Revictimizadas

En febrero de 2020, quince días antes de la pandemia que nos marcó, salió publicado mi libro Revictimizadas: migrantes y víctimas de violencia de género.

Cinco largos años después, sigo moviéndolo por distintas partes de España, acudo a aquellos lugares donde me llaman o con los que contacto directamente yo.

Esto es como el anuncio aquel: «Yo soy Juan Palomo. Yo me lo guiso, yo me lo como».

Creo que sobre publicación de libros, editoriales, procesos, etc. hablaremos en «Café con letras», en el programa de radio «Las que faltaban» de Radio Oasis. Si no sabes de qué estoy hablando, entra en Ivoox y busca el programa. Seguro que no te defrauda.

Pero vuelvo a Revictimizadas.

Hay ocasiones en las que soy yo quien se pone en contacto con una entidad, una librería, una persona a la que pedir ayuda para poder ir a un pueblo o ciudad a hablar de migración y violencia de género. Pero, a veces, son las entidades, personas quienes se ponen en contacto conmigo.

Me ha pasado con ACCEM Oviedo y, este mes de septiembre, me ha vuelto a pasar.

Resulta que no hay gente (o pocas personas) que una estos dos temas: migración y violencia de género.

Ahí es cuando mi libro entra en acción.

Las redes sociales pueden tener cosas negativas, pero yo quiero resaltar las positivas: acercar a personas que viven a kilómetros de distancia, que no se conocen en persona, pero que tienen puntos de unión.

Pues a través de una red social se puso en contacto conmigo Begoña, de la asociación de republicanos de Rocafort. Querían hacer una actividad en torno al 25N (Día Internacional contra la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) y, después de intercambiarnos mensajes y hablar por teléfono, me voy en unos días a conocer Rocafort y mantener una charla distendida con toda aquella persona que se quiera pasar por allí para oírme hablar de mi libro (como decía Paco Umbral hace años) y quiera reflexionar sobre estos temas.

Yo voy con la humildad de saber que aún tengo que aprender, aunque hay personas que me presenten como «experta en…». Sigo sin creerme que yo puedo ser experta en algo. Aunque esto me lleve collejas y malas caras por ese síndrome de la impostora que revolotea a sus anchas a mi alrededor.

Pero mi libro, mi humildad, mi saber (unido al estudio y el repaso) y yo vamos, encantadas, la próxima semana a charlar amiga y animadamente con la gente que quiera asistir el jueves 13 a las 19.00 en el Nou Espai a la presentación y charla de Revictimizadas.

Allí podemos vernos, hablar y, también, podéis comprar mi libro si os apetece y queréis profundizar en estos temas.

Os espero. Si no podéis asistir, también podéis compartir el cartel e invitar a vuestras amistades.,

Guadiana

Una mala jugada del destino ha hecho que nos volvamos a encontrar sin la posibilidad de la existencia de un diálogo fluido y el intercambio correspondiente de abrazos intensos.

Algo o alguien ha hecho un trato con quien porta la guadaña para que te vayas con ella igual que hace casi 24 años ocurrió.

La vida y sus jugarretas.

En algún lugar he leído: se muere una vez, pero se vive todos los días.

Eso nos toca a la que gente que nos quedamos aquí: seguir viviendo y apoyándonos porque tu marcha ha sido demasiado prematura y sorprendente.

En cualquier lugar donde hubiera alguien hablando en grupo se escuchaba lo mismo: otra vez igual, es increíble.

A nadie nos parecía real, aunque todo estuviera lleno de flores, aunque en la sala se escucharan llantos y suspiros.

Te has marchado, pero dejas cientos de recuerdos coronados por tu amplia sonrisa y tu energía.

Aparecías y desaparecías cuándo y cómo querías, sin dar explicaciones. Pero cuando lo hacías, era como si no hubiera pasado el tiempo entre abrazo y abrazo.

La vida nos había llevado por caminos diferentes, por ciudades distintas.

Pero, hasta en la ciudad más grande, la casualidad hacía que nos encontráramos.

Nos quedarán, en el cajón de los recuerdos, en el corazón y en la mente, esas conversaciones veraniegas de adolescencia, esas peleas por leer el primero el siguiente capítulo de una historia que no vio la luz, esas convivencias con guitarra al hombro y risas por doquier, esos paseos por Madrid poniéndonos al día sobre nuestra nueva faceta en la vida, esas cenas en locales calurosos en la Salamanca de julio, esas conversaciones incómodas que sacaban una sonrisa y subían los colores, …

Te apodé el Guadiana porque aparecías y desaparecías.

