Y van 45…

Hoy participaba en un programa de radio de Cadena SER Salamanca. Nos pedían, a mi compañera Charo y a mí, que habláramos de nuestra experiencia en los colegios e institutos impartiendo talleres y dando charlas dentro del programa «Trátame igual» de la Asociación ADAVAS Salamanca.
Ha sido un corto período de tiempo el que hemos tenido para hablar de la violencia de género en nuestra población adolescente. Creo que el mensaje que hemos transmitido es que no tenemos que bajar la guardia, pues desgraciadamente, la inmensa mayoría de la juventud está volviendo a pensamientos y actuaciones muy machistas, más machistas que las que tenían sus madres y padres. Lo que habíamos avanzado en las generaciones que tienen ahora alrededor de 30 años, lo hemos retrocedido en los/as adolescentes en la actualidad. Como les decía, no nos damos cuenta, pues son circunstancias, comentarios, actitudes y aptitudes que hemos normalizado, hasta tal punto, que nos pasan desapercibidas, pero están ahí y son comportamientos machistas, comportamientos que no tratan por igual a hombres y mujeres.
Lo hablaba con el locutor esta mañana: comentas con la «chavalada» determinadas actitudes y no lo ven como comportamientos desiguales y discriminatorios. Pero les pones ejemplos y la cosa cambia: si un chico es demasiado sensible, muestra sus sentimientos ¡es maricón! Si una chica muestra fortaleza, le gusta el fútbol, la mecánica ¡es una marimacho! Y claro, su semblante cambia y se quedan pensando, pues se dan cuenta de la incoherencia tan grande que han dicho previamente.
Las nuevas tecnologías, en determinados casos, hacen un flaco favor a esto de la igualdad. Las redes sociales, la mensajería instantánea se ha convertido en una forma de controlar y dominar a la pareja (usado tanto por chicas como por chicos, no nos vayamos a confundir). Consideran que ellos y ellas controlan y saben todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, pues no han nacido con un pan debajo del brazo, sino con una tablet, un smartphone o un Pc. Y no se dan cuenta de lo rápido que avanza esto, de que hay determinados peligros a los que están expuestos/as sin saberlo y que no todo vale en esto de la tecnología. No son conscientes de  necesitan consejo y que tienen que escuchar a las personas de su alrededor que tienen más experiencia que ellos y ellas.
Hoy publicaban un artículo en el diario El Mundo donde se hacían eco de un informe que decía que 9 de cada 10 adolescentes afirmaban haber ejercido algún tipo de violencia psicológica sobre su pareja. ¡9 de cada 10 adolescentes!
El problema es que las humillaciones, los insultos, el control y el dominio a través de whatsapp y de otras aplicaciones de mensajería instantánea no las consideran agresiones incluidas dentro de la violencia de género. No lo identifican como violencia de género.
Es muy importante la educación. Pero la educación comienza en casa. El aprendizaje continúa en la escuela y, después, en la sociedad. Toda la población somos responsables de luchar contra este tipo de violencia que deja muchos huérfanos y huérfanas, muchas mujeres con graves secuelas psicológicas y físicas y otras tantas que ya no se encuentran pues han sido ASESINADAS por alguien que decía que le profesaba amor. 
¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir control?
Escribía Sonia Sanz en su perfil de Facebook:
Hola preciosa. Me tienes loco. Lo que siento por ti, no lo he sentido nunca. Eres mi princesa. Reina, no me gusta como te mira tu mejor amigo. Creo que te quiere follar. Perdóname amor, no quería empujarte. Soy muy inseguro. Tengo miedo de perderte. Eres tan bonita, deberías estar en un Museo. ¿Ah, te vas de fiesta? No, no me molesta, es que paso de hablar contigo mientras zorreas con otros. Me da miedo que te pase algo. Yo quiero cuidarte, pequeña. ¿Quieres vivir conmigo? No seas pesada, no voy a fregar los platos. Te he comprado una rosa. Ya te vale, vengo del trabajo reventado y no me has hecho la cena. No me apetece comer con tu madre, nena, ya sabes que no le caigo bien. ¿Te vas a poner eso para salir? Vas hecha una guarra. A mí no me mientas, te estás follando a tu jefe. Te han ascendido, ahora ganas más que yo. Voy a parecer un inútil. Perdóname, perdóname vida mía, no quería darte ese bofetón. No sé qué me pasó. Es también culpa tuya, me pones muy nervioso. He encontrado ese libro que tanto querías. No seas tan cerda en casa, barre un poco. No, tú no vas a ir a ver a tu hermana al hospital. Hoy es el cumple de mi mejor amigo y vas a venir. Mejor quédate en casa, no quiero que te vean con esa cara. Torpe, que eres una torpe. Vas a darte con la nariz en el filo de la encimera. Que no, que no zorra, que no vas a volver a tu casa. Quítate esa falda, joder, mis padres van a pensar que no puedo controlar a mi mujer. Que a mí no me repliques. Tú no eres nada sin mí. Como me dejes, te mato. ¿Me oyes? Nena, princesa, reina… ¿Me oyes?
NO. Ya no puedo oírte. Somos 85 víctimas de violencia machista en España.
Y no morimos. Nos están matando.

