Este post tenía que haber sido publicado el martes. Acontecimientos familiares impidieron que esto fuera así.
Sin embargo, «todos los santos tienen octava», que decía mi abuela materna. Y sobre ella van estas líneas.
Por aquí las cosas han seguido su curso, aunque ya no estés. La vida continúa, aunque desde que te fuiste, se ha vuelto muy «perra» (en sentido negativo) y nos ha quitado a varias personas queridas.
Te escribo en tu cumpleaños (92 otoños hubieras cumplido) porque es mejor recordarte en este momento, en la alegría de lo vivido, que unos días después, cuando no me apetecerá «celebrar» tu marcha.
Sigues estando, aunque tu cuerpo no esté conmigo, en las fotos, en los recuerdos, aquellos que tú perdiste y los propios, los que creamos juntas. Son recuerdos que provocan nostalgia, pero también alegría porque tuve la suerte de vivirlos contigo, de compartirlos y atesorarlos hasta el día que yo ya no esté aquí.
La suerte de vivirte, la suerte de escucharte cantar como Imperio Argentina o Concha Piquer, la suerte de resguardarme entre tus brazos cuando me sentía mal, la suerte de llamarte «mamá» equivocándome, la suerte de irme de «vacaciones» a tu casa sin saber cuándo regresaría a la mía, la suerte de los juegos en la terraza con mis primos, los audios en casette cantando y contando, las «catalanorras» vigilantes, las confidencias con mis primos bajo tu atenta mirada, la cochera que necesitaba ser barrida, los flanes individuales, los partidos de voleibol…
Hay tantos recuerdos y tan buenos… que es difícil no tenerte presente. Han sido tantos años de convivencia, de sonrisas cuando me descubrías cantando «ópera» en el salón de casa o cuando jugaba a ser librera en pleno verano. Tantas cosas, que estos casi 12 meses de ausencia se sobrellevan como se puede.
Si bien es cierto que los últimos 3-4 años ya no eras tú, ya no eras mi «agüelita», aunque si te mirábamos fijamente a los ojos, en el fondo de ellos estabas y sonreías.
Los últimos años he tenido la suerte de cuidarte y de devolverte tanto, aunque me ha parecido corto porque te debo mucho, que no tengo vida para agradecértelo.
Ya no está la «abuelita Corazón», pero tu gente te llevamos tan dentro, que perdurarás para siempre.
Como cada 12 de octubre: Muchas felicidades.
Ahora cuida y siéntete acompañada por aquellos que te quieren y están a tu lado en el Cielo.