Existen personas que tienen la capacidad de escuchar a otras. Es una capacidad que no todo el mundo posee. Pero, en ocasiones, se olvidan de ser escuchadas.
YO
Es decir, se olvidan del «yo». Son capaces de llenar su mochila chiquita de todas las «piedras» que sueltan las personas de su alrededor, las personas a las que escuchan sin poner peros, sin condiciones. Entonces, su mochila se hace más y más grande. Mochila que, con su enorme peso, daña la espalda y el alma. Las personas escuchadas se acostumbran a ello y se olvidan de que quien escucha, también se merece ser escuchada alguna vez.
YO
Pensamos que el egoísmo es malo. De hecho, cuando tachamos a una persona de egoísta, miramos de soslayo y torcemos el gesto. Es algo negativo. Enseñamos a las niñas y a los niños a compartir, a ser personas generosas, a no ser posesivas… Pero nos olvidamos de enseñarles a aceptar la frustración, a gestionar sus emociones, positivas o negativas, y a ser un poquito egoístas.
YO
Si no nos encontramos bien nosotras mismas, en salud y en alma, todo lo que transmitamos a las personas que nos rodean serán sensaciones negativas. Nos convertiremos en personas tóxicas, como el Grinch, por ejemplo. Personas que no necesitamos que estén cerca porque nos dañan. Quizás no físicamente, pero sí psicológica y mentalmente. El alma tiene que estar sana para que podamos evolucionar.
YO
Tenemos que pensar en nuestro «yo». De vez en cuando, debemos dejar de escuchar y exigir que nos escuchen. Ser egoístas, al fin y al cabo. Nuestro «yo» también es importante. Nuestro «yo» necesita también de unos oídos que se presten a escuchar los momentos, buenos y malos, de nuestra vida que merecen ser contados.
Si en algún momento no quiero escucharte, si en algún momento estoy callada, si en algún momento no te contesto como habitualmente lo hago, no me lo tengas en cuenta, estoy pensando en mi «yo».