Un lugar mágico

Según llegaba el mes de junio, pensaba que mi verano iba a ser atípicamente tranquilo. Y eso, en cierto sentido, me tenía preocupada y, por otro lado, estaba con la firme determinación de disfrutar del tiempo, del río, de la lectura o de lo que se terciara.

La actividad infantil en Vistahermosa habíamos decidido que, a causa del COVID-19, iba a ser «light». No queríamos tener problemas en este año que seguía siendo tan anormal.

Pero, al final, según iba avanzando junio, la cosa se empezó a liar bastante. Finalizar la ruta escolar, preparar el verano chancletero y pensar en el horario de trabajo de lunes a domingo.

Gracias al Grupo Red Cultural, y a su coordinador Javi (y todo este lío es consecuencia de mi amigo Ángel), me encuentro trabajando en un lugar mágico que me transmite mucha paz y tranquilidad. Aunque tengo que hacer kilómetros y kilómetros a lo largo de la semana, cuando llego y empiezo a preparar las visitas o los talleres, lo compensa.

Trabajar en El Bosque como guía y monitora me está dando la oportunidad de descubrir un lugar mágico e histórico que, a pesar de haber viajado en varias ocasiones a Béjar, no había descubierto en su plenitud. Mis compañeros/as arqueólogos/as quizás no piensen lo mismo porque su trabajo es distinto, pero para mí, este verano, está siendo bastante enriquecedor, agradable y mágico.

El verano pasado tuve la oportunidad de entrar en El Bosque, pero creo que no era el momento o no estaba dispuesta, con la mente abierta, y no lo disfruté tanto, no le vi el potencial, no vi su belleza.

Este verano es distinto. O yo me siento algo distinta. O quizás me hayan dado la oportunidad de descubrirlo y mirarlo con otros ojos. Su historia y los añadidos que me permiten hacer, «los secretos de los árboles» que habitan en El Bosque, valorar el trabajo de mis compañeros y compañeras e introducirlo en las visitas, escuchar las anécdotas que te cuentan quienes tuvieron la oportunidad de entrar en él hace años, ser creativa usando los objetos que la naturaleza nos proporciona…

Me encanta pasear por el lugar (aunque a veces sea un paseo rápido con la lengua fuera, escaleras arriba, escaleras abajo), escuchar atentamente los pájaros que se alejan porque ya saben que pronto muchas personas van a «invadir» su lugar de sosiego. Asustarme con una culebrilla que se interpone en mi camino (o yo en el suyo). Dejar que una mariposa descanse en mi pie mientras yo sigo estudiando y anotando. Ver las libélulas de un azul eléctrico que sobrevuelan el estanque a una velocidad increíble. Mirar al suelo y observar a las lagartijas de distintos tamaños escapando del sol. Los saltamontes que se camuflan a lo largo del camino. El sonido del viento que mece las hojas de los árboles. La imponente fuente que corona el lugar. El estanque que se asemeja, en pequeño, al estanque de El Retiro. Pasear por el jardín descubriendo rincones y espacios tranquilos que te aportan alivio y frescor ante el calor.

Escuchar el agua, para mí, es un elemento tranquilizador que me ayuda a calmar el espíritu, a calmarme en general. El agua la puedes escuchar en varios puntos de El Bosque sin poner, casi, demasiada atención.

El agua es el eje vertebrador del lugar, pero también motivo de disputa. Que el Duque, era mucho Duque, y aunque yo ahora lo cuente con un poco de humor, en aquella época supuso un conflicto enorme con la Villa de Béjar y su población.

Duendes, gnomos, hadas… son pobladores invisibles del lugar que me ayudan a crear un aura de magia que envuelve todo el espacio. También me ayuda a transmitir lo que siento por El Bosque a las y los más pequeños. El Jardín renacentista-romántico da pie a crear historias donde estos seres son los protagonistas. Ayudan a transmitir la responsabilidad de cuidar el entorno y más éste, que tienen cientos de años y de vivencias.

