Después de una larga pandemia que aún no ha acabado, he viajado a Valencia. El objetivo era presentar «Revictimizadas: migrantes y víctimas de violencia de género» a aquellas personas residentes en esta provincia y que quisieran desplazarse a Albal, pero también a las integrantes de una asociación valenciana.
Pero había un objetivo secundario que me hizo inmensamente feliz: reencontrarme con la familia paterna con la que no tenía contacto personal desde hacía varios años. Es de las cosas más felices que me hicieron (aunque no pude ver a toda mi familia ni a todos los nanos).
Me llevé debajo de un brazo una caja con libros y, del otro brazo, bien agarradita, una afonía y constipado que me acompañó durante todo el fin de semana y que sólo se soltaba en los momentos claves. Ni pude disfrutar plenamente de las conversaciones del viernes por la noche, ni pude pasear por las calles de Valencia.
La presentación en Albal se realizó de la mano del Col.Lectiu per la sororitat del municipio. Un grupo de mujeres intrépidas, solidarias, activistas, inconformistas, luchadoras… que me acogieron con los brazos abiertos y que me arroparon en todo momento. Ambas partes compartíamos el mismo miedo: ¿y si no viene gente?
Al final salimos muy contentas porque unas 30 personas nos reunimos en la Casa de Cultura del Ayuntamiento para hablar sobre migración, violencia de género, política, recursos y soluciones. Se creó un ambiente distendido donde pudimos conversar con respeto, escuchar las historias de algunas mujeres migrantes que acudieron a la presentación.
Me sentí arropada por la familia, las amistades, el col.lectiu, las personas asistentes conocidas a través de redes sociales y «desconocidas» hasta ese momento.
Al día siguiente me fui a compartir un ratito de nuestro tiempo con la asociación Por Ti Mujer en Valencia capital. Escucharon atentas mi proceso de «creación», mis ganas de tirar la toalla, los motivos por los cuales escribí sobre migración siendo yo nacional del país de acogida y surgieron oportunidades (que espero que se materialicen) de viajar a las islas a participar en el Club de Lectura y, «pues ya que vas, salta a la otra isla».
Mucho camino nos queda por recoger, pero acompañadas por otras personas que creen en la misma lucha se hace mucho más sencillo. Nos sentimos arropadas, acompañadas, apoyadas.
Seguimos luchando.