Colores

La Diversidad de colores da alegría a la vista y al corazón.
Los colores dan vidilla a este mundo, a esta sociedad que se parece a los hombres de gris que describía Michael Ende según el tinte que va tomando.
La monotonía es algo aburrido, que nos convierte en seres mecánicos, en auténticos autómatas.


Ni todo es blanco ni todo es negro. Entre medias hay una amplia variedad de gamas de colores que puedes combinar de la mejor manera posible. Pero cuidado, no todas las combinaciones son buenas.

Por ejemplo, el azul y el verde no dan buen resultado. Se empeñan, tratan de mezclarse, pero cada uno de ellos tiene su orgullo, quiere gozar de más espacio, quiere imponer su criterio, llevar la razón siempre y, a corto plazo, no dan esa alegría de la que hablaba al principio. Al contrario, dan repelús.

Blanco, rojo, rosa, marrón, negro, violeta… Una gran cantidad de colores que impregnan nuestra sociedad, haciéndola más auténtica, más divertida, más diversa y más multicultural.

Existen personas que niegan que existan más colores que los que nos dijeron que componían el arco iris. Hay más de 7, por supuesto, y nuestra sociedad española lo está demostrando.

Hablo de colores, pero también hablo de personas.

Hay quienes se empeñan en ponernos un sello, como hacen al ganado, para identificarnos como «marca España», lo auténtico. Pero no se dan cuenta que lo verdaderamente auténtico es la variedad. Nos enriquece tanta diversidad de culturas, de personas, de ideas (las que ayudan a avanzar, las que quieren anclarse en el pasado, no), de tradiciones culturales que nos muestran que cada territorio tiene su idiosincrasia, sus propias formas y maneras.

Llevamos un 2024 donde se han demostrado muchas cosas: el deporte no es sólo masculino. Si se da la oportunidad, las mujeres podemos demostrar que somos muy buenas en lo que hacemos, incluso en aquellas áreas en las que, históricamente, eran ocupadas por los hombres. Existen otros deportes más allá del fútbol. Hay diversas tonalidades de «color carne» y, no por ello, eres menos español/a.

Aunque les pese, España está compuesta por diferentes tonos de «color carne». No hay ninguno que signifique que sea más español que otro.

También, aunque les pese, hay un tipo de violencia que sí merece una atención especial. Precisa de recursos específicos, necesita de un cambio de la educación desde la base para fomentar la igualdad, el respeto, la tolerancia y la integración.

Toda la violencia es criticable y no justificable. Pero la violencia que sufrimos las mujeres la sufren la mitad de la población. Es un PROBLEMA SOCIAL, así, con mayúsculas, que precisa de la implicación de absolutamente toda la sociedad en su conjunto. Quien no quiera aportar, que cierre la puerta al salir. Pero que sepa que, en el momento que necesite del movimiento, no miraremos a otro lado como hacen ellos. Da igual la procedencia, el color, las ideas,… la violencia de género ataca a cualquier mujer, por el hecho de ser mujer. Y, en nuestro país, aunque no lo quieran ver porque cubren sus ojos con vendas opacas, los agresores, en su inmensa mayoría, son hombres de nacionalidad española, como ellos dicen.

Hablemos alto y claro de la heterogeneidad de nuestra sociedad y de que tenemos un problema social en la violencia de género que cada vez más se aproxima al terrorismo.

Ser humano

Galicia nos volvió a demostrar que hay que tenerlo bien atado todo, que no hay que dar las cosas por supuestas (nunca) y que las estadísticas están para dar una confianza irreal que se torna en una sorpresa de realidad, dándole la vuelta a la tortilla.

Esto que ha pasado, a quienes confiamos en el progreso, en el avance y volver al Estado de Bienestar en todo su esplendor, nos desanima y nos deja el cuerpo roto.

Tenemos que darnos cuenta que, aunque hablemos de unión y alianza, resulta que nos fragmentamos y miramos nuestro propio ombligo, sin querer reconocer que la unión hace la fuerza.

Me resulta difícil confiar en el ser humano. Ese ser humano que, en su mayoría, sale a la calle con la marea blanca reclamando lo público, pero que se queda en casa cuando hay que dar el voto a la continuidad o al cambio.