Es importante descubrir lugares como éste. Tenéis la oportunidad de hacerlo este verano. Yo os guío por él, os hablo de su historia, de las curiosidades que allí habitan, de sus árboles y plantas, de sus propietarios, os invito a que lo descubráis a través de los 5 sentidos en una experiencia sensorial espectacular.

A las y los peques también les invito a descubrir sus rincones a través de puntos emblemáticos en una búsqueda sin igual, a reconocer huellas de animales que habitaron o habitan por la zona y a crear a través de los elementos que la naturaleza nos proporciona.

¿Queréis descubrirlo? Sólo tenéis que llamarme para reservar: 635.64.44.78.

El Bosque no os defraudará, os lo aseguro.

Una semana…

He tenido la gran suerte de poder despedirme de ti. Sin palabras. Sólo con gestos. Pero, al menos, pienso que fue una despedida y traté de hacerte llegar lo que sentía y siento.

Esta maldita pandemia no nos ha permitido vernos todo lo que nos hubiera gustado o hubiéramos querido; pero, al menos, nos hemos visto. Espero que, a través de la mascarilla, pudieras sentir todo lo que mis ojos querían decirte y expresarte.

En los últimos años hemos compartido momentos y cada vez te encontraba más parecidos con el abuelo José Antonio. No sólo porque te gustaba tallar la piedra de Villamayor, sino por esas manos… Igualitas a las suyas. (Tu hermano el pequeño también las tiene muy parecidas, por no decir iguales. Los genes imagino). Pero también te encontraba parecido con la abuela Rosa, aquella mujer a la que tanto nombrabas y añorabas: ese gesto de tu mano apoyado en la frente, como pensativo/a, pero que, en realidad, era de descanso mental (creo yo).

No nos hemos visto todo lo que quisiéramos, se han quedado conversaciones en el tintero sobre ese libro-tesis que también es tuyo porque me apoyaste, me acompañaste, me abriste miles de puertas y ventanas. Siempre estaré agradecida por toda la ayuda, por alojarme en vuestra casa y hacerme más llevaderas las estancias en Madrid. Una ciudad que me enseñasteis a respetar y añorar. Ciudad a la que querías que volviera para quedarme y estar cerca. No sé si se logrará o si permaneceré en tu añorada tierra charra, pero cada vez que vuelva a Madrid, será un guiño hacia ti.

Recuerdo que al principio de este bicho que te ha llevado, hace 3 ó 4 años, no lo recuerdo bien, me decías, con cara de preocupación, que quien te preocupaba era tu mujer (mi tía) porque también, en ese momento, estaba pachucha. Pero al final, por quien debíamos preocuparnos era por ti. Tú, siempre tan cuidadoso con tu salud, fuerte, enérgico…

Pero siempre, siempre estarás con nosotras, con nosotros. Formas parte de nuestros recuerdos más preciados: esas Navidades cuando éramos pequeñas, la llamada de Papá Noel en casa de la abuela y el abuelo… O esas cenas en casa de tu hermana, a la que adoras y por la que siempre te has preocupado aunque no hayas dicho nada. Ese «tubito» siempre preparado en la mesa, mientras jugabais a las cartas o, últimamente, al «rummy», pero sin «tubito». La edad sería, o la jubilación…

Siempre recordaré (gracias a las fotos) esa última Navidad, o post-Navidad, que pasamos juntos, con la abuela, previa a la pandemia (quién nos lo diría), haciendo el bobo con tu sobrina-nieta mayor para quien eras el Tío-Yayo, los dos agarrados del brazo, entrando en el salón ante la atenta mirada de las más pequeñas de la familia. Fue de los últimos momentos que vivimos juntos. ¡Quién nos lo diría!

Hay multitud de momentos que se quedan grabados en la retina, en la mente y en el corazón. Desde mi infancia, siempre presente.

