Va de celebraciones


Este post es consecuencia de una boda.

Con toda la ilusión estamos preparando pequeños detalles para la pareja. Esas cositas que pretenden sacarte una sonrisa y que los recuerdes en cualquier momento como algo entrañable, bonito y feliz. Esos detalles que te tele-transportan a ese día mágico, especial, nostálgico, divertido,… que compartiste con tus seres queridos y en el que disfrutaste en cuanto se dejaron los nervios atrás.

Este post va dedicado a Él, aunque lo más seguro es que no lo lea (ni tampoco su «aledaña») porque «se cansa» de mis publicaciones :-). Está dedicado a ese joven que parece que ha perdido la ilusión por la vida y por todo lo que le rodea.

El viernes, en otra celebración, me comentaban que un médico-psiquiatra no veía apropiado para un hombre de 41 años determinada vestimenta, que llevara melena y que, en ese momento, se decantara por cuentos infantiles como lectura, pues «no era adecuado para su edad». El diagnóstico: síndrome de Peter Pan. Su Wendy reía sarcásticamente al recordarlo.

En esta sociedad es bastante habitual poner etiquetas que, en la mayoría de los casos, no nos definen realmente y que, desafortunadamente, nos creemos a pies juntillas, condicionándonos nuestra forma de ser, de sentir, de pensar y de actuar.

Considero que hay pocas cosas que son correspondientes a distintas etapas de la vida. Hay pequeñajos que aprenden antes a andar que otros, niñas que leen con soltura antes que otras, adolescentes que lo son más tardíamente y las hormonas se rebelan con mayor estruendo, traumas que salen en la edad adulta o que no salen nunca… Cada persona es un mundo. Un mundo loco y divertido que no necesita más etiquetas que las de la ropa (enormes, por cierto).

Hay «etiquetas» que han ido cambiando con el paso de los años. Hay tradiciones que han evolucionado y que se transforman. ¿Desde cuándo es tradición que las novias se casen de blanco? ¿Por qué nos resulta tan extraño, y a veces se considera una falta de respeto, que un novio acuda a su boda sin corbata? ¿Por qué nos sorprendemos cuando la novia «pone un poco de color» en su vestido, saltándose las normas del decoro, la decencia y la tradición (pensarían algunas personas? ¿Por qué cuando alguien se muere es obligatorio guardar el luto durante tanto tiempo? Cada uno llora la pérdida de una manera. ¿Por qué si no sigo las «normas» se me pone la etiqueta de «insensible», «irrespetuso» etc.?

Hay personas que mueren en vida. Hay personas que no disfrutan de la vida ante una pérdida a pesar de la juventud. No se dan cuenta que lo importante es celebrar las buenas cosas que nos da la vida. Que hay que disfrutar de los momentos, del aquí y ahora. Ya vendrán tiempos tristes que nos hagan tambalear y nos desestabilicen, pero no debemos permitirnos caer, y, si lo hacemos, nos levantamos rápidamente y vemos el lado positivo. Porque siempre hay un lado positivo detrás de la negrura del momento. Lo sé por experiencia propia.

Hay millones de razones por las que sonreír y celebrar el paso de los años, por ejemplo. 

Conozco a gente que se irrita cuando le hablan de su cumpleaños y de celebrarlo. No se dan cuenta lo importante que es cumplir años. Eso significa que has vivido, que has aprendido, que has tenido oportunidades, que has tomado decisiones, mejores o peores, pero lo has hecho y has llevado las riendas de tu vida. La experiencia se adquiere con el paso del tiempo, con los acontecimientos que se suceden en tu vida.
Es cierto que eso significa hacerte más viejo/a, que salgan arrugas (pero, ¿y lo bonito que es verlas y que te recuerden que las tienes por sonreír? y ya si recuerdas el motivo de tu risa, ni te cuento), que el pelo se tiña de forma natural, sin gastar un euro, que tengas achaques o que te cueste hacer determinadas cosas. Pero también es cierto que, con el paso de los años, aprendes a hacer otras cosas que, en la juventud, era difícil que lograras realizar.