Es complicado creer en el ser humano cuando, a pesar de salir a limpiar las playas contaminadas, se decide mirar hacia otro lado cuando le roban en «su propia casa» quien dice velar por su seguridad y comodidad.

Somos capaces de «llorar» por las esquinas por nuestra mala suerte, pero seguimos (o siguen) votando a los mismos, a quienes han creado su feudo a golpe de talonario y son capaces de comprar casi todo para mantener su poder y sillón, dándoles igual la gente. Se iban a morir igual y no sabes lo que me gusta la fruta.

Esa gente que se cree ese discurso manido es quien se equivoca de enemigo y otorga su confianza a quien no mira por el interés del prójimo para hacer una sociedad más habitable, más deseable, más cómoda.

Un discurso que cala tan hondo, que lava tanto el cerebro, que resulta un trabajo titánico y prolongado en el tiempo revertirlo. Porque revertir el problema, parece ser, es un trabajo individual, en lugar de colectivo.

¿Debemos confiar en el ser humano?

Me resulta difícil responder a la pregunta después de lo acontecido en tierriñas galegas.

Pero, a pesar de todo, seguiremos luchando por lo que creemos que es el verdadero progreso y lo que es justo y necesario para toda la sociedad. ¿Te apuntas de verdad?

Justicia Social

Tan sólo hace un par de días, alguien, a quien acabo de conocer, me decía que había optado por dedicarme a la justicia social y es algo muy bonito en estos tiempos que corren.

Decía esto después de mi participación en el programa Objetivo Igualdad de RTVE donde se trataba, en escasos 10 minutos, de la migración y la violencia de género.

Os dejo el enlace por si no os lo he hecho llegar o no habéis tenido la oportunidad de verlo:

https://www.rtve.es/play/videos/objetivo-igualdad/programa-111-mujeres-migrantes-y-violencia-de-genero/7010776/

Siguiendo con esto de la justicia social, este lunes 20 de noviembre, junto a la poeta Mireia Sánchez, organizamos una actividad en la Biblioteca Municipal La Vega, en el barrio del mismo nombre. El desarrollo de la mencionada actividad fue posible gracias a Manuel y, sobre todo, a Maite, las dos personas encargadas del funcionamiento de la biblioteca.

Nos dimos cita 18 personas para escuchar textos relacionados con el abuso sexual infantil (día que se conmemora el 19 de noviembre), reflexionar sobre nuestro papel como sociedad y tener un espacio donde hablar, contar, leer y tratar de dar herramientas para luchar contra este delito. Fue un espacio acogedor donde pusimos encima de la mesa, literal, multitud de libros que abordan este tema.

Mireia y yo leímos alguno de nuestros textos publicados o aún no. Estuvimos arropadas por mujeres y hombres que están sensibilizadas con el tema, que asumen la responsabilidad que les toca como parte de la sociedad y que quieren cambiar.

En eso consiste, en alzar la voz, cada vez más alto, para concienciar, VISIBILIZAR y mostrar al mundo que hay que posicionarse, cuidar y, sobre todo, respetar a las y los menores.

También, durante 15 días, contamos con la exposición fotográfica de Paloma, para seguir concienciando y dando voz a las víctimas supervivientes.

No dejéis de pasar por la Biblioteca Municipal de La Vega.

Privilegios

Privilegio: exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia.

Machismo: actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.

Patriarcado: organización social primitiva (y no tanto) en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aún lejanos de un mismo linaje.

Si unimos estos tres conceptos, ¿qué nos da? El mundo del fútbol y todos los satélites que le rodean.

Esperábamos con ansia la asamblea extraordinaria de la RFEF en la que, ya se anunciaba el día anterior, se iba a comunicar la dimisión del actual presidente y, quizás, del seleccionador del equipo femenino.

Bueno, pues, rodeado de sus palmeros, jaleadores, bufones, papanatas, cagalindes, zurcefrenillos, etc. el actual presidente de este organismo que representa a este país en el mundo del fútbol, se ha reído en nuestra cara y ha dicho que de dimisión nada de nada.

Ha culpado al «falso feminismo» del revuelo causado tras la celebración, siempre consentida, que se realizó tras la victoria de las CHICAS de la selección de fútbol. Porque quienes hicieron todo el trabajo fueron ELLAS. Las campeonAs son ELLAS.