Recuerdos de cumpleaños, vacaciones de Navidad, bautizos, comuniones, vacaciones en La Alberca, «vacaciones» en Madrid… Siempre te tendré en mi memoria cantando a pleno pulmón: «tengo una virilidad, tú lo sabes muy bien, estás muy enterada….». Haciendo tuya una versión de un anuncio de TV de unas Navidades ya, bastante pasadas.

Te recuerdo sentado en una de las butacas del salón de la Facultad de Derecho de la UNED, escuchando, en primicia, lo que sería la defensa de mi tesis doctoral; ésa que me/nos costó tanto. Me acompañaste porque te hacía ilusión y yo no pude (ni quería) decirte que no. Y, días después, a pesar de tener a la abuelita ingresada, compartiendo esos momentos de tensión, de nervios, de emoción y de alegría con «mi» gente venida de Salamanca (y de Madrid).

Luego te acompañamos en la operación. ¡Cómo no iba a ir! Y unos días después, nos volvimos a encontrar en el acto de celebración de Doctorado. Estabas cansado, recién operado, pero ahí os reuní a los tres hermanos (y a la tía), comimos juntos, tranquilamente en casa y os dije que ya os invitaría en Salamanca. Pero no ha podido ser.

No han podido ser tantas cosas al final. Pero te tenemos presente, te añoramos, te queremos infinito y siempre, siempre, siempre estarás con nosotros/as, tu familia.

Afortunadamente, tengo otra estrella más en el cielo que me guiará en los momentos duros y que me alumbrará cuando haya alegrías que celebrar. Una estrella que se encuentra al lado de dos estrellas grandes, que son el abuelo y la abuela.

Te quiero tío Andrés.

Perdón

Este post lo tenía que haber escrito antes de terminar de ver la docu-serie de Rocío Carrasco, pero por diferentes motivos no ha podido ser.

Termino de ver ahora el capítulo 12 de este documental, serie… o como lo queramos llamar, donde ella, Rocío Carrasco Mohedano ha narrado todo lo que ha tenido que vivir, soportar y aguantar durante estos 20 años.

Este post se titula «perdón» porque, en primer lugar, aunque sé que no lo va a leer, quiero pedirle perdón. Y quiero hacerlo porque, como tantas personas, quizás, la he juzgado sin conocer toda la historia. Cómo la voy a conocer si a ella sólo la conozco por la prensa rosa, por ser hija de quien era hija y ya.

La imagen que yo me cree de ella es de una niña bien, que lo ha tenido todo, que era caprichosa, que cometió el error de unirse con este Ser y que luego, al cabo de los años, desapareció sin decir nada. Silencio.

Iba a decir que la consideraba una niña pija, pero no, porque como ella misma ha dicho en alguno de los capítulos de la serie, era bastante hippie. Pero los tenía bien puestos (o puede ser que le pudiera la cabezonería, el impulso y la juventud) y hacía lo que ella creía que tenía que hacer. Pero, a la larga, le ha salido caro.

Por el contrario, a pesar de que yo, como madre, no podía entender ese «desapego» con su hija y su hijo, nunca me ha gustado el «Ser». Siempre me ha parecido un personaje que se regodeaba de haber sido Guardia Civil, pero de cuyo cuerpo le hubieran echado si no se hubiera ido él, porque las debió de preparar bastante gordas, así que creo que no es algo de lo que deba sentirse orgulloso. Además, me parecía (y me parece) bastante rastrero y vergonzoso que su único oficio, después de pertenecer a la benemérita, haya sido hablar de su ex pareja, comercializar o mercantilizar a su hija y a su hijo, vender lo mal que lo estaba pasando por culpa de la bruja de su ex (calificativo que todo el mundo suele emplear para dirigirse a la otra parte con la que no ha acabado muy bien) y, para colmo, vender las lágrimas falsas que salían por sus ojos. Nunca me lo creí ni me lo creo ahora. No considero que sea un pobrecito, sino que todo lo tenía bien orquestado y pensado, y ha sabido sacarle partido. No le ha faltado pan que llevarse a la boca aunque nos quisiera vender lo contrario.

