Harry Potter y el COVID-19

En este aislamiento voluntario-obligatorio se ha establecido una norma no escrita en mi casa: película a la hora de la comida y serie a la hora de la cena. Es el único momento en el que encendemos la TV.

Sin una proposición clara, surgió la idea de ver toda la saga de Harry Potter, de la cual yo soy fan fan (de hecho hoy iniciaré la lectura, de nuevo, de los libros). Una película por día. Esto nos lleva a 7 mediodías-tardes con 2 horas largas ocupadas. 
Todo ello es más ameno, y lo ves desde otro punto de vista, si compartes casa con una estudiante de arte dramático, quien te desgrana las secuencias, la caracterización, la actuación,… Lo dicho, otro punto de vista totalmente distinto. (He creado un monstruo interpretativo y de análisis cinematográfico).

Y, claro, os preguntaréis: ¿Qué tiene que ver Harry Potter con la pandemia mundial que estamos viviendo?
Desde hace bastante tiempo, quizás desde que empecé con el estudio de la violencia de género y violencia sexual, todo lo miro con las gafas moradas, con perspectiva de género y feminista.

En estos días, viendo las películas me he dado cuenta que aunque sea Harry el protagonista de esta saga, de hecho los libros llevan su nombre, en realidad es un protagonismo compartido.

El chiquillo se empeña en auto-inmolarse continuamente, en hacer las cosas él solo para no dañar al resto, o si se provoca un daño, que sea el menor posible. Pero de lo que no se da cuenta, y creo que es uno de los mensajes que se transmiten en los libros-películas, es que las cosas acompañadas tienen mejor resultado, se llevan mejor y se hacen más rápido. Ya lo dice el refrán: «4 ojos ven más que 2».

Todas las personas unidas, con un único objetivo, lo conseguirán más rápidamente y tendrán mejores resultados que si se empeñan en hacerlo individualmente.

¿Qué sucede con el COVID-19?

Se trata de una llamada de atención a la población mundial. 

Pachamama nos está dando un toque de atención, perdonadme la expresión poco feminista, «cojonudo». Nos está devolviendo todo el mal que, como población, hemos ocasionado a Gaia durante tanto tiempo: hambruna, armas nucleares, guerras, cambio climático… Nos ha dado un tortazo a mano abierta para que nos pongamos las pilas y actuemos de forma conjunta, que nos lo tomemos en serio. Nos ha pillado por sorpresa y, estos países del Primer Mundo, tan inteligentes ellos, tan altivos se han dado de bruces con la realidad: no estaban preparados para este revés.

Han tardado, quizás, en reaccionar, pero lo han hecho y nos han pedido, únicamente, una cosa: #quédateencasa; como acto de solidaridad y apoyo a toda la humanidad. 

Nos creemos auto-inmunes, que no va con nosotros/as, pero sí va. Y nos damos cuenta que de forma individual no lo conseguiremos.

Empezamos a ser conscientes que, las medidas tomadas con anterioridad, aquellas que han atentado contra el Estado de Bienestar en el que vivíamos, nos pasan factura.

El COVID-19 nos está demostrando que quien realmente tiene la sartén por el mango para acabar con esto, es a quienes menos valor le han dado, a quienes más han vapuleado. La base de la pirámide es quien más importa y quien se está deslomando para cuidarnos, para protegernos y para sacarnos de ésta.

Quien tiene que demostrar que sabe organizar y coordinar, tiene que lidiar con aquellas personas que aprovechan la menor ocasión para tirar piedras contra su propio tejado, que se tienen que poner en manos de quienes han sido despreciadas/os por ellos/as. 

Paradojas de la vida.

Harry Potter podemos pensar que se sacrificó para matar a Voldemort (spoiler para quien no haya visto las películas), que lo hizo él solito, pues era su destino. Pero si observamos con detenimiento, al final fue a un «secundario» (Neville Longbottom) a quien se le apareció la espada de Gryffindor, con la que pudo acabar con el avatar del malo malísimo de Voldemort.

Lord Voldemort tenía un séquito de seguidores/as, no por respeto y por creencia ciega en sus propósitos, sino, en su mayoría, por miedo a las represalias. No olvidemos que era el mago más poderoso de la Tierra (o eso creía él).

Al final, ¿cómo se acabó con él? Fue un trabajo arduo, difícil y que causó varias bajas y muchos destrozos. Pero fue un trabajo en equipo unido bajo la varita de «el Elegido», pero en equipo. No lo olvidemos.