En el discurso que se ha realizado ante quienes han asistido a la asamblea, estando sus dos hijas presentes, ha hecho alarde del título de machismo que ostenta, relatando, punto por punto, todo contra lo que lucha el feminismo (que no es lo contrario a machismo, cuidado). Él se convierte en víctima y ella es tildada de mentirosa porque, en una conversación que debió de suceder en su cabeza (por lo que se ve en las imágenes), presta su consentimiento para darse un «pico» como muestra de la emoción y euforia que le embargaba a él tras tratar de calmar esa excitación tocándose sus partes pudendas en el palco ante la presencia de la reina y la infanta. Todo un acto de diplomacia y saber estar de un representante de un órgano oficial que representa a este país llamado España (léase el sarcasmo, por favor).

Pero ese «falso feminismo» al que él ataca se ha unido más que nunca y se muestra fuerte y unido. Declara abiertamente (yo misma lo hago) su apoyo incondicional no sólo a Jenni Hermoso, que ha sufrido en sus carnes, de forma pública, un acto de abuso de poder, sino a todas las jugadoras de la selección femenina de fútbol actual y quienes no volvieron a ella por decir las cosas claras.

Jenni Hermoso ha dado un paso adelante respaldada por su equipo de representación y su sindicato. Pero también está respaldada por el resto de sus compañeras y, entiendo, que amigas y por algunos de los hombres que han dicho alto y claro que no aguantan más comportamientos de trogloditas como éstos. Han sido pocos los que en las redes sociales se han posicionado claramente del lado de Jenni Hermoso, pero tienen un gran valor ejemplarizante para la juventud y el resto de la sociedad.

Este señor del Cromañón no sale más reforzado de esta asamblea, sino que sale más cuestionado no sólo en España, sino también en el extranjero. Quizás podemos decir que aunque grite hasta la saciedad que no dimite, está siendo perseguido de cerca para inhabilitarle y sancionarle por todo lo que se ha podido ver el pasado domingo 20 de agosto.

Además, el discurso que da en la asamblea es después de compartir un vídeo en el que trata de disculparse, sin éxito, por cierto, pero que también demuestra el nivel de machismo que existe dentro de él.

Como diría Octavio Salazar: Rubiales es el hombre que no deberíamos ser.

«Querido» (léase de nuevo el sarcasmo), no te equivoques. No has ganado absolutamente nada, las feministas, esas a las que tú englobas dentro del «falso feminismo que es una lacra» de este país, están en bloque, a muerte con Jenni Hermoso, con las jugadoras de la selección y con todas las mujeres que, en algún momento, nos hemos encontrado con algún Rubiales en nuestra vida. Esto que estamos demostrando se llama sororidad, apoyo incondicional. No nos van a volver a callar, no nos van a silenciar hombres como tú que nos amenazan con denuncias vacías por decir lo que realmente ha sucedido.

Ya lo explicaba en mi artículo de esta semana en Noticias Salamanca donde hablaba de las machiruladas (enlace a continuación). https://noticiassalamanca.com/firmas/machiruladas/

Estamos más que hartas de encontrarnos a hombres como tú y que nos manden callar, nos llamen histéricas o locas. No lo somos, lo sabemos. Hombres como tú nos vais a encontrar de frente, vamos a luchar por erradicar esas actitudes machistas que emborronan el avance de esta sociedad hacia la igualdad real y efectiva.

Como dijo el presidente del Gobierno en funciones: esto demuestra que aún nos queda mucho por hacer.

Tengo claro que esto no va a quedar así. Tengo fe en que se van a tomar las medidas oportunas para que no vuelva a suceder y que, en mi opinión, son que tanto tú como el resto de tus palmeros salgáis con el rabito entre las piernas para hacer una limpieza profunda en un área que huele demasiado a machismo.

Como siempre os hemos demostrado que valemos, que podemos y somos capaces de conseguir muchas cosas a pesar de hombres como tú.

Sabes donde tienes la puerta. Y como no te quieres ir, ya nos ocuparemos de echarte.

Pobreza

Soy pobre.
No es esa pobreza que me lleva al riesgo de exclusión social, pero soy pobre.
Tengo que reconocer que ahora el sueldo que tengo, para mi ciudad, no está mal, por fin, después de bastantes contratos durante bastantes años, tengo jornada completa… A pesar de todo esto, mi salud mental se está resintiendo bastante.