A las pruebas me remito.

Durante los 12 capítulos en los que Rocío Carrasco Mohedano ha contado su verdad «para seguir viva», he llorado, he reconocido todo lo que he estudiado y visto desde que soy consciente de la existencia de este problema social llamado «violencia de género». Pero también me he sentido muy identificada en su papel de madre.

Me he visto en ella cuando relataba todo lo que ha hecho en beneficio de su hija y de su hijo porque ella pensaba que era lo que tenía que hacer, que era lo mejor.

Porque que tú hayas roto una relación con tu pareja, con el padre (en este caso) de tu hija y de tu hijo, no significa que lo tengan que pagar ella y él; no significa que tengas que usarlos como moneda de cambio, como arma arrojadiza…

Porque que tú te lleves mal con el padre de tu hija o de tu hijo, no significa que lo tenga que pagar él o ella… Hay que hacer las cosas con cabeza, nunca «vomitar» con los/as menores toda la bilis que te provoca la otra parte, porque no tienen la culpa.

Y Rocío hizo lo que creía que tenía que hacer: nunca hablar mal del padre, nunca ponerles en su contra ni malmeter, poner las facilidades posibles, no manipular…

Pero que ella crea que es lo correcto, que está haciendo lo que debe hacer, no quiere decir que la otra parte haga lo mismo.

En pocas ocasiones se hace que las dos partes sepan diferenciar lo relacionado con la pareja y lo relacionado con su papel de madre/padre. En la mayoría de los casos, siempre hay una parte que no pone las cosas fáciles, que usa a las/os menores en su propio beneficio… Pocas personas tienen la cabeza tan bien amueblada como para hacer las cosas como se deberían hacer.

Pero siempre diré que un maltratador NO ES UN BUEN PADRE.

No he visto los debates posteriores al capítulo. No sé si los veré, sinceramente. Pero me aporta tranquilidad y seriedad saber que han participado tanto Bárbara Zorrilla como psicóloga, a la que conozco por la relación que nos une a ambas con Generando Igualdad, como Ana Bernal Treviño como periodista… Menuda la que les ha caído a cada una por redes sociales. Pero es necesario que en estos programas (y en otros) participen personas realmente expertas, que sepan de lo que hablan, y no meros colaboradores que dicen saber de todo, pero en realidad no saben de nada.

Rocío Carrasco Mohedano, de nuevo quiero pedirte perdón por crearme una opinión sin conocer toda la historia. Pero también quiero darte las gracias por hablar, aunque hayan pasado 20 años y los hayas pasado mal y en silencio, rodeada de tu gente. Nunca es tarde para denunciar y tus palabras ayudan mucho a que otras mujeres pongan nombre a lo que han sufrido o están sufriendo, a que busquen ayuda (no tiene que ser acudiendo a la comisaría o al cuartel), a que verbalicen lo que les pasa, a que saquen más fuerzas y rompan con esa relación…

Pero también, y creo que esto es muy muy importante, para que el resto de la sociedad se implique y pare los pies a aquellos que se sienten con total legitimidad para atentar contra los derechos de las mujeres porque se creen con todo derecho, con poder.

Maternidad

Llevo algunas semanas dándole vueltas a la idea de volver a escribir sobre la maternidad (sobre este tema ya he escrito dos post), pero no pasando de puntillas por ella.

Hace años ya que soy madre. He cometido muchos fallos, pero he tratado de hacerlo lo mejor posible. Aún sigo intentándolo.

A mi alrededor tengo a nuevas madres que luchan día a día por ser mejores como madres, olvidándose de ellas mismas, auto-exigiéndose más de lo que su cuerpo y su mente puede soportar. Olvidando que, ante todo y sobre todo, son mujeres, son personas que tienen sus virtudes, sus defectos, sus necesidades y que necesitan de momentos para ellas, para no olvidarse el motivo por el cual decidieron ser madres (entre otras cosas).

