Juguetes y regalos

Tenemos un Ministerio de Consumo que a veces da en el clavo, otras es motivo de mofas y de críticas… En esta ocasión voy a poner sobre la mesa la última campaña creada por el Ministerio relacionada con los juguetes y el sexismo.

En primer lugar considero importante dar una definición de sexismo, pues, en bastantes ocasiones, escuchamos o leemos una palabra y desconocemos su significado.

Por sexismo se entiende, según la Real Academia de la Lengua Española, la discriminación de las personas por razón de su sexo. Es decir, consideramos que el hecho de ser mujer o de ser hombre tiene que ser motivo de diferencia. Cada persona, según su sexo, sus aparatos reproductores, sus genitales, tiene una tarea en este mundo, en esta sociedad. En concreto, en el caso de los juguetes, las niñas y los niños tienen unos juegos y juguetes asignados en función del sexo.

Pero el sexismo nos lo encontramos en muchas partes de nuestra sociedad, no sólo en los juguetes. Pero sí es cierto que hacemos mucho hincapié en ello porque los juguetes llegan a manos de nuestras/os menores que se encuentran en un proceso de formación, de aprendizaje, de desarrollo.

Aún así, no podemos olvidar que el sexismo se esconde en el lenguaje, en los medios de comunicación, en el lugar de trabajo, en la familia, en lo público, en lo privado… De ahí que muchas organizaciones, por ejemplo, se pongan manos a la obra y creen guías para un uso no sexista del lenguaje. Porque, por mucho que les pese a muchas personas, las palabras sí son importantes.

Pero en esta ocasión, dadas las fechas en las que nos encontramos, me voy a centrar en los juguetes.

Durante mucho tiempo (aunque todavía se sigue viendo en algunos catálogos de juguetes) se diferenciaban los juguetes según si eran «para niñas» o «para niños». El azul teñía las páginas de las revistas de juguetes donde se seleccionaban coches, camiones, superhéroes, juegos de construcción, herramientas, etc. para los niños. El color rosa se dedicaba a esos juguetes que reflejan lo no reconocida), las tareas de belleza, etc. Las sillitas y capazos rosas para pasear a los muñequitos imitando la labor de crianza que parece que sólo pertenece a las mujeres.

Pero la distinción de «niños y niñas» no sólo se ve en estos catálogos, en estas fechas, sino que también se observa en los patios de colegios (aunque con calma y paciencia las cosas empiezan a cambiar), en las tiendas de ropa con zonas delimitadas, claramente, para niñas y niños: superhéroes para ellos, tutús y princesas para ellas.

En su momento, sin darme cuenta, yo ya empezaba a revelarme contra estos marcajes esteotipados: me compraba camisetas o sudaderas de «chico», me enfadaba cuando me tocaba hacer determinadas cosas mientras mi hermano se iba a su habitación, compré cosas de color azul cuando fui madre y me decían que lo que tenía que comprar era de color rosa, odiaba lazos en la ropa, cuando era pequeña me levantaba el vestido en señal de rebeldía (ahora me hace mucha gracia).

En alguno de los talleres que he impartido a personas adultas, pero también en colegios, he hablado de lo limitante que es decir que una cosa sólo la puede utilizar un niño o que otra cosa es sólo de niñas. Estamos privando a una parte de la diversión, de la imaginación y de descubrir nuevas posibilidades de juegos. También les estamos quitando la opción de elegir con qué quieren jugar, con qué quieren divertirse… Además, hay juegos que les dan la posibilidad de aprender a ser personas independientes.

Por eso es tan importante no elegir juegos sexistas ni sexualizar los juegos. Por eso, cuando regalemos o cuando compremos un juego, no pensemos en si es «para niños o para niñas», pensemos que es un juego y las posibilidades que le ofrecerán al niño o a la niña a la que queremos dárselo. Una cocina es tan válida para un niño como para una niña, un camión o un juego de construcción resultará atractivo tanto para una niña como para un niño, las muñecas, los muñecos… son válidos para ambas partes, sin distinción. Decidme: ¿por qué a un niño no le puede gustar una barriguita o una pollypocket? ¿Por qué una niña no puede pedir a los Reyes una figura de superhéroe (hombre) o un juego de herramientas para arreglar aquellos juguetes que se estropean?