Soy pobre, soy mujer, sola y madre. Menudo combo compañeras y compañeros.

Gracias a las becas, mi hija ha tenido la oportunidad de estudiar un módulo de formación profesional y una carrera. Si no hubiese sido así, yo, posiblemente, no hubiera podido pagarle unos estudios.

Gracias a la reforma laboral, tengo un contrato indefinido, aunque sea fijo discontinuo. Pero se acabó la trampa del contrato por obra y servicio interminable.
Gracias a esta reforma laboral, una «entidad» me decía que no me podía volver a contratar porque esta reforma bla bla bla. Excusas por miedo, por desconocimiento, porque le resultaba más cómodo, y un largo etcétera.

Gracias a estos cambios producidos en estos casi cuatro años, el salario mínimo interprofesional ha subido y estamos más cerca de cobrar un salario más digno. Ya no nos pueden pagar la miseria que pagaban antes, sino que el salario base es más elevado que hace 4 años; y esto no ha hecho que la economía decrezca, ni que haya más paro ni toda la serie de catástrofes que nos decían que sucedería.

Antes, he estado tiempo mal sobreviviendo con mierdas de contratos de unas horas por obra y servicio, por obra y servicio cobrando bastante menos de lo que me correspondería por el trabajo desarrollado.
Y también gracias a mi madre y mi padre que siempre me han ayudado, por supuesto.

Gracias a la labor realizada durante estos casi 4 años, ella y él han podido ver que su pensión ha subido algo, pensando en echar siempre una mano a sus vástagos.


Soy pobre porque vivo, afortunadamente, en un piso y escucho todas las noches como el vecino tira de la cadena antes de meterse en la cama o como su hijo juega en el ordenador con no sé cuantos amigos al otro lado de la línea, da igual la hora que sea; o escucho al vecino de al lado diciéndole a uno de sus hijos que se meta en la cama y apague la tablet; o participo en las risas y conversaciones de la vecina que tengo salón con salón y le digo «salud» tras su estornudo.

A pesar de que mi sueldo ha mejorado, sigo siendo pobre porque miro las ofertas en el supermercado y prefiero comprar marca blanca antes que gastarme el doble porque es de la marca «Perico el de los palotes».
Soy pobre porque sigo teniendo el mismo coche que hace 17 años (y que aguante, por favor).
Soy pobre porque hago números para tratar de salir un fin de semana largo con las amistades y que nos salga lo más barato posible. ¡Vivan las casas rurales compartidas!

Soy pobre porque cuando quiero hacer algún curso que me interesa profesional o académicamente, le doy cientos de vueltas y busco diferentes opciones para ver cuál es la más barata. Porque, claro, si pago ese curso, me lo tendré que quitar de algún sitio o tendré que pensar que el móvil que necesita mi hija tendrá que ser de una gama inferior o…

Seguiré siendo pobre toda la vida porque no confío mi futuro financiero a que me toque la lotería o el euro-millón.

Soy pobre porque casi mi único capricho son los libros y me sienta mucho mejor pasar tiempo con mi familia y amistades, antes que un viaje a Laponia que no puedo pagar o que lo tendría que pagar pidiendo un crédito que estaría pagando eternamente.
Tengo cabeza y dos dedos de frente o tres.

Soy pobre porque me pienso mucho el comprar determinadas cosas que necesito por trabajo o porque la evolución de la sociedad me obliga. He tardado años, literal, en comprarme una batidora.

Soy pobre, pero quiero que las cosas vayan mejorando poco a poco, aunque yo no las vea, pero que sí las puedan disfrutar mi hija y mis sobrinas.

Soy pobre, pero los avances sociales harán que mejore mi vida, pero también la vida del vecino de arriba que me trae por la calle de la amargura, y la de mi hija, la de mis sobrinas, la de mi hermana, la de mi hermano, la de mis amistades, incluso la de mi padre y mi madre.

Eres pobre y si no te das cuenta de las mentiras que te quieren hacer colar determinadas personas con eso de las bajadas de impuestos, etc. Háztelo mirar, en serio, desde el cariño.

Cuando no hay argumentos

Empiezo siendo clara. No puedo hacerlo de otra manera.