La maternidad supone una carga tremenda para nosotras. Aún en este siglo XXI en el que estamos sumergidas, a pesar de la pandemia que nos exprime al máximo dejándonos sin aliento, ser madre supone una carrera de fondo. Siguen pesando los estereotipos y los roles que nos hacen ir todos los días con la lengua fuera, abarcando más de lo que somos capaces de soportar, porque así nos han dicho que tiene que ser la maternidad, pero lo asumimos como propio, casi sin protestar.

Poco a poco, las mujeres influyentes-conocidas-famosas nos muestran la realidad de la maternidad; alejándose de la idea bucólica y romántica que flota en el ambiente desde tiempos inmemoriables: uno de los fines más importantes de las mujeres es convertirse en madres.

Pues no señoras y señores. La procreación no es un objetivo que tiene que tener toda mujer (o todo hombre). Pero a nosotras se nos sigue cuestionando, preguntando y empujando a una maternidad, a veces, no deseada. Porque la maternidad es un deseo, no una obligación o derecho.

Durante el embarazo nos cuestionamos porque engordamos o porque no lo hacemos, porque nuestro cuerpo pierde las formas y nos sentimos presionadas. Nos da miedo absolutamente todo: que no le llegue el alimento suficiente al bebé, que sea demasiado grande a la hora de nacer, que me duela absolutamente todo en el parto (como así es), que sea un parto largo, que al final me tengan que meter en quirófano, que el bebé tenga problemas, que…. Anticipación pura y dura.

Pero cuando ya tenemos a nuestro bebé con nosotras, esto no para. ¿Comerá lo suficiente? Es que no duerme y yo estoy muerta, no puedo con mi alma (pero no pido ayuda, eh, ¿qué van a pensar, que soy una floja y que no puedo?). No crece lo suficiente. ¿Por qué no me sube la leche? Es que si no le doy leche materna, ¿soy una madre horrible? Si me quedo dormida y el bebé está llorando o está despierto en la cuna, ¡ay, Dios mío, qué horror de madre soy! ¿Colecho o mejor en su cuna desde el principio? Uys, tengo la casa patas arriba, pero es que no me da el tiempo. No tengo echa la comida. No tengo nada en la neverar. ¿Y cuándo voy a comprar? Si es que con el bebé me da miedo ir al super por si se pone a llorar. ¡Ays, pero qué le pasa ahora! Si hablaras, todo sería más sencillo (o no).

Todas estas frases, preguntas, cuestionamientos… están en la cabeza de una mujer madre. En muchos casos, la maternidad está compartida con una paternidad, pero en nuestra mente esa ecuación parece que no es factible. De hecho, muchas de nosotras justificamos que lo hagamos nosotras todo:

– Es que él no sabe (¡coñe, y tú tampoco! Estás aprendiendo sobre la marcha).

– Es que se lo tengo que dejar todo preparado si quiero que la cosa salga bien. No, perdona, se lo tienes que dejar todo preparado para que salga como tú quieres que salga.

– Es que no les puedo dejar solos, acaban «discutiendo» (cuando la hija o el hijo es algo más mayor). Claro, tienen que habituarse el uno al otro/la otra. Si siempre han estado juntos y tú mediando, no saben cómo resolver los conflictos que puedan surgir. El padre también tiene que aprender, reeducarse como padre. No somos diosas, no somos seres perfectos, no lo sabemos todo. Ensayo, error. Ensayo, error. Y así hasta el infinito.

– Es que no come. Quizás sí coma, pero no lo que tú crees que debe comer. Quizás se sacia antes, quizás hay que espaciar las comidas, quizás tienes que estar en un ambiente más tranquilo y relajado, quizás… Quizás es el momento de involucrar a la otra parte y crear un vínculo.