¿Y cuando compartes tu vida con alguien? Es precioso poder hacerlo día a día con ella. Disfrutas de tus propias alegrías y de las alegrías de la otra persona con la que tienes un proyecto común que poco a poco vais consiguiendo, generando nuevas alegrías y nuevos motivos por los que sonreír y celebrar.
Siempre hay que celebrar. No hay que olvidarlo.

Y existen ocasiones en que esa felicidad, esa alegría, ese positivismo lo quieres compartir con más gente, con aquella que forma parte de tu vida. Porque, poco a poco, las personas se van liando en su propia vida, van poniendo excusas, trabas, impedimentos y olvidan lo bonito que es juntarse, sin motivo aparente, y celebrar. 

Un café. Una comida. Una cena. Una sesión de cine. Un paseo por la ciudad. Una ruta por la montaña. Un fin de semana rural… Simplemente juntarse, hablar y celebrar.

Celebrar una fiesta por estar vivos, por la vida, por el presente, por el futuro y por las cosas que hemos aprendido. Celebrar la vida, el amor y lo que tenga que venir.

Este post es consecuencia de una boda.


Eso es lo que pienso yo que es una boda. Un momento de celebración y de compartir con la gente a la que quieres, y con la que se nos olvida hacerlo, la felicidad y el amor. La felicidad por encontrar a una persona con la que compartir una vida y un proyecto. No una persona que te complemente, porque ya eres un ser completo, sino una persona que te hace mejor, que te ayuda en los momentos difíciles y es capaz de sacarte una sonrisa. Una persona a la que mirar y sonreír, una persona con la que la vida sea fácil a pesar de las dificultades que aparezcan, una persona con la que ir construyendo poco a poco una «casa» común donde celebrar e invitar, donde reír, donde ser feliz, donde llorar y aprender.

Nos tenemos que recordar, porque se nos olvida fácilmente, que tenemos que decidir, porque está en nuestras manos, ser felices.



75 consejos para sobrevivir en el colegio

Hace algunas semanas, se armó un gran revuelo, saliendo en diversos medios de comunicación, la denuncia realizada contra el libro, publicado por Alfaguara y escrito por María Frisa, titulado 75 consejos para sobrevivir en el colegio.
Muchas son las voces críticas que han apuntado que este libro fomenta el acoso escolar y que da consejos erróneos a aquellas personas jóvenes que lo leen.





Recordando un consejo que me dio mi profesora de Derecho Canónico en la Facultad, antes de criticar o para vencer al enemigo, lo primero que hay que hacer es conocerlo. Por este motivo, y tras recibir un whatsapp donde me pedían que firmara un documento para solicitar la retirada del libro, decidí que era el momento de dejar a un lado lo que estaba leyendo y dedicarle unos días a éste del que mucha gente hablaba.





















El libro no me ha durado ni 5 días, la verdad, pues es de fácil y rápida lectura. Al principio me he reído bastante con las ocurrencias de la protagonista y, en algún momento, he recordado que yo eso también lo pensaba. Pero, he de reconocer, que en otras ocasiones, no me han gustado los consejos que ha dado, pues considero que da una imagen negativa de la amistad, del compañerismo, de la familia….

Todas las personas, en algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido incomprendidas tanto por nuestra madre, nuestras amistades o nuestro padre. En ocasiones hemos odiado tener hermanos/as, sobre todo si son más pequeños que nosotros/as, porque pensamos que les dan todos los caprichos y eso es injusto.
Muestra nuestro «egoísmo» cuando nos enamoramos, por ejemplo. Pero a mí, personalmente, no me gustan ciertos mensajes que transmite relacionados con la amistad.
Considero que hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe, pues puede tener una gran influencia, sobre todo si estamos hablando de público infantil-juvenil, quienes aún están formando su personalidad.
Si estás aconsejando, aunque sea en clave de humor y/o sarcasmo, que es mejor tener una amiga tonta porque, básicamente, no te dará problemas, lo más seguro es que quien lo está leyendo empiece a tratar de forma más despectiva a su amiga o amigo de toda la vida, sin darse cuenta del daño que está provocando.
Pienso que el sarcasmo ya es difícil de entender aún siendo adultos, máxime si eres un niño de 6 años o una niña de 12. 
Quizás el problema de este libro ha sido a qué sector se ha orientado o a quienes se ha recomendado su lectura. 
Considero que la autora no lo ha escrito con maldad, pero la editorial no ha sabido dónde encajarlo y ha pensado que, al ser consejos para sobrevivir en el colegio, el público lector debería englobarse entre los/as colegiales/as.

