Las Caperucitas

Se nota que me gusta leer (me apasiona más bien) porque aprovecho cualquier oportunidad para hablaros del último libro que ha caído en mis manos o que me han recomendado y he leído. 
Como habéis podido comprobar, leo prácticamente de todo. Este año me he iniciado en la novela gráfica y tres son ya las que han entrado a formar parte de mi pequeña biblioteca.

En esta ocasión os quiero hablar de las distintas caperucitas (y caperucitos) que viven a nuestro alrededor y que ni sabemos que existen.

Esas caperucitas que tienen que hacer aquello que les dice su familia y con lo que no se encuentran cómodas, sabiendo, en su fuero interno, que no está bien lo que está sucediendo. Ven coartada su libertad y son chantajeadas emocionalmente por aquellos que, dicen, más les quieren. Además, son amenazadas, pues les dicen que las llamarán «locas» y nadie las creerá si se atreven a compartir sus inquietudes con otras personas.
Eso cuenta el libro «Las lágrimas de Caperucita«. Muchos años en silencio. Los recuerdos más «dolorosos» han quedado postergados a lo más profundo de la memoria como fórmula de defensa, hasta que algo hace que aflorezcan, encontrándose con las fuerzas necesarias para gritar «¡basta!» y no callar. No volver a callar nunca. Ni ante su padre y su madre.

Al final, el miedo a quedarse sola se convierte en niebla y se da cuenta que hay personas a su alrededor, en muchos casos quien menos esperaba, que están dispuestas a estar a su lado apoyándola, sujetándola cuando no pueda caminar, y a llorar con ella cuando no pueda más.

Ya lo cantaba Ismael Serrano en la década de los 90: 

Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: «Ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.

Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa»
(…)
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.

Si eres mujer…

Ayer salió en los medios de comunicación (yo lo vi en el Telediario, pero también ha aparecido en la prensa escrita) que se habían concedido los premios Garrote a sentencias que hacen retroceder en equidad de género. 

La «medalla de bronce» se la lleva una sentencia española dictada por un Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Vitoria que, en febrero de 2015, preguntó a la mujer que si «había cerrado bien las piernas» para no ser agredida sexualmente. Desde la Asociación Clara Campoamor se denunció este hecho y se solicitó, si no me equivoco y me falla la memoria, que la jueza fuera sancionada.

Por otro lado, el premio del público se lo lleva una sentencia dictada por un tribunal de México que quita la custodia a una mujer española por no seguir el «rol tradicional de madre». La mujer no era católica y hacía, fijaros qué desfachatez, entre otras cosas, fregar los platos a quien, en ese momento, era su marido. Ha intentado buscar el apoyo de los tribunales españoles, pero sin éxito. 
Ya no es sólo violencia de género ejercida por el compañero sentimental tal y como aparece regulado en nuestra ley española, la violencia de género también la pueden ejercer las instituciones. Éste es un claro ejemplo de ello.

En el siguiente link podéis acceder a los diversos premios que se han otorgado a la Justicia a nivel mundial y conocer un poquito más lo que hace esta organización:

Días antes a la aparición de esta información, saltó en diversos medios de comunicación otra noticia que me ha dejado impactada y que hace que me plantee si debo seguir creyendo, o no, en la raza humana, a pesar de lo que escribía en un post anterior. El hecho que describen los noticiarios sucedió en Brasil: una joven, sedada o drogada (me da igual), fue violada por 33 hombres, entre ellos su novio, grabándolo y, posteriormente, subiéndolo a las redes sociales. Pero es que los comentarios que he podido leer posteriormente, creo recordar que del juez, denotan una visión machista y misógina de las mujeres. Eran algo así, o yo lo entendí de este modo: parece ser que, a pesar de estar drogada o sedada, la chica lo disfrutó o lo quería. 

¿En serio? ¿Eso lo justifica? Es lo mismo que decir que la ropa que llevas denota si estás buscando «guerra» o no, o según si tienes más o menos escote así eres…

Un vídeo francés nos muestra, prácticamente dando el mismo mensaje que el vídeo realizado en el 2014 por el diario.es sobre los micromachismos (https://www.youtube.com/watch?v=Co_z_GbjbHY), cómo nos sentimos las mujeres cuando caminamos solas por la ciudad, los miedos, la inquietud… Os dejo el vídeo en francés, pero también el link de youtube donde podéis verlo con subtítulos en castellano.



Estos son tres ejemplos que nos muestran que la lucha por la igualdad de género tiene mucho camino aún por recorrer y que nuestra sociedad, en pleno siglo XXI, sigue siendo muy machista, lo cual es malo tanto para los hombres como para las mujeres. 

