Hoy escribo en mi espacio propio donde yo pongo las normas.
Hoy escribo entre la frustración, la tristeza, la rabia y las ganas, en cierto modo, de mandar todo a la mierda. O, al menos, de pensar que hay determinadas cosas que son una mierda.
Mi mejor amiga dice que tenemos, en este país y, sobre todo, en Castilla y León, una mentalidad muy rancia.
Nos cuestan los cambios porque, después de tantos años, es costoso y nos da mucha pereza aprender cosas nuevas o adaptarnos a situaciones, normas que nos pueden ayudar a mejorar a medio o largo plazo. Pero se acogen al refrán «más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer».
Resulta que la reforma laboral es perjudicial. Pero, ¿para quién? Obviamente no para las personas trabajadoras, sino para las empresas, fundaciones, entidades, etc. que se tienen que buscar las vueltas (que tampoco hay tanto dónde elegir) para adaptar los contratos laborales a la nueva legislación.
Llevas 5 meses en una empresa y no te pueden hacer otro contrato porque ¡oh, sorpresa! se tienen que acoger a la contratación indefinida. ¡Cómo si eso fuese una garantía de un trabajo de por vida! Pues no. Te pueden despedir cuando quieran. Lo que pasa es que sí que tendrán que tener cuidado en hacer unas buenas alegaciones para que el despido no sea improcedente, por ejemplo.
Hoy estoy rabiosa y me puede la frustración y la tristeza (más la segunda de las dos) porque había encontrado un lugar donde me gustaba trabajar y era «de lo mío» (como me suelen decir habitualmente la gente de mi entorno). Había encontrado un equipo maravilloso dispuesto a echar un cable, a alentarte cuando te da el bajón, a hacer bromas de todo y por todo para quitar hierro al asunto… Había encontrado un trabajo relacionado con lo que llevo investigando y estudiando bastantes años. Y resulta que la reforma laboral de Yolanda Díaz me impide continuar, aunque sea por unas horas (y quién sabe si podría enlazar con otro proyecto) trabajando con este equipo humano y en mi ciudad. ¿Quizás en otra delegación sí? Seguro que no, por el mismo motivo.
En este país pesa más el poder vapulear a la clase trabajadora y obtener beneficios para una misma (la empresa/empresario) antes que reconocer que los beneficios, en la mayoría de los casos, y que las cosas salgan bien y den buenos resultados es gracias a los/as curritos/as que se desloman, que buscan las vueltas para que todo quede y vaya lo mejor posible. Y, en muchas ocasiones, como dice mi madre: ni agradecida ni pagá. Así nos luce el pelo.