Te extrañé hasta cuando hubo malentendidos que no se desliaron, sino sobre los que dejaste correr un tupido velo para no verlo más, como si no hubiera pasado nada.

Te extrañé en la distancia, aunque no lo dijera y te extrañaré hasta cuando no lo diga.

Resultará raro no felicitarte y escucharte decir: dentro de nada te toca a ti, pequeña. Y responderte: pero tú siempre serás mayor que yo.

Querido amigo, tú estarás feliz, allá donde estés, iluminando la estancia con tu eterna sonrisa y vigilando a todas las personas que has dejado aquí.

Harás frente común con el rubio que te ha estado esperando y disfrutaréis de las vistas, haciendo que vuestros seres queridos noten vuestra presencia.

Te quiero, mosquetero.

Te quiero, amigo.

Buen Camino

Ruidoso silencio el que se descubre por el Camino que te lleva a Santiago de Compostela.

Silencio que te embarga al mirar a tu alrededor para no perder detalle de cada milímetro del paisaje que te acompaña, que te rodea.

Silencio porque, en muchos casos, eres tú misma hablándote en silencio, paseando por zonas lejanas y pasando por pequeños cementerios que están llenos de almas que te protegen.

Ruidoso porque escuchas los cantos de los pájaros. Cantos nuevos de aves desconocidas, quizás, pero otros nada extraños. Grillos, cigarras… Que se alborotan al paso de pisadas desconocidas que son habituales casi todo el año.

Ruidoso por las voces de las y los peregrinos que mantienen conversaciones tranquilas según van avanzando en el trayecto. O conversaciones que se tornan en pequeñas discusiones sobre la cotidianeidad que se introduce en la marcha.

Ruidoso por los saludos matutinos, cuando ni ha apuntado el alba, y la frase mágica que te acompaña día a día hasta que llegas a tu destino: «Buen camino».

Sonrisas sudorosas. Sonrisas de ánimo para subir esa cuesta que se tuerce y que te hace nublar el sentido.

Risas por anécdotas narradas sin filtro.

Ruido al finalizar la etapa, cuando intercambias comentarios, cervezas o refrescos y decides entrar en la ducha tras un duro trayecto.

Ruido que se apaga, o se intenta, al apagar las luces esperando un nuevo día que te dé la fuerza necesaria para recorrer otros kilómetros que te permitan llegar, lo más lozana y fresca posible, a Santiago de Compostela.

Dicen que el Camino es una aventura.

Cierto que lo es. Te planteas retos sin querer, queriendo, y consigues aquello que pensabas que no lograrías.

Hablan de la «magia del Camino».

También es cierto por el paisaje, el compañerismo, el respeto, la ayuda, los lugares que transitas, las imágenes que no hay cámara fotográfica que sea capaz de retratar y reflejar la belleza de lo que discurre a tu paso.

La «magia del Camino» te embarga y te llena el alma y el corazón.

Todas las emociones se juntan dentro de ti y las gestionas a trompicones. Dejas que se deslicen y que salgan a través de las lágrimas que no expresan dolor, sino agradecimiento, serenidad, paz.

Una vez llegas a tu destino, el Camino forma parte de ti, quieras o no. Eres una peregrina más y estarás marcada para siempre.

Medio rural

Vamos finalizando el año bloguero, no con un balance (quizás en otro momento), sino con una reivindicación, petición o vómito de rabia e indignación.

Quizás no me lea mucha gente, quizás se quede en el limbo de las cosas escritas, tal vez se lo lleve el viento o las olas de internet, pero por lo menos me desahogo y suelto mi indignación.

Desgraciadamente ahora está «de moda» hablar o referirse a la España vaciada o vacía. Creo que me gusta más el término «retirada» que empleaba Mercedes Ibàrtz en su libro «La tierra retirada».

«Retirada» porque ya se encargan ellas/os de retirar al medio rural de la evolución, de la población, de los recursos, de las oportunidades,… Ya se encargarán de sacarlo a colación y dar migajas, aceptándolas como los panes y los peces, cuando les interese usarlo como reclamo electoral.

Las empresas, cuidado, no se quedan atrás. Emplean el medio rural para hacer un lavado de imagen conchabadas con las altas esferas. De este modo, tal vez, puedan llevarse calentito y con poco esfuerzo, un dinero que se debe emplear de otra manera.

En el medio rural está ahora la «gallina de los huevos de oro» y, por ello, se dedican grandes cantidades de dinero para desarrollar proyectos sin orden ni concierto, sin conocer la realidad del territorio y tomando como medida real, ya no el androcentrismo de la sociedad, pero sí el madridismo porque todo se elabora, se mide y se sigue con las mismas gafas madrileñas.