Esto es lo que nos tiene que quedar claro en esta lucha real que estamos viviendo ahora: si no trabajamos en equipo, si no dejamos de mirarnos el ombligo, si no seguimos las indicaciones legales y auténticas de quienes de saben, tardaremos mucho en acabar con este virus que ha venido para llamarnos la atención y para que cambiemos el modo de hacer las cosas.

Que las salidas al balcón o ventana a las 20.00 para aplaudir y agradecer la labor de tantas y tantas personas que están poniendo en riesgo su vida no caigan en el olvido cuando todo esto acabe. Porque acabará. Retomaremos nuestra vida con «normalidad», volveremos a nuestros quehaceres. Pero no podemos olvidar estas semanas de aislamiento, no podemos olvidar el miedo, el corazón encogido, el alma desgarrada al leer y escuchar historias de personas que han sufrido la peor parte, de quienes nos han cuidado y han mantenido las calles, los hospitales limpios, de quienes han velado por nuestra seguridad y porque se cumplan las normas en este estado de alarma…
No olvidemos las palabras de Eduardo Galeano: mucha gente pequeña, en lugares pequeño, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo. 

No seamos personas altivas que miran por encima del hombro, porque no sabes de quién puedes necesitar ayuda, colaboración. 

Valoremos las caricias, los abrazos, los besos, los versos, las conversaciones de tú a tú, las miradas… de todas aquellas personas que comparten nuestro día a día. Valoremos lo que realmente tenemos que valorar. 


Cuidemos a Pachamama. Cuidémonos.


#Yomequedoencasa

Lo que está sucediendo en el mundo, en España, pasará a los anales de la historia (a lo mejor mi amigo Ángel, historiador, me lo rebate).
Que yo recuerde, nunca habíamos vivido algo así. Salvo en el caso de la llamada “gripe española” (nos lo ha recordado en Instagram la cuenta de la serie “El Ministerio del Tiempo”).
Parece que nos cuesta ser conscientes de la gravedad de la situación o, más bien, quiero pensar, de la necesidad de actos de prevención para que no se convierta en algo que se lleve por delante a más personas de las que ya no están con nosotras/os en el mundo.
Hay que tomar medidas preventivas para no lamentar consecuencias mayores.
Ojalá yo pudiera quedarme en casa con mi hija. Ojalá pudiera aburrirme de leer, de ver series o películas. Ojalá pudiera dedicarme a las decenas de manualidades que inundan mi mente o ponerme a practicar durante más tiempo el ganchillo, que me he propuesto aprender en este 2020.
Pero no puedo quedarme. Tengo que cuidar. Tengo que caminar hasta el hospital para pasar el tiempo, en turnos, como si fuera una sanitaria más, cuidando a mi abuela, quien ha decidido, sin saberlo, ponerse, de nuevo, enferma, justo antes del cataclismo de este virus “guasón” que está poniendo el mundo, a la Tierra, patas arriba.

He leído en alguna red social, o en todas, un texto que viene a decir, en resumen, que la Tierra nos está dando, lo que nosotras/os le hemos dado durante estos años. La hemos maltratado sin tener en cuenta las consecuencias, y ahora se está vengando. Una venganza cruel, pero venganza al fin y al cabo. Una gran llamada de atención para que ahora cuidemos y nos cuidemos más. Para que valoremos lo que nos rodea. Para que no miremos por encima del hombro a quienes pensamos que tienen un trabajo de “peor categoría” que el nuestro.

Ahora, en estos 15 días de aislamiento, nos estamos dando cuenta de la importancia de los abrazos, los besos, las caricias, los apretamos de manos… que no estamos dando por precaución.
En este aislamiento no nos queda más remedio que cuidarnos y cuidar, que pasar tiempo con nuestra familia, hablar, comunicarnos. Tenemos que tirar de imaginación para que este confinamiento no nos vuelva locas/os, para que nuestra paciencia no nos abandone. Hay que ser personas creativas, dedicarnos al deporte en casa sacando las mancuernas que teníamos olvidadas o seguir a nuestra instructora de yoga que ha decidido hacer quedada online para guiarnos con las asanas. También podemos hacer quedadas virtuales para saber cómo está la familia o cenar nuestro grupo de amistades juntas alrededor de Skype.
Venga, imaginemos. Hagamos todo lo que hemos pospuesto y podemos hacer sin salir de casa. Pensemos en el bien individual que también es el bien común.