Os animo a que veáis la campaña del Ministerio de Consumo sobre la «huelga de juguetes». Vedlo con perspectiva, sin cerraros opciones. Mente abierta.

https://www.youtube.com/watch?v=hqNALzCZqaU

Pensemos en juegos que ayuden a desarrollar las distintas capacidades de las niñas y de los niños. Punto.

Gratitud

La semana comenzó con el final de un nuevo proyecto laboral que me ha reportado, aparte de muchos kilómetros en coche, conocer poblaciones de la provincia de Salamanca desconocidas, conocer a mujeres estupendas, divertidas, voluntariosas, maravillosas, con ganas de seguir dando caña, valientes, emprendedoras,… Además, he podido seguir poniendo mi granito de arena en la lucha por la igualdad. Se han generado debates maravillosos, intercambios de ideas, hemos filosofado, hemos bailado, hemos reído… ¿Qué más se puede pedir?

Y resulta que, el martes, al abrir el correo electrónico por la mañana, descubro un mail de mi queridísima María José, la trabajadora social de Insolamis, diciéndome que he sido nominada a los premios de voluntariado (#VoluntaS) que otorga el Ayuntamiento de Salamanca.

¡Qué emoción y qué alegría más grande sentí! Tengo que reconocer que estuve toda la mañana llorando.

Siendo sincera, no sabía en qué consistía esa nominación. Si era algo que ya estaba dado, si se elegía entre todas las nominaciones, si… Pero ya sólo el hecho de recibir ese mail y lo que me ponía mi querida María José… Y que viniera de Insolamis. ¡Cuánto les echo de menos! ¡Qué mal la pandemia!

Si hubiese podido decir unas palabras (19 nominaciones y teniendo en cuenta que no es una gala como los Goya, pues ya me imaginaba que no) hubiese dicho lo siguiente:

Este año ha sido un año bastante duro emocionalmente. Y no es sólo por la pandemia, por el Covid-19 y todo lo que conlleva. No. Demasiados duelos vividos y aún no superados. Demasiadas ausencias que pesan en esta mochila que llevamos a cuestas.

Gracias por esta propuesta y nominación. Gracias por acordaros de mí y la labor que he realizado. Gracias por todo lo que me habéis aportado, por vuestra simpatía y cercanía. Gracias por apuntaros a mis ideas un tanto «locas» y por aceptarme como «la chica de igualdad». Gracias por acordaros siempre de mí, tanto o más de lo que me acuerdo yo de vosotras y vosotros. ¡Cuánto nos queda por aprender juntos/as!

Esto me reafirma en mi propósito de seguir haciendo lo que hago; de seguir poniendo pasión en todo lo que llevo a cabo y en todo lo que creo. Me ayuda a creerme, de verdad, que valgo y que transmito toda la pasión, entrega, responsabilidad, paciencia, ilusión… que pongo en todo lo que realizo. Porque éstas son parte de mis características.

GRACIAS de corazón.

(Falta mi mamá que llegó más tarde y mi hermano que tenía compromisos familiares)

Y hoy, jueves, después del acto de entrega de estas menciones, premios o como lo queramos llamar; después de compartir este rato con gente querida y admirada, sigo con el firme propósito de seguir luchando por los valores y principios en los que creo, de seguir ayudando a quienes lo necesitan, de continuar colaborando con las entidades en la medida de mis posibilidades y de seguir queriendo a esta gente de Insolamis que forman parte de mi corazón desde que me abrieron las puertas de su centro. OS QUIERO y os echo de menos.

https://twitter.com/aytoSalamanca/status/1466385735217467395?t=KnYwJWU0LFAQ_MIW5j3OUQ&s=19

Encuentro Nacional de Puntos Violetas

El pasado 23 de marzo, tuve la suerte de participar, como representante de Adavas Salamanca (que forma parte de FAMUVI), en el I Encuentro Nacional de Puntos Violetas que se celebró en Getafe, organizado por su Ayuntamiento y por la Fundación ASPACIA.
Comenzamos escuchando a la presidenta de la Fundación ASPACIA quien nos explicó el concepto de violencia sexual y cómo trabajan en su organización. 

