Para ti, abuela

Te has marchado cómo tú eres: silenciosa.

Has pasado por esta vida casi de puntillas, pero has dejado una gran huella en todas aquellas personas que te queremos.

Tu bondad sin límites, tu generosidad, poniendo siempre la otra mejilla aunque doliera.

Con esa cabezonería para no molestar, porque tú podías, aunque no fuera cierto.

Siempre dispuesta a complacer a tus nietas y nietos con aquellos platos que te salían de rechupete: cazuela inmensa de croquetas, tu tortilla de patata, el flan, las rosquillas…

La llegada de Papá Noel a tu casa era todo un acontecimiento…

Tú feliz de ver a la familia reunida, todos correteando, riendo…

La vida te puso obstáculos y piedras que, bien o mal, supiste sortear.

Luego tu memoria te empezó a jugar malas pasadas. A ti, que no se te escapaba ni un cumpleaños ni un santo.

Seguro que te has ido en paz, porque te hemos cuidado como tú hacías con nosotras y nosotros.

Tu mirada, a veces, dejaba ver a la señora Rosa de antaño, cuando en tiempos nos contabas tus anécdotas y nos sonreías con cariño.

Te reencuentras con tu madre, con tu padre y con el abuelo.

Desde allá arriba nos seguirás cuidando.

Te queremos.

Hasta siempre abuelita corazón.

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