Necesito hacer cosas. Estar ocupada.
Aunque parezca que no haga nada, que «sólo» estoy leyendo o viendo la TV, mi mente está en funcionamiento: creando una actividad, preocupada por alguien, dándole vueltas a una idea, pensando en cómo darle salida a algo… Nunca estoy quieta.
Creo que durante demasiado tiempo fui una mujer pasiva, estática, silenciosa, que dejaba hacer, que casi no compartía sus ideas en público por vergüenza y/o timidez, que callaba en exceso y dejaba que las injusticias se cocieran a fuego lento dentro de ella, sin hacer nada, sin decir nada.
He evolucionado, he aprendido a base de golpes, malas experiencias, grandes alegrías, buenas personas que me rodeaban y me rodean, aquellas que no me dejan caer o que, si caigo, me ayudan a levantar.
Me he vuelto más ordenada; sigo siendo paciente, aunque me sigo preocupando en exceso; auto-exigente en exceso y bastante auto-crítica. Me sigo rodeando de buena gente (o eso creo), dejándome llevar por la intuición.
Soy una leona que hace «rakelarres» para tratar de ayudar a quien me pide ayuda.
Soy emocional e intensa. Pasional en todo aquello que me llena y me gusta. En muchas ocasiones, me apasiona lo que hago y me vuelco en ello.
Creo que la vida me ha mandado señales para que viva, para que aproveche el momento, para que lo disfrute (ya me lo decía mi tía pequeña y no le hacía mucho caso). Hay sucesos en la vida que marcan; que te dan un tirón de orejas y te hacen tener otra perspectiva de las cosas, de las relaciones, de la vida.
Hay que aceptarlo y tratar de ser feliz, no las 24 horas del día, pero sí el mayor tiempo posible. Disfrutar de lo que viene, buscar cumplir los sueños, tratar de alcanzar la Luna sin esperar que nadie la baje por ti, luchar por lo que crees y sonreír la mayor parte del tiempo.