Venga, ya, vamos a quitarnos esos ropajes antiguos con telas nuevas que nos encasillan, nos aprisionan, nos obligan a ser nosotras las «jefas en la sombra», las controladoras, las manipuladoras, las organizadoras, las amas de casa eternas, las educadoras familiares… Vamos a aprender a trabajar en equipo familiar, a compartir responsabilidades para llegar a la corresponsabilidad real y práctica (porque el ser madre y padre, en muchos casos, es una elección de dos personas, por lo tanto, es responsabilidad de dos); vamos a permitir que ellos (cuando compartamos la vida con un «él») también se equivoquen y vayan aprendiendo sobre la marcha, igual que lo hacemos nosotras; vamos a compartir la maternidad-paternidad para que no sea algo exclusivo de nosotras; vamos a permitirnos errar, llorar, «tener truenos en la cabeza», tener días buenos y no tan buenos; vamos a aprender a conversar, a compartir nuestros miedos y temores; vamos a ser responsables de lo nuestro sin temor al fracaso, sin culpa… Vamos a ser madres de verdad, no perfectas. Chicas, la perfección no existe y quien diga lo contrario… Oídos sordos.

Mujeres relevantes del feminismo: Soledad Murillo de la Vega

Según la wikipedia: Soledad Murillo de la Vega nace en Madrid el 21 de abril de 1956. Es socióloga feminista, a parte de investigadora y política. 

Desde el 9 de junio de 2018 hasta el 15 de enero de 2020 fue Secretaria de Estado de Igualdad en el gobierno español de Pedro Sánchez. De 2004 a 2008 fue secretaria general de Políticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España, ocupando el primer cargo político en materia de Igualdad en el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero. De 2009 a 2013 formó parte del Comité CEDAW (Comité Antidiscriminación de la Mujer) de Naciones Unidas y de 2011 a 2015 fue concejala del Ayuntamiento de Salamanca por el Partido Socialista Obrero Español.

Es doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y profesora titular de la Departamento de Sociología y Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Salamanca donde promovió en 1998 el seminario de estudios de la Mujer e impulsó el primer doctorado de Género. En sus investigaciones como socióloga destacan sus trabajos sobre el análisis del tiempo de hombre y mujeres en cuanto a las tensiones que genera compatibilizar mercado de trabajo con vida familiar, analizando por qué es un problema femenino y no masculino dicha conciliación y la investigación sobre el asociacionismo en las organizaciones de mujeres.

En diversas publicaciones denuncia la devaluación social del ámbito privado y doméstico pese a la cantidad de horas invertidas a la producción de bienes y servicios del hogar, así como a los cuidados de personas dependientes, que además exige la existencia de un sujeto responsable de su organización, generalmente una mujer. También la falta de privacidad y de «tiempo propio» de las mujeres que dedican la mayor parte de su tiempo a obligaciones familiares y de cuidado de las personas de su entorno.

En 2003 dirigió el estudio Ciudadanía activa: las Asociaciones de Mujeres en España, con la participación de 807 asociaciones de mujeres en el que se plantean las claves para avanzar hacia el diálogo civil entre los poderes públicos y las asociaciones que dan cuerpo a los movimientos sociales e identifica las debilidades y los retos de las propias asociaciones. En el mismo denuncia cómo los grupos de mujeres perciben el trato discriminatorio a que les someten los poderes públicos y como resultado consideran que es habitual que los partidos políticos no reconozcan los logros conseguidos por muy importantes que hayan sido o que hayan ayudado a crear bienestar social.

Pero Soledad Murillo de la Vega, en mi opinión, es mucho más. Es una mujer brillante, luchadora, inteligente, responsable y dedicada en cuerpo y alma a lo que le gusta y en lo que cree.

Para mí ha sido mi guía académica en los momentos más difíciles. Una inmensa mujer que ha hecho mucho por el feminismo en España y por los derechos de las mujeres.

Diario de una pandemia VI

Nos han levantado el estado de alarma, pero eso no significa que no tengamos que seguir con las precauciones y con una oreja levantada, como hacen nuestros amigos caninos. Siempre alerta. Sin bajar la guardia. El peligro no ha pasado, no lo debemos olvidar.

