Rojo y morado

No soy yo de hablar mucho de política. Pero lo cierto es que en los últimos, más o menos, 3 años he hablado de este tema por todos los años anteriores que no lo he hecho. Tengo que reconocer que entender, lo que se dice entender, no entiendo; pero sé cuáles son mis ideas, mis principios, mis valores…
Una profesora me dijo que cuando la gente dice que es «apolítica» está cometiendo un error, pues al vivir en una sociedad, todo el mundo está inmerso en la política.

Bueno, pues lo dicho. No entiendo mucho de política, pero asumiendo mis limitaciones y mis pocas (o ningunas) ganas de entrar en política, hablo sobre lo que me gusta y disgusta que hace, dice o expresa nuestra clase política. 


Hace unos días la estabilidad política se tambaleaba porque a «alguien» se le ocurrió interponer una moción de censura (art. 113 Constitución Española) ante los acontecimientos judiciales acaecidos que salpicaban, como un maremoto, al partido político que estaba en el Gobierno.

Cuando esta moción de censura salió adelante, toda España (o casi toda, no nos vengamos arriba) estaba expectante por saber quién formaría parte del nuevo Gobierno. Había esperanza en que fuese renovador y diese un poco de esperanza a la sociedad que se removía: pensionistas reclamando un aumento digno de sus pensiones, mujeres reclamando su lugar en la sociedad y gritando contra todas «las manadas» que hay en sociedad, estudiantes reclamando una educación pública mejor, etc.

Miles de quinielas se hacían en los medios de comunicación. Al final tenemos 11 ministras y 6 ministros, liderados por, según la prensa internacional, Mr. «Handsome».

Todos los medios se hicieron eco de este hecho histórico: la primera vez en la democracia española que había más mujeres que hombres en el Gobierno. La paridad había pasado de largo y el director de esta orquesta había apostado por ellas, dicen, haciendo caso a las consignas y peticiones del #8M. Hablan de Gobierno feminista. Pero como dice Irantzu Varela, en realidad es un Gobierno donde muchas de sus componentes son feministas; es un Gobierno donde priman las mujeres, esperemos que elegidas por sus altas capacidades y su desarrollo profesional, más que por su «planta» o su guardarropa o estilo. 

El machismo sigue imperando cuando se habla de las «mujeres» de nuestro señor Presidente, dejando de lado el estilismo o el estilo de los hombres que componen el Gobierno.

No estamos en una sociedad igualitaria, aunque nos lo quieran vender así algunos «señoros».

Pero hay esperanza. Espero que en estos casi dos años de Gobierno que les esperan, les dejen y puedan hacer cosas para alcanzarla. Para ello se llevan a la profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca: Soledad Murillo. Ella estará al frente de la Secretaria de Estado de Igualdad. Nadie mejor para conseguir todo aquello que había quedado paralizado, no sabemos aún el motivo. Estoy segura que ha aceptado el reto y que trabajará como sólo ella sabe hacerlo: con tesón, responsabilidad, compromiso y constancia. Su generosidad y conocimientos en la materia la llevarán a luchar por acercarnos un poquito más a esa igualdad entre hombres y mujeres tan ansiada. Porque, como ha dicho en una entrevista, consiste en sumar a lo que se ha hecho, no restar ni anular lo conseguido. Madrid gana mucho con su presencia. Salamanca se queda un poco huérfana.

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