Las Caperucitas

Se nota que me gusta leer (me apasiona más bien) porque aprovecho cualquier oportunidad para hablaros del último libro que ha caído en mis manos o que me han recomendado y he leído. 
Como habéis podido comprobar, leo prácticamente de todo. Este año me he iniciado en la novela gráfica y tres son ya las que han entrado a formar parte de mi pequeña biblioteca.

En esta ocasión os quiero hablar de las distintas caperucitas (y caperucitos) que viven a nuestro alrededor y que ni sabemos que existen.

Esas caperucitas que tienen que hacer aquello que les dice su familia y con lo que no se encuentran cómodas, sabiendo, en su fuero interno, que no está bien lo que está sucediendo. Ven coartada su libertad y son chantajeadas emocionalmente por aquellos que, dicen, más les quieren. Además, son amenazadas, pues les dicen que las llamarán «locas» y nadie las creerá si se atreven a compartir sus inquietudes con otras personas.
Eso cuenta el libro «Las lágrimas de Caperucita«. Muchos años en silencio. Los recuerdos más «dolorosos» han quedado postergados a lo más profundo de la memoria como fórmula de defensa, hasta que algo hace que aflorezcan, encontrándose con las fuerzas necesarias para gritar «¡basta!» y no callar. No volver a callar nunca. Ni ante su padre y su madre.

Al final, el miedo a quedarse sola se convierte en niebla y se da cuenta que hay personas a su alrededor, en muchos casos quien menos esperaba, que están dispuestas a estar a su lado apoyándola, sujetándola cuando no pueda caminar, y a llorar con ella cuando no pueda más.

Ya lo cantaba Ismael Serrano en la década de los 90: 

Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: «Ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.

Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa»
(…)
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.

Recuerdos

No soy una niña. Hace tiempo dejé de serlo. Pero en muchos momentos me gustaría volver a esos momentos vividos en la infancia, los cuales recuerdo con felicidad. Momentos vividos con mis padres, con mis abuelos (mis segundos padres), con mis tíos y primos, el «puerto», el pilón, las zapatillas rojas con taconcito… Momentos de mi niñez que se mantienen casi frescos en mi memoria.

Recuerdos.

Los recuerdos que a ella le faltan. Los recuerdos que han dejado un vacío en su memoria que llena con imágenes que crea su imaginación, la cual está muy viva, igual que ella. Ella tiene un mundo paralelo, donde nos deja entrar, a veces. Otras veces, se encierra en él y tú no existes. Además, lo compruebas cuando la tienes que llamar varias veces y, de pronto, a la cuarta o quinta vez, te mira sin mirarte, clava su mirada en ti y busca dentro de su memoria una imagen que la ayude a identificarte, a recordarte. Pero no la encuentra, te sonríe sin sonreír y se vuelve a su mundo.

No sabe quién soy. No recuerda mi nombre, algo que sucede desde no hace mucho tiempo. Pero me mira y me sonríe. Me da besos, como siempre. Saben igual, pero no tienen la misma intensidad. Esos besitos de abuela que ya sólo da a las pequeñas de la familia, aunque no sepa quiénes son o cómo se llaman.

Y cada vez necesitará más cuidados. Y cada vez será más difícil mantener una conversación fluida y ordenada con ella. Y cada vez… No sé si es mejor pensarlo e irse preparando, o dejar que las cosas vayan fluyendo.

Hay que explicarlo, porque es difícil entender, sobre todo para los pequeñuelos y las pequeñuelas. Y no se encuentran fácilmente las palabras, sobre todo cuando se entremezclan sentimientos y emociones. Por eso, como siempre, a mí me gusta echar mano de los cuentos. 

http://cuentos-para-peques.blogspot.com.es/2015/09/alzheimer-libros-infantiles.html

Duele…

Las pérdidas duelen. Da igual el valor que tengan en tu vida, si algo se va, si algo o alguien desaparece, durante un tiempo, duele. En mayor o menor medida, pero es así. Nada podemos hacer para que esto no suceda, es algo inevitable; si no sucede de este modo, es que no tienes sangre en las venas o es que estás hecho de hielo y tu corazón es frío.