Un texto parecido publicaban en el blog «Locas del coño»:  
Os animo a entrar en este blog y leer el post que os comparto. Una vez leído, te paras a pensar y… ¿cuántas de estas frases no habremos escuchado en alguna ocasión? ¿Cuántos de esos comentarios no nos habrán dicho? ¿Cuántas…?

No sirve de nada los actos que se realizarán mañana. Bueno sí sirven, para la foto, para salir en los diarios y en las noticias… El 25N nos sirve para recordar que hay mucho camino por delante, que no podemos bajar la guardia, que tenemos que ser conscientes de la necesidad de trabajar de forma colaborativa, sin ponernos la zancadilla y queriendo figurar más que los demás. 
Todos los días del año deberían ser 25N para no olvidarnos que la lucha tiene que ser de todo el mundo. Que cualquier día, desgraciadamente, le puede tocar a alguien de nuestro entorno cuando nosotros/as pensábamos que «a mí no me va a pasar. Ni a mí, ni a mi hermana, a mi madre, a mi amiga…» hasta que pasa. Y se nos queda la cara como el emoticono de whatsapp: con los ojos abiertos como platos.

No dejemos que la cifra suba, por favor. Aportemos nuestro granito de arena en esta lucha.

Responsabilidad de los centros educativos

Una noche de la semana pasada, me sorprendió la llamada de una mamá cuyos hijos habían estado conmigo en La pandilla chancleta. Me llamó porque se acordaba que hicimos un pequeño taller con ellos, en el verano, sobre a qué peticiones teníamos que decir que ¡no!
Me estuvo relatando lo que había sucedido en el colegio con su hijo de 5 años y la respuesta del colegio no me sorprendió.

Lo que me contaba era un caso, bastante claro, de acoso escolar a varios niños de la misma edad. En el colegio la profesora no se había dado cuenta de la magnitud a la que había llegado el abuso, ya que el hecho que se narraba había sucedido en el comedor del colegio. Pero, me pregunto yo, ¿el comedor escolar no está dentro del centro educativo? ¿Lo que suceda dentro del recinto escolar no es responsabilidad, también, del centro escolar?
Volvemos a echar balones fuera, a lavarnos las manos ante determinadas situaciones que nos resultan incómodas o que no sabemos cómo parar o afrontar. Seguimos culpando, sin decirlo, a quien es víctima de estos actos de abuso, como os hablaba en un post en junio de este año http://conseguiremoslaluna.tformas.com/2015/06/revictimizacion-yo-culpabilizacion.html
No podemos contarlo a la dirección del colegio porque es una responsabilidad de la monitora o del monitor del comedor, no podemos hablar con los padres del niño o de la niña en cuestión porque «son cosas de críos». Pero claro, como hablaba con un amigo, ¿cuándo dejan de ser «cosas de críos»? ¿Cuándo será el momento de ponerle freno a estos chicos y chicas, niños y niñas, que se piensan que todo el mundo tiene que estar bajo su «pie»?
De la llamada de teléfono resalto dos cosas, para no extenderme más, pues quiero que reflexionéis:
1. Me siento orgullosa (más aún) de las cosas que hacemos en La pandilla chancleta, porque de una forma u otra calan tanto en los/as niños/as como en sus progenitores. Se leen lo que les damos, los niños y las niñas cuentan en casa de lo que hablamos. Y, encima, acuden a nosotros para pedirnos más información.
2. Estoy comprobando que, en muchos centros educativos (no quiero decir que en todos), cuando se les plantea un problema de abuso o acoso no saben qué hacer, cómo actuar. Muchos tienen protocolos de convivencia que no aplican o que lo aplican a medias. Se tiende a revictimizar y culpabilizar a quien denuncia una situación de acoso. Además parece que toda la responsabilidad la tienen las madres y los padres; pero no nos damos cuenta que, en los centros educativos, de las situaciones que sucedan en ellos, la responsabilidad pasa a ser del centro.
En casa tenemos que educar a nuestros/as menores, pero en los colegios e institutos hay que enseñar. No son dos compartimentos estancos e independientes. Hay que trabajar, como siempre repito no sólo en este contexto, en equipo, colaborar, coordinarnos. Pero esto nos resulta muy difícil y es más sencillo echar la culpa a los padres y madres o tratar de ocultar los problemas.
Como aparece en la imagen de abajo, el abuso/acoso no es un cuento. Hay que concienciar, hay que trabajar en las aulas y en las casas para que aprendan a decir que no; pero también hay que enseñarles que no se puede conseguir todo a cualquier precio, tienen que saber aceptar el «no» de otras personas.
En la pandilla chancleta trabajamos el abuso sexual a través de la regla de Kiko. Os dejo el  pdf del cuento y el vídeo. Espero que os sirva y os guste. Ya sabéis que es cosa de todos/as.
 

