Feminismo

Recuerdo que el año pasado, al leer las valoraciones realizadas por los jóvenes (sí, en masculino, porque sé que eran chicos) de un instituto de un pueblo de Salamanca, no pude por menos que echarme a reír.
Resulta que habían castigado a un grupo de alumnos (sí, chicos) porque se habían portado «estupendamente» y me echaban la culpa a mí, ya que yo les había echado la bronca por insultar a un compañero y, claro, seguro que se lo había contado a la jefa de estudios.
Su forma de mostrar su enfado hacía mí fue tachándome de «feminista» cuando valoraron mi taller y cuando me valoraron a mí. ¡Cómo si llamarme feminista fuera un insulto!
Sí, puede que sea FEMINISTA, pero a mucha honra. A mí me ha pasado como a tanta y tanta gente que huía de este término pensando que era algo sólo relacionado con las «marimachos», lesbianas y cualquier persona que pensara que la mujer tenía que encontrarse en una posición superior a la del hombre.
¡Qué equivocada estaba! 

Cuando me dicen o me preguntan que si soy feminista les tengo que contestar que sí, por supuesto; porque, después de darle vueltas y vueltas a la cuestión, después de leer, de analizar, de criticar y reflexionar, me he dado cuenta que las feministas somos aquellas personas (hombres y mujeres, que conste) que luchamos por lograr un mundo donde la igualdad entre ambos sexos sea efectiva y real, no algo que sólo quede reflejado en las letras que se encargan de dar forma a una ley, plan, instrucción o norma. 

Es un error equiparar machismo con feminismo, pensando que buscan lograr lo mismo, pero cambiando de protagonista.


Hace unos meses leía el artículo que comparto a continuación sobre lecciones feministas que podemos transmitir a nuestras hijas y a nuestros hijos. No se trata de dar más valor o ensalzar a la mujer o al hombre, consiste en que haya respeto, en que nos tratemos como iguales, sin que una parte domine a la otra. 

http://www.huffingtonpost.es/christine-organ/25-lecciones-feministas_b_6056940.html

Es triste leer como una organización como Intermón Oxfam nos dice que tardaremos 75 años en lograr la igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres. ¿Sólo 75 años? Al paso que vamos, yo creo que, desgraciadamante tardaremos más.


Un beso

Fue solamente un beso
para mí fue sólo eso.
Si te he visto no me acuerdo,
y si me acuerdo lo desmiento.

Fue la magia del momento.
De llevar tanto sin vernos.
Fue querer y no poder
dar marcha atrás parar el tiempo.
Fue poder y no querer seguir mintiendo.

Fue como son los cuentos,
con final feliz, contento.
Estábamos soñando,
pero estábamos despiertos.

Fue la magia del momento
De llevar tanto sin vernos
Fue querer y no poder
dar marcha atrás parar el tiempo
Fue poder y no querer seguir mintiendo.

Fue un beso, sólo eso.
Nada más y nada menos,
Que un beso, sólo eso.
Cada noche lo recuerdo.
Un beso, sólo eso. 

Éramos tan solo un par de amigos
Recordando viejos, tiempos
mejores.

Fue solamente un beso,
y ojalá que fueran cientos.
Pero me dijiste que eso
hubiera sido un desacierto.

Nos quedamos con las ganas
de volver a estar de nuevo juntos.
Otra madrugada bajo el techo de esta casa.
Y te fuiste sin decirme hasta mañana.

Un beso sólo eso.
Nada más y nada menos
Que un beso, sólo eso.
Cada noche lo recuerdo.
Un beso, sólo eso. 

Éramos tan sólo un par de amigos
Recordando viejos tiempos.

Y fue tan sólo…
Un beso, sólo eso.
Nada más y nada menos.
Que un beso, sólo eso.
Cada noche lo recuerdo
Un beso, sólo eso. 

Éramos tan sólo un par de amigos
Recordando viejos, tiempos
mejores.
«Fue solamente un beso» (Tontxu): https://www.youtube.com/watch?v=4Eb9sN-zuQE 
¿Qué son los besos? ¿Qué significan los besos? ¿Qué queremos demostrar con ellos?  
Según el artículo que comparto a continuación, muchos son los beneficios de los besos para la salud, en concreto se enumeran 10. 
En alguno de los talleres que realizo con niños/as en los coles, hablamos de las clases de besos que existen: hay besos de hermanos, de pareja, de casados, de amigos, besos escondidos, de «Judas»… tantos tipos de besos. Para hacerlo más ameno y divertido, les pongo una canción de Rosana que se titula «Besos». Es una forma muy sutil de hablar de cuándo pueden dejarse besar y cuando no es bueno que lo hagan. También les explico que, si lo dicen adecuadamente, pueden negarse a dar besos o a recibirlos. Los besos tienen que salir del alma y del corazón, no tienen que ser impuestos.