A continuación, contamos con la participación de tres representantes de los Ayuntamientos de Coslada, Fuenlabrada y Pamplona (Iruña) quienes nos relataron las actividades, propuestas y medidas que están llevando a cabo para que sus ciudades estén libres de agresiones sexuales.



Antes de la comida que se llevó a cabo en la Casa de Extremadura, tuvimos la mesa de experiencias que compartí con las compañeras de Getafe, Castilla-La Mancha y Pamplona. Fue maravilloso escuchar cómo trabajan, lo que consiguen, el tiempo que llevan desarrollando los Puntos Violetas, la entrega, el entusiasmo y las ganas de seguir haciendo cosas hasta erradicar por completo este tipo de violencia.

Nos dimos cuenta que es necesario e imprescindible el trabajo en red, no sólo entre las distintas asociaciones y entidades sin ánimo de lucro que llevamos tiempo trabajando, sino que también se tiene que contar con las Administraciones públicas y las entidades privadas. 

Tras la comida, tuvimos tres mesas de trabajo donde abordamos los retos de los Puntos Violeta, se debatió sobre si los hombres deberían estar presentes en los mismos o no. Para finalizar con un Plenario donde se pusieron encima de la mesa todas las conclusiones a las que se habían llegado.

La jornada terminó con la actuación de «El Drogas», quien puso el punto final a un sábado de trabajo, escuchar, compartir, dialogar, aprender…

Prensa: 
Para finalizar este post os dejo un «descubrimiento» que he hecho hace unas semanas: Rayden y su «Caza de pañuelos». 


Cuestionando a las histéricas

Es bastante habitual que cuestionemos lo que suelen decir las personas. Es como si estuviese en nuestra genética. Nos gusta rebatir, cuestionar, dialogar elevando el tono de voz, gritar, en algunas ocasiones, como si eso fuese a dar más fuerza y consistencia a nuestro argumento.


En las tertulias televisivas esto sucede y más. Hemos llegado a un punto en el que el insulto parece que significa que llevamos la razón en todo lo que decimos. Lanzamos acusaciones que, en muchas ocasiones, no tienen una base sólida, pero que ahí las dejamos. Se les da un espacio, una creencia, un apoyo. Alguien se las creerá y hará que esa acusación se convierta en realidad en la mente de todas las personas.

Pero se puede ir más allá. En el caso de las mujeres los insultos, las descalificaciones son mayores. Iba a escribir que rozan el acoso y derribo, pero es que no lo rozan, son acoso y derribo. Un argumento muy utilizado es el aspecto físico: si está gorda o no, si es guapa o no, si viste bien o no, si descuidada su aspecto físico o es excesivamente guapa… Siempre hay algo que nos cosifica, que nos vuelve objetos/objetos sexuales de cara a nuestro interlocutor. No usan argumentos válidos, coherentes, basados en datos científicos, oficiales… siempre el ataque está dirigido a nuestro cuerpo y nos cuestionan todas nuestras palabras considerando que somos «tontas», poco inteligentes y dándonos lecciones de la vida, de nuestro trabajo…

Esto lo hemos podido ver en cuanto se ha formado el nuevo Gobierno tras la moción de censura. Determinados medios de comunicación han corrido a publicar sobre el «guardarropa» de las ministras, obviando (disculpad la ironía y el sarcasmo) dónde compran sus trajes, quiénes comparten su vida, qué hacen, qué leen, etc los 6 ministros del nuevo Gobierno socialista. 