Quemeimportismo

Curso 2015-16. De nuevo comienza la impartición de talleres en colegios e institutos de la provincia de Salamanca y alrededores con la asociación ADAVAS Salamanca (http://www.adavas-salamanca.org/). Ya os he contado que tratamos temas de igualdad, violencia de género y abusos sexuales.
Esta semana he vivido una situación que es bastante habitual entre los/as adolescentes y, aunque no quiero, me he tenido que poner bastante seria, intentando controlar la pasión que me invade cuando escucho ciertos comentarios.
Cuando estuve en Ecuador, en mi Bahía de Caráquez querida, descubrí una palabra que refleja bastante bien el pasotismo de las/os españoles según qué situaciones o temas: «quemeimportismo». ¿Qué me importa lo que le suceda al vecino? ¿Qué me importa lo que le pase a mi prima? ¿Qué me importa lo que haga mi hermana? Mientras no me afecte a mí directamente, no me voy a molestar en luchar, en protestar o en quejarme ante quien sea.
Somos personas que, si algo no nos afecta directamente, no prestamos atención, no nos implicamos, no nos interesamos. Como se suele decir vulgarmente, «pasamos olímpicamente» del asunto. Ojos que no ven,…
El martes, en el instituto donde estaba impartiendo el taller sobre las relaciones de pareja y la violencia de género, me sucedió esto. De pronto, en la cara de un adolescente, vi el hastío, la desgana, el «quemeimportismo». Obviamente le pregunté (soy curiosa, quiero aprender también de ellos porque no sé todo). Mi sorpresa (y la de la tutora también) fue mayúscula cuando me contesta que es que él ya sabe todo esto. Claro, yo le animé a ponerse en mi lugar e impartir el taller. Su respuesta volvió a dejarme ojiplática: como no le iban a pagar, pasaba. Además, lo que estaba contando no le iba a suceder a nadie de su entorno. Bien seguro estaba él de que esto iba a ser así.
¿Todo lo que hagamos tiene que tener una retribución económica? ¿No pueden existir cosas que hagas por solidaridad, por altruismo? En serio, ¿tan jóvenes?
Sus compañeros y compañeras le miraron con cara de reproche. Creo que hasta el «gallito» de la clase se quedó sorprendido por la contestación. Comenzaron a murmurar, más bien en contra de las palabras del «pasota».
Mi discurso fue claro, contundente y, quizás, demasiado suave, aunque no exento de seriedad. Como dijo alguno, «llovieron los zascas».
No podemos mirar hacia otro lado. No podemos pensar que no nos podrá pasar a nosotros. Tenemos que ser conscientes de la responsabilidad que tenemos ante los casos de violencia de género o de violencia contra/hacia las mujeres. Nos encontramos ante un problema social en el cual todo el mundo está implicado y tiene que ser consciente de la importancia de implicarse y comenzar a decir ¡no!, a no tolerar comentarios machistas, a no soportar esos chistes tradicionales donde la mujer queda como un objeto sexual que no piensa, que no siente, que no padece.
Hace unos meses se publicaba en el diario.es un vídeo titulado «micromachismos: están ahí, aunque a veces no queramos verlos». Cuando lo vi, me sentí identificada con muchas de las situaciones. Os dejo el enlace al vídeo para que lo veáis y opinéis.

Por esto tenemos que comenzar: por evitar estos pequeños machismos, tan sutiles que pasan desapercibidos, tan «normalizados» que no nos damos cuenta de que están ahí y que dificultan el llegar a una igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres.
Como les digo a las chicas y chicos, tenemos que ponernos las gafas violetas para identificar esas situaciones discriminatorias que siempre han pasado desapercibidas y luchar contra ellas.
 
La violencia de género no entiende de clases sociales ni de nivel educativo. Cualquier mujer puede ser violentada, puede ser manipulada, puede ser la víctima de un hombre que la humille, la maltrate… y no tiene que ser, sólo, en una relación de pareja. La sociedad aún sigue siendo machista en muchas situaciones, en numerosas parcelas y considera que la mujer no tiene un espacio en ellas.

En esto de la violencia de género, al igual que en los abusos sexuales, la igualdad, etc., es muy importante la implicación de los distintos agentes sociales. No se puede trabajar de forma aislada, sino que hay que tejer una red. 
A nivel individual no podemos pensar que todo lo sabemos, que lo tenemos controlado, que a nadie de mi entorno le va a suceder, porque puede no ser así. Yo llevo más de 10 años estudiando/investigando sobre el tema y, a día de hoy, sigo sorprendiéndome y sigo descubriendo cosas nuevas y aprendiendo. 

Todas las personas, tan diferentes, tenemos una responsabilidad enorme para evitar que casos como los sucedidos desde el sábado 7 de noviembre, tras la Marcha contra la Violencia de Género realizada en Madrid, vuelvan a suceder. En 48 horas 4 mujeres han sido ASESINADAS por hombres con los que habían tenido o tenían una relación sentimental. El martes, antes de las 9 de la mañana, se hablaba de otros dos casos. Hoy, de nuevo, vemos, a través de la niebla que se ha asentado en muchas ciudades españolas, que han sucedido otros casos de asesinatos o femicidios.
En total, a fecha de 10 de noviembre de 2015, 44 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas.  
¿En serio podemos dejar que nuestra juventud, y nosotros/as mismos/as, caigamos en el «quemeimportismo»? ¿De verdad que vamos a dejar de trabajar conjunta e individualmente para acabar con este problema social?

Todo el mundo está implicado: desde la persona que vive en el 1º de mi bloque, hasta la médico y el enfermero, el Policía Nacional que patrulla por nuestras calles hasta la Policía Local que regula el tráfico, la directora de un centro educativo y los/as monitores/as de comedor en un colegio, el niño de 2 años y el adolescente que acaba de cumplir 18…

Todo el mundo somos responsables a la hora de acabar con la violencia de género. No podemos mirar a otro lado, no podemos pensar que todo lo sabemos, que todo lo controlamos. No. Así no se puede trabajar, así no se puede pensar.




 

Objetos de la publicidad

De nuevo comienzo a impartir talleres en institutos y colegios. De nuevo me pongo frenética cuando tengo que sentarme delante del ordenador y empezar a diseñar las distintas sesiones. Este año decidí que no haría nada nuevo. Bueno, quizás cambiar algún vídeo, añadir algún juego, buscar alguna noticia… ¿dónde habré puesto la noticia de la primera mujer rectora de la Universidad de Oxford?
Al final, como siempre, le dedico más horas de las que pensaba a preparar las sesiones. Y mientras tanto, millones de preguntas se aglutinan en mi mente: ¿por qué es noticia que una mujer acceda al rectorado de una universidad? 

Bien, anoto en algún papel, de los que invaden mi mesa, que ésta sería una buena pregunta para hacer en los talleres cuando hablamos de igualdad. Definitivamente, es una forma de explicar porque es necesario seguir trabajando, de forma tan activa, en la lucha por obtener la igualdad entre hombres y mujeres. Una conclusión llega a mi mente: el día que no sea noticia «de primera plana» que una mujer accede al rectorado de una universidad, de cualquier parte del mundo, ese día, se podrá decir que hemos conseguido la igualdad.

Pero bueno, que me voy del asunto. Me pierdo tan fácilmente. Quiero contar tanto y hacer tanto en tan poco tiempo… Centrándome. Publicidad. ¡Qué bueno el curso del Instituto de la Mujer y ¿de la Igualdad de Oportunidades?  (esto de que cambien los nombres a las instituciones públicas cada vez que cambia el color que gobierna es un caos). Bueno, todo es mejorable, pero no ha estado mal del todo. Mucho material para los talleres.

Uno de los objetivos de mis talleres sobre igualdad es que las chicas y los chicos sean capaces de criticar, de ponerse las «gafas violetas» para descubrir dónde se están cometiendo actos de discriminación de cualquier clase, pero, sobre todo, en base al sexo.

Quiero preparar una sesión donde analicemos los anuncios que aparecen en los medios de comunicación en la actualidad. Buscando imágenes, me topo con la «guía de la buena esposa» y no dejo de recordar la película «La sonrisa de Mona Lisa» (siempre presente en los talleres sobre igualdad). Las chicas y los chicos van a alucinar cuando vean esto. O quizás quien alucine sea yo, nunca se sabe.

Sigo buscando anuncios etiquetados como sexistas y me encuentro con un póster del 2010 que anuncia un festival de cerveza en Avilés. ¿Por qué siempre tienen que dibujarnos a las mujeres con unas tetas increíblemente grandes y con un escote tan pronunciado? ¿Las personas irán al festival de la cerveza por la cerveza o por descubrir si todas las chicas que estarán detrás de las barras son tan pechugonas como la del cartel?

Esto me recuerda que tengo guardado un vídeo que habla sobre la publicidad al revés. Una publicidad donde nos muestra anuncios protagonizados por mujeres pero en su versión masculina. Seguro que más de una risa se echarán y lo verán ¿extraño? Pero, ¿por qué?