No se tiene en cuenta, porque por un oído me entra, y atraviesa más rápido que la luz, y por el otro me sale, que la idiosincrasia de un pueblo de la meseta castellana, nada tiene que ver con lo que se cuece en otro pueblo de Murcia o de las Islas Canarias.

Se pasa por alto la alta despoblación y el envejecimiento que sufren determinadas comunidades autónomas y, en concreto, algunos municipios cuando el alfoz de las grandes capitales del centro y del litoral mediterráneo se llenan de población nacional o extranjera.

No interesa pararse a elaborar un buen proyecto que, aunque sea a nivel nacional, se vaya adaptando a las circunstancias particulares y concretas de cada zona, de cada lugar.

Lo que interesa es justificar el gasto de ese dinero y que, de forma sutil, se quede gran parte de él en los bolsillos de las «cabezas pensantes» que dirigen todo desde su amplio despacho con vistas al horizonte de ningún sitio o de su propio ombligo.

Da igual que tengas personas interesadas en llegar con ese proyecto a cuantas más personas y lugares mejor; que realmente quien se beneficie sean aquellos individuos olvidados a los que sólo se les recuerda en casos muy concretos y en fechas muy determinadas, lanzando mensajes estereotipados y bucólicos de lo que es vivir en el medio rural español, tan amplio en nuestro territorio.

Me da rabia ser partícipe de esta tomadura de pelo. Me indigna que no se tenga en cuenta la duplicidad de recursos que se pierden hasta llegar al mar y que no reposan donde deben hacerlo.

Me enfada pelear, luchar con argumentos realistas, ciertos y que caigan, ya no en saco roto, sino en un abismo donde no eres capaz de ver el final.

De ésta me vuelven a despedir, me cierran la cuenta o me cae tal rapapolvo que se escuchará al otro lado del charco. Da igual el charco que sea. Pero ésta es la única manera que tengo de desahogarme diciendo lo que me corroe por dentro, pero sin decirlo.

Porque aunque no vivo en el medio rural, sí trabajo en él, sí veo las carencias, sí veo los beneficios de su territorio, sí veo las necesidades, los recortes, los sacrificios, las ganas,… Y no me parece justo que se le siga tomando a cachondeo y se mangonee de mala manera.

Queremos afianzar a la población en el medio rural, pero la estamos «retirando» a marchas forzadas.

Migra…¿qué?

A algunas personas les salen sarpullidos cuando se trata de hablar sobre personas que vienen de otros países a residir en España.

Migración. Inmigrantes. Migrantes. Exiliados. Refugiados. Migración.

Cuidado, hay clases y clases. Tipos y tipos de personas que se desplazan por el mundo. Hay la clase A (vienen a dejar dinero a nuestro país), clase B (estudiantes), clase C (vienen a robarnos, a quitarnos a nuestras mujeres, a quedarse con nuestro trabajo) y la clase D (quienes saltan la valla y/o vienen en pateras). Así, a grandes rasgos.

Por otro lado, nos resulta gracioso, entrañable, pensar en Paco Martínez Soria en una de sus películas en blanco y negro, cuando llegaba a la gran ciudad, Madrid, proveniente del pueblo en «La ciudad no es para mí».

Eso es una película. Una ficción. ¿O tal vez no?

Se nos olvida que nuestros abuelos (y algunas abuelas) marcharon hace años de nuestro país escapando de la guerra o huyendo de una guerra que, en cierto modo, no iba con ellos. Querían trabajar para obtener dinero que enviar a sus familias que quedaron en España y que pasaban mucha hambre.

¿Se distancia mucho de lo que pretenden las personas migrantes que llegan a nuestro país? Yo creo que no. Lo que sucede es que es nuestro país el que recibe población. Se nos olvida que hay mucha juventud que marcha a otros países porque aquí no encuentran trabajo «de lo suyo» y en países de Europa se los rifan, se puede decir que literalmente, porque tienen unos estudios y una formación que escasea en esos países. Pero nuestra juventud está en el extranjero. Es algo positivo.

Sobre Migración y Migrantes son los tres libros que os recomiendo.

Uno ya lo conocía. Lo vi en la Librería Mujeres (Madrid) al poco de salir publicado. Sus ilustraciones no necesitan palabras. «Migrantes» es un libro que, si tienes un poco de sensibilidad y mente abierta, te remueve por dentro sin necesidad de frases que expliquen lo que estás viendo. También considero que es un libro para personas adultas y que, si lo ven menores, tiene que ser acompañadas/os de un persona «mayor» para entablar un diálogo.

Lo bueno de crear lazos con la bibliotecaria, es que te recomienda libros aunque tú no lo pidas. Te conoce, literariamente hablando, y sabe qué necesitas en cada momento.