Crisis sanitaria, crisis social, crisis económica… 

Crisis, crisis, crisis…

En el mes de mayo hice un par de directos en dos redes sociales: instagram y facebook live, para presentar mi libro «Revictimizadas: migrantes y víctimas de violencia de género«, ya que las dos presentaciones que tenía programadas con fecha, hora y lugar, en el mes de abril, tuvieron que ser suspendidas/pospuestas. 
Mis primeros directos. Nervios a flor de piel. La verdad es que, para no ser una influencer, tuve bastantes personas siguiendo mi «discurso». No sólo familiares y amistades. Tontxu se conectó a Instagram y yo me emocioné muchísimo, por ejemplo.

Estos dos directos, para ser sincera, se le ocurrieron a mi fisioterapeuta. Menuda lianta y yo que me dejo liar.
 
Pero no sólo hablé de mi libro, el cual podéis adquirir poniéndoos en contacto conmigo directamente, sino que hablé de la violencia de género en general.

Durante esos dos directos creo que fui tajante al decir que, pasado el estado de alarma y el confinamiento forzoso, los casos de violencia de género iban a aflorar como los champiñones tras las lluvia. Esto también lo corroboró Gregorio, el vicepresidente de la asociación ALMA de Badajoz.

Los datos son los siguientes y hablan por sí solos:

Las llamadas al 016 durante el confinamiento han aumentado en más de un 40%, según los datos aparecidos en la página de La Moncloa y la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.
Por otro lado, las consultas realizadas al mismo número, han ascendido en más de un 400%.
Durante el 2020, 21 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas. Elevando el número de asesinatos por violencia machista, desde el 2013, a 1054 mujeres. Durante este año, 3 menores han sido asesinados. 
¿Seguimos enumerando?
Personalmente, sin estar trabajando para ninguna Administración Pública ni para ninguna entidad sin ánimo de lucro que se dedique a la violencia de género y/o violencia sexual, he atendido dos llamadas relacionadas con la violencia de género en Salamanca, mi ciudad.
En ambas llamadas, la víctima directamente o una amiga en nombre de la víctima, solicitaban ayuda e información, ya que la persona letrada asignada por el turno de oficio correspondiente no era nada clara ni halagüeña con el resultado final del juicio rápido. 
Información y ayuda porque durante este confinamiento las cosas se han ralentizado mucho más y aún se sigue dando una información que no es suficiente para las víctimas, junto con una ayuda escasa.
– ¿Qué me va a pasar? 
– ¿Qué va a pasar con mis hijos? 
– No me deja entrar en casa, ¿qué hago? 
– No tengo ingresos, ¿cómo voy a mantener a mis hijos? 
– Si no gano el juicio, él volverá a casa. Me va a dejar sin nada.
– Quiere la custodia compartida, pero a su manera. Me va a hacer la vida imposible.
Comentarios como éstos son los que he escuchado en las conversaciones telefónicas mantenidas. 
Mi ayuda ha consistido en escuchar, aconsejar y derivar a Adavas Salamanca, donde recibirán una atención integral y multidisciplinar. Las orientarán en todo lo que necesiten a nivel jurídico y social y recibirán ayuda psicológica si lo precisan y solicitan.
Pero, al igual que pienso que tendremos otro rebrote del COVID-19, también considero que lo peor en relación con la violencia de género está por venir. Ya lo he dicho, tenemos que estar preparadas como sociedad y echar una mano. Dejar las habladurías y cotilleos propios de los pueblos (se siguen produciendo, lo sé a ciencia cierta) y arrimar el hombro para señalar a los culpables de los maltratos y las agresiones.
Para acabar con la violencia de género, que SÍ existe, por mucho que haya personas que lo nieguen, tenemos que asumir nuestra responsabilidad. 
Porque se trata de una violencia que se sustenta en el género, el cual, a su vez, se basa en las diferencias creadas por por pertenecer a un sexo concreto. Y la sufrimos las mujeres, todas nosotras, por ser mujeres. Sin más.
Campaña creada por el Instituto Canario de la Mujer