Como me decía un amigo: a estas alturas conocemos absolutamente todo de la vida personal de las ministras: si están casadas o no, cuánta descendencia tienen, si su estilo de vestir es moderno o no, con quién follan, etc. Todo aquello que a mí, personalmente, no me interesa, todo aquello que no está relacionado con su nuevo «trabajo» y que es lo que realmente nos debería interesar. Nos tendríamos que detener en si harán bien su trabajo o no, no en si son más de traje de chaqueta y pantalón o vestido.

Seguimos comprobando que, a pesar de estar en el siglo XXI, en el año 2018, hay determinados aspectos culturales y sociales que no cambian, aunque haya personas que se empeñen en decir y «argumentar» que la igualdad la hemos alcanzado y nos pregunten: «¿Qué más queréis las feministas?».

Anotación: os recomiendo leer el libro de Isabel Mastrodomético «Las feministas queremos…».

Nos siguen llamando histéricas y locas. Piensan que vamos a hacer lo mismo que ellos han hecho con nosotras. Pero eso es lo que nos diferencia: nuestra lucha no causa muertes. Nuestra lucha remueve conciencias y hace temblar los cimientos de un patriarcado que empieza a tener, ahora sí, los días contados. Tardaremos años en lograrlo, pero algo está cambiando y ahora ya no nos pararán. Nosotras tenemos argumentos, nosotras somos pacientes y luchadoras, nosotras nos unimos y somos más fuertes. Nosotras estamos empoderadas, somos capaces, somos hermanas.


Rojo y morado

No soy yo de hablar mucho de política. Pero lo cierto es que en los últimos, más o menos, 3 años he hablado de este tema por todos los años anteriores que no lo he hecho. Tengo que reconocer que entender, lo que se dice entender, no entiendo; pero sé cuáles son mis ideas, mis principios, mis valores…
Una profesora me dijo que cuando la gente dice que es «apolítica» está cometiendo un error, pues al vivir en una sociedad, todo el mundo está inmerso en la política.

Bueno, pues lo dicho. No entiendo mucho de política, pero asumiendo mis limitaciones y mis pocas (o ningunas) ganas de entrar en política, hablo sobre lo que me gusta y disgusta que hace, dice o expresa nuestra clase política. 


Hace unos días la estabilidad política se tambaleaba porque a «alguien» se le ocurrió interponer una moción de censura (art. 113 Constitución Española) ante los acontecimientos judiciales acaecidos que salpicaban, como un maremoto, al partido político que estaba en el Gobierno.

Cuando esta moción de censura salió adelante, toda España (o casi toda, no nos vengamos arriba) estaba expectante por saber quién formaría parte del nuevo Gobierno. Había esperanza en que fuese renovador y diese un poco de esperanza a la sociedad que se removía: pensionistas reclamando un aumento digno de sus pensiones, mujeres reclamando su lugar en la sociedad y gritando contra todas «las manadas» que hay en sociedad, estudiantes reclamando una educación pública mejor, etc.

Miles de quinielas se hacían en los medios de comunicación. Al final tenemos 11 ministras y 6 ministros, liderados por, según la prensa internacional, Mr. «Handsome».

Todos los medios se hicieron eco de este hecho histórico: la primera vez en la democracia española que había más mujeres que hombres en el Gobierno. La paridad había pasado de largo y el director de esta orquesta había apostado por ellas, dicen, haciendo caso a las consignas y peticiones del #8M. Hablan de Gobierno feminista. Pero como dice Irantzu Varela, en realidad es un Gobierno donde muchas de sus componentes son feministas; es un Gobierno donde priman las mujeres, esperemos que elegidas por sus altas capacidades y su desarrollo profesional, más que por su «planta» o su guardarropa o estilo. 

El machismo sigue imperando cuando se habla de las «mujeres» de nuestro señor Presidente, dejando de lado el estilismo o el estilo de los hombres que componen el Gobierno.

No estamos en una sociedad igualitaria, aunque nos lo quieran vender así algunos «señoros».