Esto sucedió con los otros dos libros que acompañan a «Migrantes».

«Caja de cartón» habla de esa migración que determinadas personas no quieren. Trata la historia de una madre y de su hija, del trayecto que realizan en un barco/patera que se hunde, de cómo llegan a las costas, del apoyo y la red que crean con otras/os migrantes y de cómo la ignorancia hace que se repudie a lo diferente.

«Un largo viaje» nos hace un símil con las migraciones de las aves. Mientras ellas huyen del frío hacia el Sur del Planeta, un grupo de personas huyen del calor del Sur y buscan el «frío» del Norte. Pero el viaje es totalmente distinto.

Estos libros son para leer en compañía, para dialogar, para cuestionar, para reflexionar. Para entender primero la parte adulta y que después pueda responder a las preguntas que las/os peques les puedan hacer.

Migración. Es eso que lleva sucediendo desde hace millones de años. No lo olvidemos.

Mujeres de luz

El mes de enero no puede finalizar sin que escriba un post. He borrado absolutamente todo lo que había escrito hacía más de 10 días porque ya no me apetece escribir sobre ello. Ha perdido todo el sentido.

Ahora quiero escribir sobre lo que he estado haciendo esta semana y durante el mes de diciembre.

2021 se ha caracterizado, otra vez, por el Covid-19. Yo, a pesar de todo, he estado trabajando. Trabajos de pocas horas algunos, otros en los que me he involucrado y he aprendido, otro en el que he disfrutado de la magia del paraje, de la compañía, del Duque… Se puede decir que he trabajado sin descanso durante el 2021 no sólo en cuanto a trabajo remunerado se refiere…

El mes de diciembre, por imposición, era mi mes de «vacaciones». Pero tampoco ha sido totalmente así. Se me metió en la cabeza, meses atrás, que tenía que volver a escribir un artículo (algo que había ido posponiendo porque no encontraba algo que realmente me motivara después de algunos «noes»). Seguiría con «mi tema»: mujeres migrantes. Pero le daría una vuelta de tuerca y me centraría en un lugar en concreto: el medio rural.

De este modo se fue gestando en mi cabeza qué quería conseguir con el artículo, cómo lo quería hacer, qué necesitaba… Volvería a las entrevistas personales. Volvería a realizar un estudio de campo como buena «no» socióloga que soy, jajajaja.

Así que… me puse manos a la obra. Necesitaba encontrar a mujeres migrantes. Y a eso me puse.

Desde mediados de diciembre, más o menos, hasta esta semana (me queda aún alguna entrevista por hacer la próxima semana) he estado entrevistando a un grupo de mujeres que residen en la provincia de Salamanca, y fuera de ella, para que me cuenten su visión de la migración rural.

Terminé la tercera entrevista pletórica, emocionada y con la sensación de que, si quisiera, podría escribir mi segundo libro. Pero decidí ir paso a paso y centrarme en redactar un buen artículo, publicarlo en una buena revista (si es feminista mejor) y después, ya se vería. Que aún estoy con los dolores posparto del primer libro.

Pero lo de esta semana… Lo de esta semana ya ha sido el culmen (y aún me queda por realizar una entrevista esta semana, más las de la próxima semana).

Luciérnagas en el bosque

Todas las mujeres que llevo entrevistadas son mujeres de luz. Tienen una luz especial. Como diría una de ellas, la primera a la que entrevisté, tienen un aura… que a pesar de todos los pesares, a pesar de sus vivencias regulares o malas, transmiten paz, generosidad, alegría. Pero también fuerza, entusiasmo, ganas de seguir adelante, de seguir aprendiendo, de dejarse sorprender.

Son mujeres que demuestran su generosidad, muchas de ellas, por aceptar participar en esta locura que se me pasó por la mente hace unos meses sin apenas conocerme o sin conocerme en absoluto. Por eso les estoy agradecida de corazón.

Son mujeres a las que no puedo describir sin quedarme corta. Escucharlas ha sido maravilloso. Compartir risas ante las ocurrencias, los comentarios, las vivencias, las anécdotas ha sido un bálsamo de tranquilidad. He salido de todas y cada de una de las entrevistas con un subidón tremendo, con una energía, con unas ganas de sentarme a escribir, a escribir y escribir. Pero también en la cabeza me daban vueltas y vueltas las ideas, las frases que me habían impactado más, las historias que me habían contado.

Son mujeres de luz porque la emiten sin quererlo. Porque comparten. Porque suman.

Cada una de estas mujeres es diferente, pero todas ellas son iguales a la vez. ¿Un sinsentido? No, es la realidad.

Gracias.