Aquellas personas que insultan de forma «gratuita» es porque no tienen verdaderos argumentos con los que atacar a la otra persona y a sus actos.

Esto lo digo porque ayer se escucharon insultos machistas, casposos, misóginos, «de señoro» de boca de una «señora» contra la Ministra de Igualdad, Irene Montero.

En lugar de tener un discurso basado en puntos que comenten en qué piensa que falla lo que hace el Ministerio de Igualdad (campañas, legislación, actividades, etc.) o qué cosas no comparte, la señora del partido verde campo (que flaco favor le hace al campo), se dedicó a cuestionar cuáles eran los logros personales de Irene Montero haciendo alusión a su pareja o ex pareja, vamos, al padre de sus retoños. Este comentario es de ser una persona muy rastrera, machista en grado sumo y no tener nada que decir cuando está en la palestra donde se reúnen quienes tienen el deber de representar a la ciudadanía. Y a mí, por supuesto, esta «señora» no me representa, al contrario, nos separa un abismo más grande que el camino que abrió Moisés en el Mar Rojo.

Aunque parezca un argumento muy manido lo que voy a escribir, ello no quita para que sea cierto. Ese comentario que hizo en la tribuna no lo haría si fuese un hombre contra quien va dirigido.

A los hombres no se les pregunta si tienen las rodillas peladas, si han chupado muchos miembros para llegar dónde están, si su único logro ha sido acostarse con fulanita o menganita, si está en ese puesto por enchufe… Tampoco tienen que soportar el acoso mediático, político y la violencia que las mujeres tenemos que soportar y más, en la actualidad, cuando te dedicas a la política y te «sales un poco del tiesto».

Señoras, señores, creo que algo se está haciendo bien si incomoda tanto. Y lo que olvida esa «señora» que aprovechó su tiempo en la tribuna para insultar, es que si ella está ahí es por mujeres de otras épocas, de otros siglos, de otras culturas, de otros países que, como Irene Montero y otras tantas, salieron a la calle para exigir lo que nos corresponde a las mujeres: el derecho al voto, el derecho a la educación, el derecho a representar a la ciudadanía, el derecho a hablar sobre un púlpito, el derecho a trabajar (aunque algunas, como esta mujer, no sepa ni qué es eso) fuera del hogar,… En definitiva, a ocupar el espacio en la sociedad que nos corresponde al lado del sexo masculino.

No voy a negar que no estoy de acuerdo en todo lo que ha hecho o hace el Ministerio de Igualdad e Irene Montero en particular. Pero yo digo lo que no me gusta, lo que cambiaría, lo que haría de otra manera, no me meto con la persona, sino con la labor política.

Dejando claro este punto, cierro filas en torno a Irene Montero, como han hecho otras compañeras, porque lo que sufrió ayer en el Congreso de los Diputados no se puede tolerar en el lugar que representa a toda la ciudadanía española. Lo que sucedió no me representa. Como decía mi tío: se ha perdido el espíritu auténtico. Ahora no saben debatir, lo único que hacen es soltar insultos personales aunque luego los veas tomándose una caña juntos. Creo que en este caso, tío, las cañas se las tomarían cada una por su lado.

Después de lo sucedido, había comentarios que decían que Irene Montero estaba a punto de echarse a llorar. Pues mira, más la hubiese aplaudido yo. Porque sus lágrimas, seguro, serían de rabia, de ira y de contener las palabras que en realidad le querría haber dicho a esa «señora» que sólo supo argumentar insultando y faltando al respeto. Porque quien no tiene argumentos piensa que gritando tendrá más razón y se mete a nivel personal con la otra persona. Y, como dicen también por redes, esto demuestra lo necesario que es un Ministerio de Igualdad. También nos muestra que aún no hemos alcanzado el nivel de igualdad que pensamos, ya que hemos dejado entrar en determinados organismos, a «seres» que son de épocas muy pasadas y con ideas muy retrógradas; dejando que las mujeres que les acompañen sean sólo meras panderetas (con todo el respeto y admiración a las panderetas) que tocan al son que marcan las cuerdas que las atan al macho alfa de la «manada», pues no tienen criterio propio, no saben pensar con claridad y se olvidan de los hechos que han marcado la historia, recordando, de forma distorsionada, sólo aquello que les favorece.

Yo estoy con Irene Montero.