La responsabilidad de acabar con esto es de toda la población en general, no sólo de un colectivo. ¿Te animas a aportar tu granito de arena?

Confío en el ser humano

La semana pasada me preguntaba uno de los asistentes a los talleres-charlas del proyecto Red.es que si pensaba que el mensaje que quería transmitir, al estar con ellos en las clases, a los/as adolescentes les quedaba o no. Que si consideraba que aquellos, porque la inmensa mayoría son chicos, que se erigían como líderes, en realidad se quedaban con lo que explicaba en los talleres (da igual la temática: TIC’s, violencia de género, igualdad). Yo le dije que sí.

La conversación se desarrollaba dentro de las charlas-talleres que he impartido dentro del proyecto Red.es de capacitación en materia TIC a madres, padres, educadores de menores de edad. Y, como no podía ser de otra manera, nos preguntábamos si los menores de edad serían capaces de atender en charlas de este tipo o se escudarían en que saben y controlan todo lo que se «cuece» en la Red.

Yo les decía a los padres y madres que, en muchas ocasiones, todo esto basado en mi experiencia de 3 años largos trabajando en institutos y colegios con menores, ellos y ellas dan una imagen, debido a la presión de grupo, pero que, en el fondo, cuando estás a solas con ellos y ellas te das cuenta que el mensaje ha llegado.

Les conté el caso de un chico, en un instituto de un pueblo de Salamanca, con el que me enzarcé en una discusión en plena sesión. Ambos decíamos lo mismo, más o menos, pero él era incapaz de escucharme, porque sí me oía. Al final, le pedí que me dejara poner el corto que tenía preparado (el genial corto de Raquel Polo «Asesinos, ¿dígame?») y que después hablábamos de nuevo. Cuando finalizó el corto y la clase, porque no nos dio tiempo a nada más, el chico se acercó, me abrazó y me dio las gracias. Eso me vale. Eso lo llevo guardado en mi corazón, en mi cabeza y en mi alma. Ese gesto me demuestra que el mensaje llega, que ellos (y ellas) piensan, cuando quieren y les viene bien, y se quedan con todo lo que les contamos.

Os podría contar más casos de adolescentes que tienen una pose delante de los compañeros y de las compañeras, del profesor/tutora, etc. y luego, en el tú a tú, se muestran de otra manera, con otras inquietudes… Pero no voy a extenderme más. 

Os voy a poner otra muestra más de que se puede confiar en el ser humano y, en concreto, en la adolescencia, pues no todo está perdido, simplemente hay que saber llegar, escarbar y tocar la vena más sensible y crítica, para hacerles remover y que salten de la silla.

Esta semana pasada se ha convertido en noticia un corto realizado por un grupo de estudiantes zaragozanos que nos invitan a reflexionar sobre la violencia de género. El corto, de dos minutos escasos, se titula «¡Despierta! Wake up!».

Y tú, ¿te has despertado? No. ¿A qué estás esperando? Nos concierne a todo el mundo. Todas las personas somos responsables de luchar y erradicar toda clase de violencia. No mires hacia otro lado.



Pedacitos


Las cosas cada vez me las ponen más difíciles para creer. Creer en el ser humano, creer en el mundo, creer en la posibilidad de cambio.

Pero de pronto, cuando menos te lo esperas, una luz se sitúa delante de ti y te muestra que el cambio es posible.

Desgraciadamente, mucho hay que trabajar para erradicar la violencia de nuestras vidas y de la sociedad. 

Hay que empezar a educar desde bien chiquitos/as. La materia de igualdad, por ejemplo, debería ser algo transversal, trabajándose en todas las materias y asignaturas, no tratándose de algo puntual, de lo que hablamos en determinadas fechas y/o porque alguien externo al centro viene a dar una charla o taller. Pero también hay que cambiar el «chip» a determinadas personas adultas, para que sean conscientes de lo importante que es implicarse y de lo necesario que es trabajar por la igualdad. 
En el momento en que dejemos de mirar hacia otro lado cuando sucede algo que no nos incumbe directamente, habremos avanzado un poquito más.
Si trabajamos por la igualdad, si no toleramos ningún acto de violencia, tendremos una sociedad «más limpia», donde el bienestar será más palpable.

Hace unos días me hicieron llegar la noticia de la publicación de un vídeo en youtube. Este vídeo ha sido elaborado, sin cortes, sin guión, por una mujer que ha sufrido violencia de género. Lo titula «Testimonio de una superviviente. Muchos pedacitos de mí«. El vídeo se publicó a finales de abril, cuando ya había dictada una sentencia, pues la agresión se produjo a finales del año pasado.


