Soy Castle, Richard Castle

Llevaba tiempo con ganas de escribir sobre esta serie.

Me encuentro viéndola de nuevo. Ahora, tal vez, de vez en cuando, haciendo un análisis (no muy profundo) sobre la imagen que se da en ella de diferentes temas.

Tengo que decir que es una serie, para mí, de entretenimiento, no para pensar y sacar punta (aunque lo hago, lo sabéis).

Nos encontramos a un protagonista que ha adquirido su fortuna escribiendo libros. Necesita una nueva inspiración para seguir escribiendo y decide tirar de absolutamente todos sus contactos, varones, para ser el perrito faldero de un equipo de homicidios de Nueva York.

Ella, Kate Beckett, es la antítesis: una mujer fuerte, que sabe lo que quiere, con sus traumas personales que sobrelleva, valiente, ambiciosa, segura de sí misma, que no se deja avasallar.

Él, es un escritor de éxito, mujeriego, que se vale del dinero y de los contactos para conseguir, entre otras cosas, sus caprichos.

Pero, finalmente, son capaces de complementarse y de trabajar juntos, en equipo. Cada uno aporta a la otra parte lo que necesita en cada momento. Él está al lado de ella (y de los otros dos compañeros) para apoyarla y ayudarla (en la medida de lo posible y, en ocasiones, estorbando más que ayudando, pero lo importante es la intención, ¿no?). Él la anima a ver los casos desde otra perspectiva para llegar a atrapar al malo/la mala. Ella es capaz de ser tajante con él cuando lo merece, de cortarle cuando se pasa, de pararlo en los momentos precisos, sin dejarse avasallar por ser un hombre.

Es curioso que cuando cambia la dirección de la comisaría y llega una mujer para tomar las riendas, no se hace llamar «capitana», sino que se hace llamar «Señor» y «Capitán». No sé si ha sido una traducción o realmente, en la versión original, no hay diferencia entre el femenino y el masculino. Dejando de lado esto, he de decir que me choca bastante que una mujer obligue a utilizar el masculino para dirigirse a ella en el trabajo. Quizás es que ella piensa que se la valorará, se le tendrá más en cuenta, se la juzgará menos si adopta, no sólo, la actitud de los varones en un puesto de responsabilidad, sino también el término.

Por otro lado, vemos el machismo puro y duro en las respuestas de Castle, Ryan y Espósito cuando hay delante una «tía buena» o cuando, por gajes del oficio, tienen que ir a un club de estriptis o un puticlub. En estas escenas asoman los rasgos neardentales de los hombres y es algo que tiene que soportar la Inspectora Beckett quien, en algún momento, les tiene que parar los pies.

Podemos ver la evolución de todos/as los/as protagonistas en diferentes ámbitos. Vemos, quizás, como el protagonista, sin perder su esencia, se vuelve más entrañable, menos insoportable y como es capaz de dejar de lado sus propias «necesidades» para estar al lado de su compañera de forma incondicional.

También el papel de la hija de Castle es muy importante. Ella es la inteligente, la responsable, la madura y la adulta de la relación padre-hija. Se comprueba como ella pone cordura ante las ideas alocadas que quiere llevar a cabo su padre, aunque a veces se deje llevar por esas locuras inocentes. Es capaz de darle, también, otra visión, de demostrarle que va creciendo a lo largo de las temporadas y que tiene que dejar de tratarla como una niña (eso es imposible cuando eres madre o padre).

Si te paras a pensar, la mayor parte de las series de TV abordan el tema de la muerte violenta y dramática, como si fuese lo único que pasara en el mundo.

Nos lo tenemos que hacer mirar.

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