#Yomequedoencasa     

Sororidad o hermandad entre mujeres

La #malditatesis llegó a su fin un 27 de noviembre de 2017. Este año (aún queda) cumpliré 3 años siendo Doctora. ¿Me ha cambiado en algo la vida? Bueno, realmente no me ha abierto puertas, económicamente no estoy más estable ni tampoco laboralmente. Pero ese viaje de más de 4 años me sirvió para descubrir lo que me gusta: la investigación, moverme, relacionarme, demostrarme que puedo… Como me dijo mi compañera María de Cantabria: soy un culo inquieto. Aunque, sinceramente, dejé salud por el camino. Al final el cansancio podía conmigo, pero mi tenacidad consiguió que llegará hasta el final.

A lo largo de este tiempo de estudio, trabajo, escritura, investigación, compartir… he conocido a muchas personas buenas, menos buenas, regulares, interesantes, prepotentes, comprometidas, retorcidas, apasionadas, pacientes, ególatras, compañeras,… y, en algunos casos, se han quedado para quedarse, convirtiéndose en amigas.

A lo largo de este camino, he ido descubriendo el feminismo, qué significa para mí, qué significa para la sociedad, qué conlleva su lucha. Sigo aprendiendo, sigo estudiando porque me considero una aprendiz y aún me queda mucho.

He hallado el significado de la palabra «sororidad» de la que tanto se habla en el movimiento feminista y que yo no lograba comprender del todo.

Marcela Lagarde define la palabra sororidad de la siguiente manera:








Existen algunas personas, mujeres en su mayoría, por no decir todas, que he conocido por culpa de la #malditatesis y que se han quedado en mi vida, en mi día a día.

Hay un terremoto de mujer, que me aconsejó Soledad Murillo entrevistar para mi #malditatesis, que es el ejemplo claro de empuje, entusiasmo, ganas, compromiso, reivindicación, lucha y entrega. No me arrepiento de nada, al contrario, aprendo cada día con ella, me siento acompañada, escuchada y apoyada.

Emma Kunst es el ejemplo de mujer feminista comprometida con la causa desde hace años. Activista, respetuosa, implicada, inconformista, entregada y COMPAÑERA.

Primero fue la creación del lazo mediante la entrevista que le hice para la #malditatesis, hablando de su experiencia laboral y personal en el ámbito rural con mujeres migrantes víctimas de violencia de género. Sus palabras, sus gestos, su tono… todo te indicaba que es una mujer que no se achanta, que no calla, que lucha por lo que cree hasta el final.

Después de eso, llegó la colaboración estrecha a través de la mesa de trabajo con profesionales en Béjar hablando sobre lo que yo soy «experta». Tras esta mesa de trabajo, llegó la implicación personal con AMDEVE Béjar.

Ella se encargó de presentarme a las compañeras (y, ahora, amigas) de AMDEVE Béjar. Un grupo de «locas», como ellas mismas se llaman, que llevan años trabajando y luchando por acercar el feminismo (y lo han logrado) a las gentes de Béjar y alrededores. 

Su concurso de postales por el «padre igualitario», las rosas por cada mujer asesinada que ponen cada 25 de noviembre, recitales poéticos, charlas y talleres en colegios e institutos, actividades en el Casino de Béjar…

Ellas dejan huella. Por ese motivo, desde el Festival Abejarock, se pusieron en contacto con la incombustible Emma para montar un Punto Violeta.

¿Qué hizo Emma? «¡Raquel, te necesitamos!». Y Raquel se dejó liar por este grupo de mujeres que lo que tienen de «locas» lo tienen de gran corazón, entusiasmo y ganas.

Vamos a por el tercer año que montaremos el Punto Violeta. Ya tres años de colaboración con este grupo de mujeres que son la definición de SORORIDAD. Siempre pendientes, siempre atentas, siempre acompañando, siempre apoyando, siempre implicadas con la causa, con SU causa, con las mujeres, con ellas.

Tres años en los que me acogieron con los brazos abiertos y el hornazo siempre dispuesto (me mata mi nutricionista). Siempre buscando soluciones a los problemas de una que lo hacen de todas. Siempre aprendiendo y compartiendo codo con codo. Siempre luchando por el bien común de las mujeres.

Ellas, AMDEVE Béjar (Emma, Casti, Meli, Julia, Marisol, Clara, Rocío…), son SORORIDAD en estado puro. Aprendamos.