Pero, para las personas adultas, ¿qué significado tienen los besos?

Los celos… ese falso modo de demostrar el amor

Ya he comenzado este curso escolar a impartir talleres sobre igualdad y violencia de género. Ya he dialogado con varios/as adolescentes y la inmensa mayoría consideran que los celos son una muestra de amor, ni siquiera se plantean que sea una muestra de inseguridad por parte de quien los demuestra.
Hace algunos años, los celos eran la justificación que la sociedad (representada por los medios de comunicación) daba ante los asesinatos cometidos por los maridos. Se denominaban crímenes pasionales. Sí, pasión a la hora de asestar unas decenas de puñaladas en el cuerpo de la mujer, pasión a la hora de apretar el gatillo, pasión a la hora de sujetar un hacha y asestar un golpe. Sí, pasión.
La pasión se tiene que demostrar en los besos, en los abrazos, en las horas de conversación implicándote con la otra persona, en las noches, en los días,… Pasión por compartir momentos con la persona a la que quieres. Eso es pasión, lo otro, son las ideas machistas de una sociedad patriarcal y androcéntrica que considera, aún, que la mujer es un objeto que tiene que ser controlado, sometido, a la que «hay que atar corto» no siendo que piense demasiado y lo abandone, lo deje solo. Porque ése es el miedo de la persona que siente celos o siente «pasión»: el miedo a la soledad, a no llevar la voz cantante, el no ser el todo y el centro para la otra persona.
Una persona que conozco decía que él no tenía novia, sino que tenía a una compañera de viaje. Una persona que había decidido compartir con él este viaje llamado vida. A día de hoy, sigue con esa compañera y son padres.
En el siguiente enlace aparece un artículo publicado en el diario nacional El País donde nos hablan de los celos.
 

http://elpais.com/elpais/2014/11/21/eps/1416593429_192765.html

Los estereotipos de género en pictogramas

En mis talleres y charlas, suelo empezar hablando de igualdad y, en consecuencia, de los roles de género y estereotipos que la sociedad, la cultura nos ha impuesto a los hombres y a las mujeres.
Suelo utilizar imágenes, vídeos, dinámicas para tratar que el público asistente a mis charlas vea (porque a veces entra mejor la información por los ojos que por los oídos o, en la mayoría de los casos, algo visual refuerza lo dicho de palabra). Leyendo por las redes sociales determinados periódicos, encontré, en un blog, este artículo sobre los estereotipos. 
A través de una serie de pictogramas nos hablan de las diferencias dadas entre hombres y mujeres. Por ejemplo: la mejor arma de un hombre es permanecer callado, mientras que la de la mujer es llorar; cómo nos vemos ante el espejo, etc. 
 

http://blogs.publico.es/strambotic/2014/09/estereotipos/

Bahía de Caraquez, Ecuador 1ª parte

He cumplido mi sueño, por fin. Se suele decir que más vale tarde que nunca. Pues bueno, no ha sido tarde, tampoco ha sido pronto, sino en el momento justo, creo yo.
15 años he tardado en viajar a Ecuador, aunque algún año más en viajar a Latinoamérica (me daba igual el destino). 
Mucha gente me preguntaba que cuál era el motivo de haber elegido Ecuador y, encima, una ciudad «desconocida» como Bahía de Caraquez. La razón es muy simple: allí tengo a mi amigo Benja y me daba mucha más seguridad que viajar a Quito, la capital, o a otra ciudad.
 
 
Allá me he sentido como en casa. Estaba con mi gran amigo Benja, pero también compartía el día a día con sus compañeros de la Comunidad del Sagrado Corazón de Jesús. Durante 20 días he formado parte de esa familia, he compartido mesa, conversaciones, me he reído, he disfrutado de su compañía, de sus «piques», de su comida, de su experiencia… Realmente me han hecho mi estancia muy fácil y muy agradable.