Pero hay esperanza. Espero que en estos casi dos años de Gobierno que les esperan, les dejen y puedan hacer cosas para alcanzarla. Para ello se llevan a la profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca: Soledad Murillo. Ella estará al frente de la Secretaria de Estado de Igualdad. Nadie mejor para conseguir todo aquello que había quedado paralizado, no sabemos aún el motivo. Estoy segura que ha aceptado el reto y que trabajará como sólo ella sabe hacerlo: con tesón, responsabilidad, compromiso y constancia. Su generosidad y conocimientos en la materia la llevarán a luchar por acercarnos un poquito más a esa igualdad entre hombres y mujeres tan ansiada. Porque, como ha dicho en una entrevista, consiste en sumar a lo que se ha hecho, no restar ni anular lo conseguido. Madrid gana mucho con su presencia. Salamanca se queda un poco huérfana.

Los lobos con piel de cordero

El jueves pasado se acabó la espera. 

Rabia y consternación se mezclaron en mí. 

Salía del despacho de un abogado cuando un amigo me dio la noticia: 9 años y 50.000€ de indemnización. Llegué a casa y traté de ver la TV, pero no pude detenerme mucho.

Movilizaciones por la tarde en todas las ciudades de España. Me tuve que quedar en casa, pero lo seguí a través de las redes sociales. 

Tremendo.



Quería haber leído todas las palabras que justificaban la decisión tomada antes de escribir este post, pero, de momento, me ha sido imposible. No sé si tendré estómago para hacerlo. Siempre me ha resultado difícil leer los fallos judiciales aunque soy «jurista», pero éste, dedicándome a lo que me dedico, me costará mucho más.

Leía en las redes sociales muchos comentarios, tanto de personas expertas en Derecho como periodistas. 

Algo leí en Facebook que no hacía más que repetirse en mi cabeza como un mantra: «¿Y ahora cómo le digo a una víctima que denuncie?». Tengo que reconocer que yo no he sido una defensora acérrima de la denuncia, pues pienso que primero hay que hacer un trabajo previo con la víctima, ya que este tipo de delitos afecta muchísimo psicológica y anímicamente; pero reconozco que si se comete un delito debe ser perseguido, juzgado y sentenciado. No debe quedar impune.

Pero, además, pensaba (y recordaba una situación): ¿Y con qué cara rebato yo ahora al joven (de 15 años) que hace unas semanas me justificaba el mantener relaciones sexuales con una chica borracha? ¿Qué argumento me queda? ¿Qué digo yo cuando me pregunten sobre esto en la jornada formativa para profesionales que tengo al día siguiente?

Mientras regresaba a casa, recordaba una conversación con mi abuelo cuando comenzaba a estudiar Derecho. Yo era muy idealista, comprometida y demasiado utópica. Escribí esto en Facebook:

A pesar de que quería, no he podido estar en la concentración de esta tarde. Estaba en mente y alma y corazón. Estaba pendiente de las redes sociales; viendo las movilizaciones en otras ciudades mientras jugaba con mi sobrina. Luego, ya sola, en el coche, camino a casa después de un día largo y cansado, he sentido unas inmensas ganas de llorar. He recordado una conversación con mi abuelo José Antonio cuando iniciaba mis estudios de Derecho. Más o menos me venía a decir que cuando llegase a jueza (no he llegado) me volvería como el resto y no impartiría justicia. Yo defendía la justicia y la judicatura, ingenua e ilusa de mí. Ahora mi abuelo debe estar sonriendo y pensando: te lo dije. Me da rabia todo esto. No sé si seré capaz de leer los 371 folios de la sentencia. Sé que mañana me preguntarán por ello y realmente no sabré qué decir. No tengo argumentos. De lo que estoy segura es que algo hay que cambiar y que ya no nos para nadie. 

He leído comentarios en twitter de abogados, magistradas, profesoras de Derecho que no comparten la sentencia leída el 26 de abril de 2018; dando argumentos y poniendo extractos de la misma donde ven las contradicciones existentes.