Lo que más duele es la pérdida de personas queridas. Da igual que sean familiares o amistades, da igual la edad que tenga, da lo mismo si es algo esperado o no. Siempre, siempre, cuando alguien se marcha, duele en lo más profundo del corazón y del alma.

Siempre tratas de evitar ese dolor, pero es algo inevitable. Piensas que era lo mejor, que no tenía una calidad de vida adecuada, que se había convertido en una persona totalmente dependiente y que era una obligación su cuidado, quizás. Pero cuando llega el momento, cuando te das cuenta que ya no hay vuelta atrás y que lo que no quieres que suceda, va a suceder, duele. Y no te esperas lo esperado y las lágrimas inundan tus ojos, porque el llanto no hay que contenerlo y es una forma de expresar esos sentimientos que luchan por salir al exterior. 

¿Por qué no podemos llorar? ¿Por qué tratamos de contener esas emociones que tenemos en nuestro interior?
Si no somos capaces de mostrarlas, si las guardamos y las contenemos, llegará un momento en que explotarán y no sabremos gestionarlas, las personas de nuestro entorno no sabrán qué nos pasa y no sabrán cómo ayudarnos.

Fuera frases tipo: «Deja ya de llorar», «Tranquílizate, era inevitable», «No llores más»… Lloraré cuando quiera, de la manera que me dé la gana y pararé cuando esté seca por dentro, cuando deje de doler y ya no sienta esa opresión en el pecho. 
Cuando lloras, liberas tensión, estrés y comienza a inundarte la paz poco a poco.

Cada persona pasa el duelo de manera diferente. Unas personas lo superan antes que otras, lo gestionan de formas diferentes… Pero aprendes a vivir, aprendes que la vida sigue, que nada se detiene y que debes aprender a vivir con la ausencia, porque tú sigues acá y el mundo no se paraliza, sino que sigue su curso. El presente es el momento, el ahora, este preciso instante…

Las pérdidas duelen, siempre. Y seguirán doliendo hasta que ya no te des cuenta. Te seguirás acordando de la persona, pero siempre recordarás lo bueno, los recuerdos bonitos, aunque momentáneamente se encoja un poquito el corazón y el alma comience a llorar. Pero es normal.

Duele…

Literatura infantil diversa

Hace mucho tiempo que no os recomiendo literatura. La verdad es que últimamente no tengo tanto tiempo como antes para leer, pero algún huequito saco, aunque sean 5 minutos mientras nos sentamos a comer o cuando estoy esperando en la sala de espera del médico o en los fines de semana mientras me tomo la primera infusión de la mañana. La lectura siempre me acompaña y siempre recomiendo libros, incluso a quien ha perdido el hábito de la lectura. Lo sé, puedo resultar muy pesada.
Bueno, pues llegadas estas fechas, yo soy de las que piensa que regalar algún libro no está nada mal. Por este motivo, hoy os traigo una serie de cuentos/libros con una temática muy particular: hablan de la diversidad familiar. Porque ya no es como hace unos años que la familia estaba compuesta por papá y mamá, sino que las familias son bastante más diversas, existen muchas «combinaciones» y no por ello son peores. 
La sociedad está cambiando, evoluciona y las formas de familia también: familias monoparentales, familias con dos mamás o dos papás, familias con papá, mamá, los abuelos, familias donde el papá y la mamá son amigos, etc. etc. 

Muchas veces nos resulta muy difícil explicar los motivos por los cuales las familias son distintas. Para eso tenemos los libros, los cuentos. Ya lo he dicho muchas veces: los cuentos nos sirven para pasar ratos divertidos viviendo aventuras, formando parte de historias fantásticas, dramáticas, cómicas; pero también son herramientas para la educación y el aprendizaje, nos sirven de ayuda para explicar conceptos, situaciones que, de otra manera, seríamos incapaces de hacer comprender a nuestras/os peques.

En el siguiente link se os muestra 25 cuentos que nos hablan sobre la diversidad familiar. Obviamente no me los he leído todos, pero no tardaré, seguramente, si los encuentro en alguna biblioteca.