En este vídeo, que dura algo más de 30 minutos, trata de dar voz a todas aquellas mujeres que han sido víctimas de una agresión de este tipo. Y nos lanza un mensaje bien claro. ¿Queréis saber cuál es? Pues escuchadla.


https://www.youtube.com/watch?v=hM0HiQpiLfY

«Ya está bien»

Importantes son todas las iniciativas enfocadas a la sensibilización y prevención en cualquier materia. De agradecer es que desde organismos públicos se alíen para mostrarnos un material con el que se puede trabajar en diferentes sectores.

En esta ocasión, el pasado mes de abril, el Consejo General del Poder Judicial y el Observatorio Estatal contra la Violencia Doméstica y de Género han presentado una publicación titulada «Ya está bien». La finalidad de este pequeño librito, con frases breves y concisas e ilustraciones, es alentar a las mujeres que están sufriendo violencia a manos de sus parejas o ex-parejas para que tengan la fuerza y el coraje que les empuje a salir de esa situación.

Estos ejemplares se distribuirán en los diferentes Juzgados de Violencia sobre la Mujer y se usará en el programa «Educando en Justicia» que trata de acercar la Justicia a los y las jóvenes.

Desde la Asociación ADAVAS Salamanca, se tratará de distribuir estos ejemplares por diferentes centros educativos de la zona.

Es muy importante para erradicar la violencia de género, iniciativas de este tipo, sobre todo desde el ámbito judicial, cuyo peso es tan importante  para penar a aquellos hombres que atentan contra la integridad física, emocional y psicológica, así como contra la libertad de cualquier tipo de aquellas mujeres que, en algún momento, fueron su pareja.


En el siguiente enlace se puede descargar el Decálogo contra la violencia de género:

Metro

La semana pasada viví una situación que me dejó un poco helada… ahora que me pongo a escribirlo, me recuerda a otro hecho acaecido hace ya bastantes años, cuando era una estudiante de Derecho que estaba disfrutando del verano en compañía de sus amigos y amigas. Pero esa historia, para otra ocasión.

Lo que sucedió hace unos días me ha hecho cuestionarme muchas cosas, entre ellas, si actué bien o debería haber hecho algo más.
Caminaba hacia la boca del metro, hablando por teléfono. Iba a ser una visita rápida al centro, sabía dónde tenía que ir, qué tenía que hacer y el tiempo, más o menos aproximado, que iba a tardar en llegar. 
De pronto escuché una voz, bastante alta para mi gusto. Me paré en la boca del metro porque allá abajo no había cobertura. Y esperé. El teléfono aún pegado a mi oreja.
De pronto aparecieron en mi campo de visión un hombre, quien gritaba, una mujer, impasible, el gesto de su cara neutro, y una niña que caminaba a cierta distancia, no mucho, de la pareja. El hombre no dejaba de gritar, no recuerdo sus palabras. Bajaron las escaleras de la boca de metro. Cuando terminaron de bajar, sin traspasar las puertas, el hombre alzó más aún la voz, se aproximó a la mujer. Yo esperé. Sin colgar la llamada. Como aquello parecía que se ponía «chungo», bajé unos escalones dispuesta a cortar la llamada y marcar el 112 o el 091. De pronto, apareció la niña corriendo y se quedó quieta al verme descender por las escaleras. Pasé al lado de la pareja. La mujer estaba quieta, gesto neutro en su rostro, tiesa, en ningún momento había abierto la boca para decir nada. El hombre aún hablaba en voz alta. Pasé a su lado y les miré, despacio. Pensaba: «Levántale la mano y… me llevaré un guantazo, pero tú tendrás que vértelas con la policía». Traspasamos a la par las puertas de acceso al metro. Yo caminaba despacio, esperando…

Mientras esperaba en el andén. La mujer apareció. Sola. Su gesto aún era neutro. Como si nada hubiera pasado. No me miró. Pero yo si la miré a ella. Nadie la seguía. En realidad no respiré tranquila. 

Hoy sigo pensando si no debía haber hecho algo más, haber increpado a ese hombre. Cuando salí del metro, a la vuelta, miré si había cámaras, si lo habrían grabado. Sé que me vieron, sé que el hombre sabía que estaba ahí, esperando… Cierto es que, cuando pasé a su lado, el tono de voz descendió. La niña se quedó parada cuando me vio.

No sé. Siempre pienso que podría haber actuado de otra forma, haber hecho algo más. Nunca es suficiente.