Esta mañana me he sorprendido cuando he leído el comentario en Facebook de un conocido que es abogado y que me da la sensación de que está «dolido» porque hay personas que se dedican a criticar la labor judicial en este caso en concreto, y ha decidido dedicarse a la medicina para «operar a corazón abierto».

Hay que respetar los dictados judiciales. No hay que olvidar que no dejan de ser personas interpretando las leyes creadas por personas. Pero también hay que respetar que el resto de personas expresen su disconformidad con el fallo y que lo manifiesten. 

Pero es cierto que esta sentencia, como dice el comunicado de AMJE (Asociación de Mujeres Juezas de España), demuestra la pervivencia de ciertos perjuicios y estereotipos ligados al género. El resto del comunicado se puede leer en el siguiente link:
Victoria Rosell, magistrada, escribía el mismo jueves, entre otros comentarios, lo siguiente:
Para finalizar, me «apropio» del texto que escribió ayer Roy Galán en su cuenta de Facebook: 

A todos los tíos que os duele la sentencia de la manada.
A los que os horrorizan los hechos probados sucedidos en ese portal.
A los que decís que pensáis en vuestras hermanas e hijas.
A los que no defendéis a vuestro gremio solo por ser de vuestro gremio.
A los que la creéis a ella.
A los que os parece indignante la palabra jolgorio.
A los que sabéis que el porno es mentira, una ficción.
Parad esta mierda.
Porque no se trata de que le puede pasar a alguien que vosotros queréis ya que la defensa de la integridad de las mujeres no ha de ser mayor porque les una un vínculo afectivo o familiar a un hombre.
Se trata de que en este país cada ocho horas se presenta una denuncia por agresión sexual y que solo el 20% de las mujeres agredidas se atreven a denunciar.
Se trata de un millón de mujeres al año.
Se trata de todas.
Y antes de separaros mentalmente de esos cinco tíos.
De decir que son unos locos o unos salvajes.
Pensad que estos tíos no vivían en Narnia.
Vivían aquí con nosotros y nosotras.
Y que están muy cuerdos.
Antes de poner distancia con la manada.
Pensad si no habéis escuchado comentarios vejatorios hacia las mujeres cuando estabais en el vestuario del gimnasio.
O en un chat de WhatsApp.
Pensad si no habéis escuchado a vuestros amigos hablar de las tías como guarras.
Si no han dicho nunca eso de follarse a la gorda porque está necesitada.
De que esa se deja, es fácil, porque nadie la quiere.
¿Cuántos de vosotros habéis violentado la intimidad de mujeres solo para que no se os considerara menos machotes en el grupo?
¿Cuántos os habéis quedado callados no fuera que se pusiera en tela de juicio vuestra masculinidad?
¿Cuántos habéis permitido eso para salvaros vosotros el culo?
A todos los tíos que omitís el deber de socorro.
Pensad qué tipo de tío queréis ser.
Si tenéis lo que de verdad hay que tener.
Sed valientes.
Escuchad atentamente a las mujeres que os rodean.
Sus anhelos y miedos.
Entended qué supone ser mujer.
Sea lo que sea eso.
Ejercitad la empatía que no es el nombre de una matemática romana.
Leed cómo se sienten realmente.
Cómo sufren día a día la violencia machista en sus múltiples variantes.
Y nombraros feministas o aliados o lo que sea de una vez por todas y boicotead el machismo desde dentro.
Porque el feminismo es lo único que lucha contra el machismo.
Y el machismo, mata.
Cercena.
Porque el feminismo desactiva a la manada.
Es lo que hace que cambien las leyes injustas.
Es lo que hace que se dicten sentencias más justas.
Es lo que da libertad a las mujeres.
En las calles, en las fiestas, en las noches y en sus cuerpos.
Es un lugar imbricado a la idea de la humanidad.
Un sitio desde el que que iniciar cualquier revolución.
Porque dará igual cualquier avance científico.
Cualquier planeta descubierto o territorio conquistado.
Cualquier medalla o partido ganado.
Si no dejamos de ser unos completos desgraciados.
Que dejan que todo.
Siga igual.