en curso:
En los dos links posteriores, dos medios digitales se hacen eco del estudio/informe realizado por el Consejo General del Poder Judicial donde se afirma el número irrisorio de denuncias falsas que se presentan en violencia de género.

Sin dobles sentidos

No es no.

Si yo quiero algo, lo pido. Si me da vergüenza, me callo y luego me estoy reconcomiendo por dentro por no haberlo pedido, por haber dejado que la vergüenza se adueñe de mi poder de decisión.

Pero cuando digo no, es no. 

Un no firme, decidido, sin titubear, sin poner ojitos, sin usar un tono de guasa, de broma. Si digo no, es no, por mucho que tú quieras pensar otra cosa o te apetezca algo distinto a lo que yo te he respondido.

Si me visto con una minifalda, si estoy de fiesta y me he tomado una copa, si tonteo con quien me corresponde, si estoy feliz y lo demuestro cantando por la calle, si estoy en clase y me quito la chaqueta porque tengo calor, si se me transparenta el sujetador, si nuestras miradas se cruzan en la calle, si me acerco a ti en el transporte público para dejar pasar a otra persona, si estoy hablando contigo y te toco la mano, si me pongo un vestido de fiesta, si se me desliza el tirante de la camiseta por el brazo, si me pongo el bikini para ir a la playa o a la piscina, etc. no quiere decir que esté pidiendo a gritos, que esté provocando al personal para que me toque si yo no quiero.

Me arreglo para gustarme a mí misma, para sentirme bien conmigo misma, no lo hago por nadie más. Si le gusta al resto de personas, me alegro, bien por mí y bien por ellas. Pero no estoy incitando a que me manoseen, a que me persigan, a que me increpen por la calle, a que me lancen «piropos» groseros y fuera de lugar y de tono, a que me incomoden y tenga que abandonar el lugar para dejar de sentirme así,… por el mero hecho de ser mujer.

Dejaré que me coma a besos quien yo decida, quien yo elija y me elija a mí, a quien yo prefiera y me prefiera a mí. Será una decisión bilateral, pero nunca unilateral. No dejaré que me atemoricen, que me amenacen, que me acobarden y no pueda salir de casa por lo que pueda pasar. No dejaré de disfrutar del fresco de la noche, de la compañía de mis amistades y familia fuera de mi casa, no dejaré de ir de compras o al cine, sólo porque haya unas personas que se sientan con el poder de hacer lo que les dicte su «instinto» sin tener en cuenta la opinión de la otra persona. Nadie tiene que someter a otra. Nadie es más que nadie. Nadie domina.

Si eres mujer…

Ayer salió en los medios de comunicación (yo lo vi en el Telediario, pero también ha aparecido en la prensa escrita) que se habían concedido los premios Garrote a sentencias que hacen retroceder en equidad de género. 

La «medalla de bronce» se la lleva una sentencia española dictada por un Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Vitoria que, en febrero de 2015, preguntó a la mujer que si «había cerrado bien las piernas» para no ser agredida sexualmente. Desde la Asociación Clara Campoamor se denunció este hecho y se solicitó, si no me equivoco y me falla la memoria, que la jueza fuera sancionada.

Por otro lado, el premio del público se lo lleva una sentencia dictada por un tribunal de México que quita la custodia a una mujer española por no seguir el «rol tradicional de madre». La mujer no era católica y hacía, fijaros qué desfachatez, entre otras cosas, fregar los platos a quien, en ese momento, era su marido. Ha intentado buscar el apoyo de los tribunales españoles, pero sin éxito. 
Ya no es sólo violencia de género ejercida por el compañero sentimental tal y como aparece regulado en nuestra ley española, la violencia de género también la pueden ejercer las instituciones. Éste es un claro ejemplo de ello.

En el siguiente link podéis acceder a los diversos premios que se han otorgado a la Justicia a nivel mundial y conocer un poquito más lo que hace esta organización:

Días antes a la aparición de esta información, saltó en diversos medios de comunicación otra noticia que me ha dejado impactada y que hace que me plantee si debo seguir creyendo, o no, en la raza humana, a pesar de lo que escribía en un post anterior. El hecho que describen los noticiarios sucedió en Brasil: una joven, sedada o drogada (me da igual), fue violada por 33 hombres, entre ellos su novio, grabándolo y, posteriormente, subiéndolo a las redes sociales. Pero es que los comentarios que he podido leer posteriormente, creo recordar que del juez, denotan una visión machista y misógina de las mujeres. Eran algo así, o yo lo entendí de este modo: parece ser que, a pesar de estar drogada o sedada, la chica lo disfrutó o lo quería. 

¿En serio? ¿Eso lo justifica? Es lo mismo que decir que la ropa que llevas denota si estás buscando «guerra» o no, o según si tienes más o menos escote así eres…

Un vídeo francés nos muestra, prácticamente dando el mismo mensaje que el vídeo realizado en el 2014 por el diario.es sobre los micromachismos (https://www.youtube.com/watch?v=Co_z_GbjbHY), cómo nos sentimos las mujeres cuando caminamos solas por la ciudad, los miedos, la inquietud… Os dejo el vídeo en francés, pero también el link de youtube donde podéis verlo con subtítulos en castellano.



Estos son tres ejemplos que nos muestran que la lucha por la igualdad de género tiene mucho camino aún por recorrer y que nuestra sociedad, en pleno siglo XXI, sigue siendo muy machista, lo cual es malo tanto para los hombres como para las mujeres. 

La responsabilidad de acabar con esto es de toda la población en general, no sólo de un colectivo. ¿Te animas a aportar tu granito de arena?

«Ya está bien»

Importantes son todas las iniciativas enfocadas a la sensibilización y prevención en cualquier materia. De agradecer es que desde organismos públicos se alíen para mostrarnos un material con el que se puede trabajar en diferentes sectores.

En esta ocasión, el pasado mes de abril, el Consejo General del Poder Judicial y el Observatorio Estatal contra la Violencia Doméstica y de Género han presentado una publicación titulada «Ya está bien». La finalidad de este pequeño librito, con frases breves y concisas e ilustraciones, es alentar a las mujeres que están sufriendo violencia a manos de sus parejas o ex-parejas para que tengan la fuerza y el coraje que les empuje a salir de esa situación.

Estos ejemplares se distribuirán en los diferentes Juzgados de Violencia sobre la Mujer y se usará en el programa «Educando en Justicia» que trata de acercar la Justicia a los y las jóvenes.

Desde la Asociación ADAVAS Salamanca, se tratará de distribuir estos ejemplares por diferentes centros educativos de la zona.

Es muy importante para erradicar la violencia de género, iniciativas de este tipo, sobre todo desde el ámbito judicial, cuyo peso es tan importante  para penar a aquellos hombres que atentan contra la integridad física, emocional y psicológica, así como contra la libertad de cualquier tipo de aquellas mujeres que, en algún momento, fueron su pareja.


En el siguiente enlace se puede descargar el Decálogo contra la violencia de género: