Según llegaba el mes de junio, pensaba que mi verano iba a ser atípicamente tranquilo. Y eso, en cierto sentido, me tenía preocupada y, por otro lado, estaba con la firme determinación de disfrutar del tiempo, del río, de la lectura o de lo que se terciara.
La actividad infantil en Vistahermosa habíamos decidido que, a causa del COVID-19, iba a ser «light». No queríamos tener problemas en este año que seguía siendo tan anormal.
Pero, al final, según iba avanzando junio, la cosa se empezó a liar bastante. Finalizar la ruta escolar, preparar el verano chancletero y pensar en el horario de trabajo de lunes a domingo.
Gracias al Grupo Red Cultural, y a su coordinador Javi (y todo este lío es consecuencia de mi amigo Ángel), me encuentro trabajando en un lugar mágico que me transmite mucha paz y tranquilidad. Aunque tengo que hacer kilómetros y kilómetros a lo largo de la semana, cuando llego y empiezo a preparar las visitas o los talleres, lo compensa.
Trabajar en El Bosque como guía y monitora me está dando la oportunidad de descubrir un lugar mágico e histórico que, a pesar de haber viajado en varias ocasiones a Béjar, no había descubierto en su plenitud. Mis compañeros/as arqueólogos/as quizás no piensen lo mismo porque su trabajo es distinto, pero para mí, este verano, está siendo bastante enriquecedor, agradable y mágico.
El verano pasado tuve la oportunidad de entrar en El Bosque, pero creo que no era el momento o no estaba dispuesta, con la mente abierta, y no lo disfruté tanto, no le vi el potencial, no vi su belleza.
Este verano es distinto. O yo me siento algo distinta. O quizás me hayan dado la oportunidad de descubrirlo y mirarlo con otros ojos. Su historia y los añadidos que me permiten hacer, «los secretos de los árboles» que habitan en El Bosque, valorar el trabajo de mis compañeros y compañeras e introducirlo en las visitas, escuchar las anécdotas que te cuentan quienes tuvieron la oportunidad de entrar en él hace años, ser creativa usando los objetos que la naturaleza nos proporciona…
Me encanta pasear por el lugar (aunque a veces sea un paseo rápido con la lengua fuera, escaleras arriba, escaleras abajo), escuchar atentamente los pájaros que se alejan porque ya saben que pronto muchas personas van a «invadir» su lugar de sosiego. Asustarme con una culebrilla que se interpone en mi camino (o yo en el suyo). Dejar que una mariposa descanse en mi pie mientras yo sigo estudiando y anotando. Ver las libélulas de un azul eléctrico que sobrevuelan el estanque a una velocidad increíble. Mirar al suelo y observar a las lagartijas de distintos tamaños escapando del sol. Los saltamontes que se camuflan a lo largo del camino. El sonido del viento que mece las hojas de los árboles. La imponente fuente que corona el lugar. El estanque que se asemeja, en pequeño, al estanque de El Retiro. Pasear por el jardín descubriendo rincones y espacios tranquilos que te aportan alivio y frescor ante el calor.
Escuchar el agua, para mí, es un elemento tranquilizador que me ayuda a calmar el espíritu, a calmarme en general. El agua la puedes escuchar en varios puntos de El Bosque sin poner, casi, demasiada atención.
El agua es el eje vertebrador del lugar, pero también motivo de disputa. Que el Duque, era mucho Duque, y aunque yo ahora lo cuente con un poco de humor, en aquella época supuso un conflicto enorme con la Villa de Béjar y su población.
Duendes, gnomos, hadas… son pobladores invisibles del lugar que me ayudan a crear un aura de magia que envuelve todo el espacio. También me ayuda a transmitir lo que siento por El Bosque a las y los más pequeños. El Jardín renacentista-romántico da pie a crear historias donde estos seres son los protagonistas. Ayudan a transmitir la responsabilidad de cuidar el entorno y más éste, que tienen cientos de años y de vivencias.
Es importante descubrir lugares como éste. Tenéis la oportunidad de hacerlo este verano. Yo os guío por él, os hablo de su historia, de las curiosidades que allí habitan, de sus árboles y plantas, de sus propietarios, os invito a que lo descubráis a través de los 5 sentidos en una experiencia sensorial espectacular.
A las y los peques también les invito a descubrir sus rincones a través de puntos emblemáticos en una búsqueda sin igual, a reconocer huellas de animales que habitaron o habitan por la zona y a crear a través de los elementos que la naturaleza nos proporciona.
¿Queréis descubrirlo? Sólo tenéis que llamarme para reservar: 635.64.44.78.
El Bosque no os defraudará, os lo aseguro.