Indirectamente, se inicia una nueva etapa en mi vida. Y, de pronto, me pongo a hacer balance…
Me empecé a dar cuenta de la importancia de la lucha por los derechos de las mujeres cuando inicié mis estudios del Máster en Malos Tratos y Violencia de Género en la UNED. Durante esos dos años (con un momento «kit kat» en el medio), fui consciente de la cantidad de veces que yo, por el mero hecho de ser mujer y ser considerada una persona con necesidad de ser protegida, había sido ninguneada de forma consciente o no; como los roles de género y los estereotipos habían hecho que tomara unas decisiones y no otras, que no fuera o hiciera lo que realmente quería.
Determinados acontecimientos en mi vida hicieron que evolucionara a marchas forzadas. Consiguieron que espabilara y empezara a luchar por ocupar mi sitio, el que me correspondía; y a no dejarme avasallar por aquellas personas que se consideraban más que yo.
Me costó. Me cuesta. Pero, poco a poco, me he vuelto una rebelde con causa, la oveja negra-feminista de la familia. Y a mucha honra.
Inicié mi colaboración con Adavas Salamanca sin tener muy clara mi postura en torno al feminismo, sin saber exactamente en qué consistía, sin una argumentación firme.
Pero como me gusta aprender, ya lo he escrito, me encanta y me apasiona la lectura, eso hice: leer y empaparme de conocimiento (aún sigo haciéndolo).
Un curso por allá, un libro por acá, una conversación con tal amiga, una recomendación cinematográfica, una entrega de premios y la «maldita tesis». Una gran directora que me guió en los últimos meses y que me empujó a continuar y a seguir estudiando y aprendiendo. Hay que ser humilde en esta vida, pero sobre lo que escribes en una tesis, quien más sabes eres tú y te lo tienes que creer. Soledad Murillo de la Vega es mi mentora, mi guía y mi referente en esta sociedad. Una linterna en el feminismo (haciendo referencia a Nuria Varela) y en el trabajo duro. Mi ejemplo.
Hay diversas autoras (y autores) que me han dejado huella: Nuria Varela y su «Feminismo para principiantes» o «Cansadas»; Nuria Coronado Sopeña y «Hombres por la igualdad» (ganas de «hincar el diente» a «Mujeres de frente», su nuevo libro); Octavio Salazar con sus libros «El hombre que no deberíamos ser» y «#WeToo»; por supuesto, Miguel Lorente Acosta y «Mi marido me pega lo normal» o cualquiera de los libros escritos analizando la violencia de género. Películas que remueven: «Figuras ocultas», «Refugiada», «Persépolis»,…
Rodearte de mujeres (y algunos hombres) que, gracias a la sororidad, te enseñan que esta lucha no es individual, sino colectiva.
Emma Kunst y todas las compañeras de la asociación rural de mujeres AMDEVE (Béjar). Con ellas se aprende que querer es poder, con sudor, lágrimas y trabajo duro; que se puede hacer mucho, con poco y con ganas. Pequeñas mujeres haciendo grandes cosas.
Ahora, cuando me llaman «feminazi» hincho el pecho y les digo que sí, tal vez. Pero que tienen que aclarar conceptos. Si entienden por feminazi a aquella persona que lucha por lograr las mismas oportunidades y derechos entre hombres y mujeres, pues sí, lo soy y me enorgullezco. Pero deberían informarse un poquito y saber, primero, qué es el feminismo (y no igualitarismo) y qué fue el nazismo. Este último, en resumen, lo que quería conseguir era una selección de razas. ¿Cómo? Asesinando. El feminismo no ha matado a nadie. Hace ruido, mucho. Pero no atenta con la vida de nadie, no considera que tiene el poder, no quiere conseguir la supremacía de las mujeres por encima del hombre. Pues esto sería hacer lo que criticamos del machismo.
Así que, queridas y queridos, un poco más de cultura, un poco más de información, algo más de autocrítica y reflexión antes de abrir la boca.
Sí, soy FEMINISTA. Sí, lucharé por ello con uñas y dientes porque creo en esta lucha. Utilizaré las armas que tenga a mi alcance: la palabra, la crítica, la literatura, el cine, el teatro… Para dejar un mundo un poquito mejor.