Cuestionando a las histéricas

Es bastante habitual que cuestionemos lo que suelen decir las personas. Es como si estuviese en nuestra genética. Nos gusta rebatir, cuestionar, dialogar elevando el tono de voz, gritar, en algunas ocasiones, como si eso fuese a dar más fuerza y consistencia a nuestro argumento.


En las tertulias televisivas esto sucede y más. Hemos llegado a un punto en el que el insulto parece que significa que llevamos la razón en todo lo que decimos. Lanzamos acusaciones que, en muchas ocasiones, no tienen una base sólida, pero que ahí las dejamos. Se les da un espacio, una creencia, un apoyo. Alguien se las creerá y hará que esa acusación se convierta en realidad en la mente de todas las personas.

Pero se puede ir más allá. En el caso de las mujeres los insultos, las descalificaciones son mayores. Iba a escribir que rozan el acoso y derribo, pero es que no lo rozan, son acoso y derribo. Un argumento muy utilizado es el aspecto físico: si está gorda o no, si es guapa o no, si viste bien o no, si descuidada su aspecto físico o es excesivamente guapa… Siempre hay algo que nos cosifica, que nos vuelve objetos/objetos sexuales de cara a nuestro interlocutor. No usan argumentos válidos, coherentes, basados en datos científicos, oficiales… siempre el ataque está dirigido a nuestro cuerpo y nos cuestionan todas nuestras palabras considerando que somos «tontas», poco inteligentes y dándonos lecciones de la vida, de nuestro trabajo…

Esto lo hemos podido ver en cuanto se ha formado el nuevo Gobierno tras la moción de censura. Determinados medios de comunicación han corrido a publicar sobre el «guardarropa» de las ministras, obviando (disculpad la ironía y el sarcasmo) dónde compran sus trajes, quiénes comparten su vida, qué hacen, qué leen, etc los 6 ministros del nuevo Gobierno socialista. 

Como me decía un amigo: a estas alturas conocemos absolutamente todo de la vida personal de las ministras: si están casadas o no, cuánta descendencia tienen, si su estilo de vestir es moderno o no, con quién follan, etc. Todo aquello que a mí, personalmente, no me interesa, todo aquello que no está relacionado con su nuevo «trabajo» y que es lo que realmente nos debería interesar. Nos tendríamos que detener en si harán bien su trabajo o no, no en si son más de traje de chaqueta y pantalón o vestido.

Seguimos comprobando que, a pesar de estar en el siglo XXI, en el año 2018, hay determinados aspectos culturales y sociales que no cambian, aunque haya personas que se empeñen en decir y «argumentar» que la igualdad la hemos alcanzado y nos pregunten: «¿Qué más queréis las feministas?».

Anotación: os recomiendo leer el libro de Isabel Mastrodomético «Las feministas queremos…».

Nos siguen llamando histéricas y locas. Piensan que vamos a hacer lo mismo que ellos han hecho con nosotras. Pero eso es lo que nos diferencia: nuestra lucha no causa muertes. Nuestra lucha remueve conciencias y hace temblar los cimientos de un patriarcado que empieza a tener, ahora sí, los días contados. Tardaremos años en lograrlo, pero algo está cambiando y ahora ya no nos pararán. Nosotras tenemos argumentos, nosotras somos pacientes y luchadoras, nosotras nos unimos y somos más fuertes. Nosotras estamos empoderadas, somos capaces, somos hermanas.


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