Nada más llegar a la ciudad, he sentido el calor y la cercanía de la gente. Todo el mundo estaba dispuesto a ayudarme, a llevarme, a traerme, a conversar conmigo y a recordarme, casi a diario, que había ido por poco tiempo, más si les decía que tenía que «trabajar» y que me quedaba poco margen para visitar lugares y rincones.
Mi doctorado ha sido el causante de este viaje, organizado en tres meses (casi mejor, sin tiempo a pensarlo mucho). Por ello iba más por trabajo/estudios, que por ocio. He podido disfrutar de algunos rincones del país, pero también es cierto que me han quedado otros lugares por descubrir y disfrutar: Cuenca, Portocristi, Quito (lo he visitado, pero ha sido corto), la Isla Corazón, Guayaquil, etc.
He disfrutado del calor de la gente, de su cercanía, de su predisposición a acompañarme, a enseñarme, a conversar conmigo, … Me he sentido integrada en esa ciudad, en la parroquia (donde he pasado muchos momentos) con ese grupo de mujeres que lo hacen todo más fácil, más liviano, donde chismorreábamos, «hacíamos trajes», hablábamos de mi vida en España, de su vida en esa ciudad que tiene que emerger, de política (sí, de política yo!!!), del clima, de la gastronomía,…
 
He tenido la oportunidad de oler, sentir, oír el océano. Ese océano Pacífico que no tenía nada de manso, al contrario, bravito estaba casi todos los días.  Un agua salada que echaba de menos porque este verano no había podido disfrutar de ella. En esta ocasión, en estos días, no me he hartado, sino que he visto otra perspectiva de ella.



Ha sido una suerte compartir momentos, horas del día, trabajo, confidencias, risas, viajes y tantas cosas que se quedan para mí, con mi gran amigo, con mi «director espiritual» (jajaja), con mi hermano mayor. Esa persona que se marchó de nuestra Salamanca querida hace 15 años y que siempre ha estado a mi lado, a pesar de la distancia. Una de las personas más importantes de mi vida (lo sabe y lo saben), de ésas a las que no quiero perder. Ha sido mi guía por Bahía, mi protector (no me dejaba casi en ningún momento y, en ocasiones, era demasido protector 🙂 Le estaré eternamente agradecida.
 
En próximos post iré desgranando mis 20 días en Bahía de Caraquez, ciudad a la que le queda mucho por crecer, a la que ya llevo en mi corazón, al igual que a sus gentes. Iré contando mis peripecias, mi adaptación, mis charlas, la Universidad, las mujeres del Movimiento de Mujeres La Merced, las reuniones con diversas comunidades, el día a día… De momento, esto es un anticipo y un agradecimiento tanto a las personas del otro lado del charco, como a las personas que dejé en mi tierra charra: ¡GRACIAS!

La visualización

La verdad, no es por echarme flores, pero cuando me pongo a preparar talleres, de cualquier tipo, no sólo para las chicas de Generando Igualdad, necesito muuuucho tiempo para buscar el material, seleccionar el que creo que me vendrá mejor para lo que quiero trabajar, organizar la sesión, los tiempos,…

Entre esas búsquedas, descubrí los cuentos de Jorge Bucay. Podremos estar de acuerdo o no en su método, pero no podemos negar el poder de los cuentos (como ya he dicho, creo, en otras ocasiones). 

Este cuento lo he usado en mi último taller «Somos reinas» para hablar de las capacidades de cada persona, en los impedimentos que tenemos y/o que nos ponemos, en la necesidad de intentarlo, intentarlo y volver a intentarlo cuando pensamos que ya no seremos capaz de sacarlo adelante.

Hay un dicho que dice: «el que la sigue, la consigue«. Pues eso debemos hacer a lo largo de toda nuestra vida, seguir y seguir hasta que consigamos aquello que queremos. En mi caso, por ejemplo, «la luna».

Porque nadie nos puede decir que no podemos antes de intentarlo al menos.

EL ELEFANTE ENCADENADO (Jorge Bucay)
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me
gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la
atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal
preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala
de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de
su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante
siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que
aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un
animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la
estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté
entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó
que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del
elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían
hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio
como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era
muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de
que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus
esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro…
Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a
su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no
puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.
Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de
estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de
cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no
lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria
este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca
más volvimos a intentar liberarnos de la estaca. 

Acá os dejo el enlace si queréis escuchar el cuento: